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Capítulo 20.

Sky


Han pasado tres días desde que K estuvo en casa de los Bartholy y no hemos sabido nada de ella desde entonces. No hay pistas de a dónde pudo ir o si alguien se la llevó, secuestrándola. La sola idea de que algo malo le pase me aterra en demasía. No me puedo ni imaginar qué pudo haberle sucedido, si alguien la lastimó. Evito a su madre a toda costa porque no sé como decirle la verdad, que no supe cuidar de ella y la perdí de vista.

Miro desde la ventana como el día pasa frente a mis ojos, una frazada cubre mi cuerpo por completo, el día ha estado frío, nevando, lo que provoca que tanto la calle como la acera se cubren de una capa de nieve, las copas de los árboles están ligeramente pintadas de blanco también. Desde mi habitación tengo una hermosa postal que hoy me regala Berlín pero mi alma se siente vacía, triste, rota...Sostengo un plato entre mis manos, Haniel espera que coma algo y yo no puedo pensar en nada más que no sea dónde está mi amiga.

Al día siguiente de la desaparición de K, Drogo vino para hablar conmigo y asegurarse de que ella no estaba aquí. Me pareció sentir que él también está sufriendo por ella y por primera vez pude ver a un Drogo con miedo, serio y sin esa sonrisa petulante que siempre lleva en los labios. Podría decir que se le veía preocupado, tal vez lo estaba, pero no entiendo el porqué si ellos apenas se conocen, y lo sé porque conozco a K desde hace muchos años, hemos compartido muchas cosas juntas y Drogo no es parte de su vida, no lo era hasta hace unas semanas.

—¿Sky? —giro la cabeza para mirar a Haniel, se sienta a mi lado y me mira con preocupación —. No has comido nada —señala el plato con sopa que ni siquiera he probado y se mira rico.

—No tengo hambre —confieso —. Toma —le entrego el plato y lo acepta sin rechistar.

—Sé lo que Kristen significa para ti —sube la mano a la altura de mi mejilla para apartar un mechón y ponerlo detrás de mi hombro. Sus movimientos son delicados, dulces. Me hacen sentir un poquito mejor —. Lo he visto a lo largo de los años y sé que más que tu amiga es tu hermana —sonrío con lágrimas en los ojos. Un nudo se forma en mi garganta.

—Lo es —mi barbilla tiembla a nada de soltarme a llorar de nuevo. Siento los ojos hinchados y seguramente los tengo rojos de tanto llorar, pero ahora mismo eso es algo que no me importa —. La extraño, Haniel, la extraño tanto y no quiero que nada le pase.

—Ella va a estar bien —pone dos dedos bajo mi barbilla atrayendo toda mi atención hacia él —. Lo sé, lo siento —lo abrazo sin miedo a que me rechace. Todos estos días se ha portado como un ángel conmigo, me ha preparado la comida y me saca de la cama cuando no quiero ni respirar. Ha lavado mi ropa y ha ido al super a comprar lo que se necesitaba para la casa, anteayer lo pillé barriendo y lavando los platos.

—Tú-tú la puedes buscar, ¿no? —me separo unos centímetros. Me mira raro sin entender lo que quiero decir. Pongo mis manos en sus brazos —. Eres un ángel, así que debes tener poderes.

—Sí, poderes de luz, Sky. No soy un brujo, no tengo magia —aclara sereno. Mi corazón se apachurra cuando le escucho decir estas palabras —. No estamos conectados cómo tú y yo, si tú te pierdes sabré dónde buscarte, siempre te voy a encontrar, pero con ella no es así...

Hago un puchero, mi labio tiembla y mis hombros se sacuden. Me siento tan tonta, si tan solo tuviera esa magia de la que Haniel habla ya la hubiera encontrado desde hace días y ella no estaría perdida.

Soy una estafa.

—No lo eres —aparta un mechón de mi cabello con dos dedos y me regala una bonita sonrisa —. No eres nada de eso —le sonrío tímida y de nuevo me estrecha entre sus brazos.

Con él se siente tan bien la soledad, no hace preguntas, mantiene sus distancias, a veces se me olvida que está aquí pero cuando necesito algo ni siquiera lo tengo que pedir porque ya está a mi lado preguntando qué necesito.

—Gracias —musito.

—¿Por qué? —acaricia mi cabello con una mano, mientras que con la otra sostiene mi espalda.

—Por estar aquí, por llegar a mi vida en el momento correcto —siento como deja un beso en mi frente y me aprieta delicadamente a su cuerpo.

Escucho su corazón latir errático dentro de su pecho, casi lo puedo sostener en mis manos. En la sala reina la paz, afuera el ruido de los autos, las personas yendo de un lado al otro, los sonidos característicos de una ciudad como lo es Berlín, pero aquí dentro, solo hay paz y silencio. Creo que la presencia de Haniel ayuda con eso.

Pero toda esa tranquilidad se termina cuando alguien toca el timbre, el sonido resuena por toda la casa y Haniel se separa de mí. Mientras baja las escaleras regreso a mi cama que se siente más calientita en este momento.

—Yo abro —le asiento con la cabeza. Deja el plato con sopa encima de la mesilla y camina hacia la puerta que abre sin siquiera preguntar quién está detrás. En eso nos parecemos mucho —. ¿Qué haces aquí? —me estiro para poder oír quién hay abajo con Haniel y me llevo una gran sorpresa al escuchar la voz de Peter.

—Necesito hablar con Sky.

Oigo a Peter subir las escaleras y cuando entra en mi habitación, se sienta unos centímetros más allá pero yo me aparto más para no tenerlo cerca. Cuando estira la mano en busca de la mía me alejo y eso le rompe el corazón, atisbo un dejo de melancolía en su mirada clara. Algo dentro de él se rompe poco a poco.

—Sky...—musita mi nombre casi en un susurro que me parte el alma. Mira de reojo a Haniel que se queda de pie mirándonos intercaladamente.

—Haniel, ¿nos puedes dejar solos? —asiente sin rechistar, se gira sobre sus talones y desaparece por el pasillo —. ¿Qué quieres? —pregunto molesta.

—Verte, saber cómo estás. No has ido a la Universidad y temo que algo malo te pase —se escucha sincero pero dudo mucho en confiar en él.

—¿Y eso te importa? ¿Qué algo malo me pase? —alzo una ceja.

—Sí, no sabes lo mal que lo paso sin verte —confiesa con la voz en un hilo que me hace dudar de todo lo que tenía que ver con él y su existencia.

—¿En serio? —asiente. Me encuentro con su mirada pero ya no es la de antes, esta es oscura, llena de malicia, oscuridad y mucha, pero mucha maldad —. ¿Por qué?

—Es difícil de explicar, moonlicht —frunzo el ceño —. Si te lo digo ahora me vas a odiar más de lo que ya me odias y no podría soportar eso —Coge mi mano con delicadeza —. No podría soportar más odio de tu parte.

—Pet...—pone un dedo sobre mis labios haciéndome callar.

—Solo escucha. Me gustas, sí, me gustas mucho, me atraes de una manera irracional, demente y casi enfermiza, y por más que he intentado alejarme de ti no puedo, no quiero apartarme. Sé que debería hacerlo porque cuando sepas la verdad de todo, tu odio hacia mí será tan inmenso como lo es el mar y tú misma me vas a pedir que me aleje pero mientras no lo hagas seguiré aquí, tras de ti como un perrito con su dueño, buscando un poco de tu atención, suplicando y rogando por las migajas de tu amor —con cada palabra se acerca más y más, es tanta la cercanía que de un momento al otro ya lo tengo encima de mí. Sus labios a tan solo centímetros de los míos, y tenerlo así de cerca me permite apreciar su mirada con algunos destellos grises que surcan sus iris. Me encuentro atrapada en su mirar y no quiero apartarme. Hace tanto que no estábamos así de cerca y ahora no quiero irme de aquí.

—Peter...—mi voz tiembla. Todo mi cuerpo reacciona al olor de su colonia. Mis entrañas se retuercen, las manos me pican con ganas de acunar sus mejillas, pasar mis dedos por sus cabellos, besar sus labios con ímpetu.

—Sky...—murmura sobre mis labios —. Hueles tan bien —musita, provocando un rico escalofrío que recorre mi columna —. Tu sangre es dulce y...—se queda callado un par de segundos —. Debes saber tan bien.

Tengo que apretar las piernas cuando murmura estas palabras. Se moja los labios y mis ojos no se despegan de estos, al contrario, yo también me mojo los labios. Quiero terminar con esta tensión que me estaba matando por dentro.

Su pulgar se desliza por mi labio inferior, se detiene debajo de mi oreja y acuna mi nuca con su mano. Sus dedos se entierran en mi piel y me atrae hacia él juntando nuestros labios. Mi corazón late rápidamente, retumba en mi pecho y se acelera cuando abre sutilmente los labios.

—No sabes las ganas que tengo de besarte —me encuentro con la espalda apoyada en el colchón y él recargado encima de mí. Su piel fría me roza las mejillas, el cuero de su chaqueta me pica el estómago.

—Hazlo —mi voz sale temblorosa —. Solo hazlo —una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios y por fin termina con esta maldita tortura que me quema por dentro. La frazada resbala de mis hombros dejando estos expuestos a su mano que se ciñe a esta parte de mi cuerpo.

Primero aprieta sus labios con suma delicadeza, palpa, tienta, después los abre dejando salir su lengua filosa que va en busca de la mía sin ninguna contemplación, mi boca lo acepta y se abre un ápice para dejarle entrar, busca mi lengua y cuando se encuentran danzan en nuestras bocas. Baja una de sus manos a mi cintura enterrando los dedos en la tela de mi blusa. Gimo bajito cuando aprieta su pecho a mis senos, sin dudarlo más subo mis manos a su nuca rodeando su cuello con mis brazos. Enredo las hebras de su cabello en mis dedos empujándolo más cerca, mucho más de lo que ha estado estas últimas semanas. Sus besos son apasionados, calientes, intempestivos, me hacen desear mucho más de él, pero me contengo solo con este momento que me permite sentirlo de nuevo.

—Sky...—acaricia mi mejilla con dos dedos —. No te puedes imaginar cuánto había estado ansiando este momento —siento los labios hinchados y adoloridos —. Quería probar tus labios de nuevo, sentir el calor que emana tu cuerpo —la punta de su nariz roza la delicada y sensible piel de mi cuello.

Oh Dios.

Reprimo un gemido cuando baja más de lo permitido y siento sus labios en el valle de mis senos. Inspira fuertemente para atraerme a su cuerpo, mis manos descienden por sus hombros hundiendo mis dedos en la tela de su chaqueta, sube de nuevo para encontrarme con esa mirada llena de perversión y debo aceptar que este cambio o lo que sea que haya hecho me atrae mucho más a él. Sé perfectamente que es peligroso y que debería alejarme por mi salud mental, pero no puedo, no quiero hacerlo cuando el peligro tiene el rostro de un atractivo demonio, no cuando la atracción me llama, cuando el deseo está presente en medio de los dos.

—Sé que debo alejarme de ti —acuno sus mejillas con mis pequeñas manos —. Sé que eres peligroso y que me harás daño —me mira fijamente.

—¿Y por qué no te alejas? ¿Por qué no me detienes, Sky Cooper? —Nuestros labios están a tan solo centímetros de besarse de nuevo.

—Porque no puedo, no quiero —se recarga más en mi cuerpo, no me aparto, no me muevo ni un ápice —. Me gustas, Pet, me gustas mucho y si me dices que yo no te gusto...

—Tú también me gustas, moonlicht, me gustas demasiado —quiero decir algo pero me impide hablar cuando sus labios se aprietan a los míos de nuevo en un beso salvaje que me roba el aliento y me impide respirar bien.

No hay ni un milímetro de separación entre nuestros cuerpos y debo parar esto antes de que llegue más lejos. No es el momento para pensar siquiera en la posibilidad de que algo pase entre los dos cuando mi mejor amiga sigue desaparecida y no hay ni una pista que nos diga donde puede estar. Así que antes de llegar a algo más serio me aparto rompiendo el beso que tanto había estado anhelando.

Mis manos sostienen sus mejillas y me pierdo en el azul de sus ojos, me siento segura con él y sé que nada malo me puede pasar pero no debo confiarme, las traiciones vienen de quien menos te lo esperas.

—Alto ahí, vaquero —sonríe sincero —. Hasta aquí puedes llegar —se aparta para quedar a mi lado y sostiene mi mano entre las suyas.

—Con eso me conformo, por ahora —aclara, lo que me hace alzar una ceja.

—¿Por ahora? ¿A qué te refieres con eso? —pregunto con curiosidad.

—Quiero más de ti, Sky, todo lo que me puedas dar —pone una mano en mi pierna y la aprieta por encima de la tela de mi pijama,

—¿A qué te refieres con todo? —paso saliva mojando un poco mi garganta que se encuentra seca.

—Todo, Sky, lo quiero todo de ti.

Me tenso de inmediato cuando dice esas palabras, mi pecho arde y mi cuerpo dice que sí pero en mi cabeza se forman miles de escenarios que están lejos de suceder, me digo que debo ser paciente y no dejarme llevar por lo que siento y mis deseos carnales.

No, no, debo ser racional, madura.

Peter alza una ceja, me ha leído perfectamente como un libro abierto pero no dice nada, tal vez espera que procese las cosas para después hablar pero tampoco lo hago, me mantengo seria mientras que en mi cabeza todas las mimi Sky saltan de un lado al otro haciendo fiesta porque sabemos que Peter ha insinuado sexo, sí, SEXO. Dentro de mí todo es conmoción, alegría y casi me pongo a dar de saltitos por toda la pieza pero no lo hago, me conformo con sonreírle y hacerle saber que yo, al igual que él quiero más que unos besos.

La pieza se mantiene en un profundo silencio, nada incómodo o aterrador, al contrario, que no digamos nada no significa que no lo sintamos en la piel, así como yo, ahora mismo. Sus sentimientos danzan en el aire, son fuertes y ruidosos, me confunden, se sienten como si estos no fueran recientes, como si hubieran estado ahí desde hace años pero los tuvo que guardar en un cajón para ponerse esa máscara de frialdad e indiferencia cuando Peter es más pasional y caliente que el sol en verano. Me golpean la piel, huelen a frutas, una deliciosa combinación de todas ellas y temo hacerme adicta a ese perfume.

—¿No dices nada? ¿Acaso te comió la lengua el ratón? —sacudo la cabeza.

—Me confundes, mucho. A veces te apartas y finges tan bien que no te importo como si no me conocieras y luego estás aquí, me haces creer que te importo demasiado, que sí sientes algo por mí. No sé que pasa contigo, eres como un laberinto lleno de tantas emociones —mis vellos se erizan —. ¿Qué pasa contigo?

—Lo único que debes saber es que me importas más de lo que te imaginas. Un día te diré toda la verdad acerca de los dos y ese día ya no vas a tener más dudas.

Hago el amago de hablar pero su móvil suena interrumpiéndonos. Saca el aparato del bolsillo de su chaqueta y responde la llamada sin mirar la pantalla.

—¿Qué quieres? Sí, estoy aquí —me mira atento, escuchando a la persona con la que habla —. ¿En serio? Sí, yo le digo. Vamos para allá —guarda el móvil de nuevo.

—¿Qué pasa? —veo que se pone de pie rápidamente.

—Es Kristen, ya apareció y está en la casa.

Mi corazón salta de felicidad y tengo la necesidad de correr para llegar con ella y verificar que efectivamente está bien que nada le pasó.

Kristen

Corro. Corro tan rápido como puedo alejándome de la mansión Bartholy con el temor de que puedan seguirme. Me sumerjo en las profundidades del bosque bajo la atenta mirada de la luna llena que se refleja en la blanca nieve pero a medida que me adentro más en la arboleda su luz se ve eclipsada por la frondosidad de los árboles dejándome totalmente a oscuras. Sin visión me paro un segundo intentando vislumbrar algún camino que me dirija a la salida. Doy un par de pasos cuando oigo que algo cruje tras de mí.

—¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate!— Exijo girándome sobre mi misma.

Un fuerte rugido emana entre la oscuridad haciéndome retroceder. Siento que mi pie se enreda con algo haciéndome caer como un saco de patatas al suelo estrellando mi cabeza contra una superficie dura. Nada.

Vuelvo en sí y bajo las palmas de mis manos aprecio la fría nieve debajo de mi. Intento levantarme pero un repentino mareo me invade. La cabeza me da fuertes pinchazos alertándome de una posible herida o contusión. Con el brazo tembloroso levanto una mano y acaricio con la yema de los dedos el punto de donde viene el dolor. Percibo un líquido caliente que se desliza por el lado derecho de mi cara y gotear por mi barbilla. Por lo que puedo apreciar es abundante y eso me asusta, parece grave...

—Mierda...— Mascullo cerrando los ojos por el fuerte dolor.

El sonido de otra rama partirse advierte la presencia de una llama suspendida en el aire que se abre camino entre los árboles sujetada por una sombra rodeada por varias más. Poco a poco se acercan pero el contraste de la oscuridad y la repentina luz del fuego me ciegan obligándome a entrecerrar los ojos haciendo imposible descifrar quienes son. Sigo tendida en el suelo sin poder moverme, ya que, los efectos de la droga de los Nimbus siguen presentes en mi sintiéndome rígida y el golpe que me he dado en la cabeza no ayuda porqué cada vez me siento más aturdida y el sueño empieza a apoderarse de mi. Otro rugido de animal frente a mi me sorprende de nuevo cayendo de espaldas en la nieve. Mi visión se vuelve borrosa y con las pocas fuerzas que me restan, levanto la cabeza distinguiendo un enorme lobo a centímetros de mí que me observa como si yo fuera el mejor manjar del mundo. Bajo el potente brillo de sus ojos amarillos suspiro agotada y sin fuerzas asumiendo que este es el fin.

—Drogo— Susurro mientras una lágrima corre por mi mejilla —Perdóname...—

Siento como las patas del lobo se posan sobre mi estómago y ante la mirada de todas esas sombras con la luz del fuego me permito el último momento de paz. Las nubes han desaparecido cual telón en un teatro y antes de cerrar los ojos para siempre observo la magnífica imagen de la luna llena bajo un manto de estrellas brillantes.

...

La oscura e imponente oscuridad se retira lentamente dando paso a un delicado y acogedor calor que añoraba con todo mi ser y que por alguna razón he olvidado. Una deliciosa fragancia que no creí que volvería a oler jamás se cuela por mi nariz haciéndome cosquillas. Una fugaz sonrisa se me escapa calmando mi espíritu. Sin atreverme a abrir los ojos todavía, intento alargar las sensaciones que me regala este pequeño paréntesis de paz deseando que no sea otro bonito y engañoso sueño del que pronto voy a despertar. Siento unos fuertes brazos que abrazan mi ardiente cuerpo y mi cabeza yace cómodamente sobre un duro pecho sin ningún tipo de pálpito vital revelando la identidad de mi acompañante. Una de sus manos descansa atenta sobre mi espalda baja y la otra se enreda entre los mechones de mi espeso cabello. En el momento en que sus dedos rozan con sutileza mi nuca, la pálida piel de mi cuello responde erizándose. Ese genuino reflejo le hace estremecer y le oigo exhalar una silenciosa sonrisa.

—¿Caperucita?— Pregunta en un susurro casi inaudible.

Su aliento roza mi frente como una suave caricia y con un pequeño apretón me invita a mirarle. Pero no quiero hacerlo. No me atrevo a enfrentarme a él, no después de culparle frente a todos y decirle todo aquello con tanto desprecio. Me siento muy avergonzada y estoy segura de que en el momento en que mis ojos se encuentren con los suyos, las palabras no van a poder salir.

—Sé que estás despierta, oigo tu corazón latir a mil por hora como el de un hámster— Me susurra en el oído con voz suave

Joder....

Mis manos se aferran con fuerza a su camisa y hundo la cara en su firme pecho, evitando totalmente la situación, algo muy extraño viniendo de mí.

No quiero mirarte, no lo entenderías...

—¿Porqué? Explícamelo— Reclama acariciando sutilmente mi mejilla.

Porqué te he culpado de cosas horribles y estoy muy avergonzada...

—¡Ah! Eso... Ya se me había olvidado— confiesa riéndose haciendo que la cama tiemble —Estás aquí y eso es lo importante—

Estoy tan concentrada en evitar la confrontación que ni siquiera me doy cuenta de que está respondiendo a mis pensamientos.

Mierda... ¿Estás escuchando lo que pienso?

—Sí Caperucita, lo hago. Como no quieres hablar conmigo he tenido que usar algún que otro truquillo para poder llegar a ti— revela depositando un largo beso en mi frente estrechándome contra él.

El tacto de su piel junto con sus palabras consiguen derribar los muros que aguardo en mi interior y finalmente decido levantar la vista. Nuestras miradas se encuentran y sus preciosos ojos tan claros como el cielo de Melbourne en verano observan los míos con una intensidad abrasadora. Los minutos pasan en un completo silencio interrumpido solamente por mis respiraciones mezcladas con el crepitar de la madera quemándose. Ambos nos contemplamos sin decir nada, como si lleváramos años sin vernos y quisiéramos grabar nuestra imagen a fuego para que pase lo que pase, a partir de ahora nunca más nos olvidaremos. Quizá es por todo lo que ha pasado estos últimos días pero después de tantas disputas hemos sintonizado el mismo canal y estamos en sintonía. Drogo decide romper el momento diciendo algo tan sencillo como un —Hola— articula mostrándome la sonrisa más sincera hasta ahora —Hola...— Susurro devolviéndole la sonrisa

Me remuevo entre sus brazos obligándole a soltarme. Inquieta por esta cercanía tan súbita entre nosotros le pregunto entrecerrando los ojos y poniendo distancia —¿Qué haces metido en mi cama?—

Drogo aprieta los ojos y vuelve a reírse soltando una sonora carcajada. Parece desinhibido y... ¿feliz? Y como una estúpida me quedo embobada mirando su preciosa sonrisa. Joder, nunca he visto una igual... No entiendo qué hace aquí conmigo después de la mala relación que hay entre nosotros y lo injusta que he sido con él. Pero este Drogo, es diferente, su mística belleza no está siendo opacada por el mal humor, sus facciones relajadas, actitud amable y demasiado atento. El cambio es perturbador... Sus ojos atrapan los míos mirándole detalladamente. Su sonrisa se relaja levemente desviando la mirada hacia un punto fijo en la habitación. Su genuina seguridad mengua y siento como su inquietud crece cuando se aparta los mechones rubios de su frente con gesto nervioso. Finalmente, se aclara la garganta antes de volver a hablar.

—Mira atentamente a tu alrededor, estamos en mi habitación y tú, mi rebelde Caperucita eres la que está metida en mi cama...— Drogo aprieta los labios para no reírse.

Mis ojos se abren como platos cuando me doy cuenta que tiene razón. No estamos en mi cuarto, yo no tengo chimenea y el ambiente no es tan masculinamente sombrío.

¿Pero qué mierda?

Vuelvo a mirarle sin entender nada y cuando me doy cuenta de que no llevo mi ropa mi cara se enciende de vergüenza y me abrazo por los hombros tapando mis pechos.

—¡¿Dónde está mi ropa?! ¡¿Y porqué llevo uno de tus jerseys?!— Exclamo alterada con mirada acusadora.

—Te encontré tirada en mi jardín congelada y empapada de nieve pidiendo que te abrazara. Tenía que ponerte ropa seca porqué estabas hipotérmica pero puedes estar tranquila, que no he mirado, no me interesas en absoluto...— Escupe desviando la mirada con desinterés.

—Tú tampoco te emociones, si te te pedí que me abrazadas fue únicamente por pura supervivencia...— Resoplo cruzando los brazos.

Drogo sonríe levemente pero enseguida se pone serio —Además, yo no soy de los que se aprovechan de la situación para poder estar con una mujer...— Confiesa arrugando la frente ofendido —Si se diera el caso, serías tú quien me suplicaría que la follara tan duro que no podrías ni protestar— suelta y un brillo juguetón aparece en sus ojos —De todas formas, un gracias Drogo por ayudarme estaría bien, Caperucita orgullosa— reclama dando un toque a mi nariz con su largo índice

Por primera vez, Drogo me deja sin saber qué decir hasta que susurro un "Yo jamás suplico..." contrariada.

—Ahora en serio, ¿qué te ha pasado? ¿Qué es eso de que has estado con los lobos? Has desaparecido tres días, tu amiga australiana está histérica y yo...— No termina la frase para morderse el labio inferior.

Cuando le veo hacer eso no puedo evitar lamer mis labios y siento como la mirada de Drogo se intensifica y mi estómago se contrae inquieto. Pero rápidamente sacudo mi cabeza cualquier pensamiento intrusivo. Me siento en la cama, entrelazo mis manos y con los mechones del pelo ocultando mi rostro reflexiono en silencio cuál es la mejor forma de explicárselo todo. Después de unos minutos divagando bajo su atenta mirada, Drogo acaba por sentarse impaciente por escuchar mi historia, y acabo por simplificarlo demasiado...

—Drogo, me estoy muriendo...— Admito con una sonrisa triste.

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