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I.Cacería


La mañana había amanecido fría, algo bastante usual en la aldea pues su cercanía con los hielos perpetuos de Crystal Bay los condenaba a vivir la mayor parte del tiempo bajo un cielo lleno de nubes grisáceas y tormentas esporádicas. La vida empezaba temprano y desde pocas horas antes del alba ya podían verse a los comerciantes preparándose para el día, transitando por las calles, llenándolas de vida y ruido.

Los gritos provenientes del interior de una de las casas del lugar se mezclaban con los pregones en la calle, al interior el par de sirvientas de la casa de los Park iban y venían una y otra vez cargando pesados baldes llenos de agua y retales de tela de algodón que les ayudasen a limpiar el desastre sangriento al interior de la recamara principal.

Park BaekHyun estaba tendido sobre la cama, con el cuerpo cubierto en sudor y las ropas de dormir teñidas de rojo; su rostro estaba fruncido en una mueca de dolor y desesperación.

Llevaba ya unas cuantas horas en labor de parto, había empezado durante la madrugada y aun ahora con los débiles rayos de sol asomándose por la ventana el bebé no había salido.

Park ChanYeol, su esposo, le sostenía la mano con fuerza mientras le acariciaba el rostro y le susurraba palabras de aliento para ayudarlo a sortear aquel momento.

—Resista, Mi Auror, el bebé ya está por llegar— murmuró la partera, una mujer vieja de cabello blanco y rostro gentil —Solo un poco más.

Los quejidos de BaekHyun se hicieron cada vez más fuertes, llegando al punto de sentir el sabor metálico de la sangre llenando su garganta debido a las pequeñas rasgaduras que causaban sus gritos.

Finalmente, la presión en su interior se alivió por una fracción de segundo y sintió el cuerpo de su hijo abandonar el suyo.

La partera se apresuró a retirarlo para limpiarlo e inducirle el llanto, mismo que resonó con fuerza dentro de la habitación, arrancando sonrisas orgullosas de los labios de sus padres.

—Es un niño— le sonrió la mujer, envolviéndolo entre las sábanas antes de entregarlo a BaekHyun —¿Ha escogido un nombre ya?

—JiMin. Park JiMin.

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Los golpes del marro contra el metal caliente resonaban por todo el lugar, el chico de cabello largo y negro trabajaba sus materiales con notoria destreza; afuera el clima estaba frío, pero en aquella habitación que fungía como su taller de trabajo el calor era apenas tolerable debido al fuego que ardía en la hoguera que utilizaba para moldear sus armas.

—¡NamJoon! — la voz de su madre lo hizo detener su actividad, parecía haberlo estado llamando por algunos minutos pues su voz estaba pintada de irritación.

El joven la miró apenado y lanzó su marro hacia la mesa, tomando el trapo que se encontraba a su lado para limpiar sus manos y su frente, queriéndose ver más presentable para su progenitora.

—¿Sucede algo?

—Necesito que lleves esto a casa de los Park, ha nacido su primogénito y quiero hacerles un regalo.

La madre de NamJoon; HyeJin, era la orfebre más talentosa de esa y todas las aldeas aledañas, sus trabajos eran siempre alabados y pagados a un muy buen precio, llegando incluso a adornar los cuellos, brazos y dedos de las mujeres de las casas más nobles de todo Mēness.

NamJoon era consciente del gran aprecio que su madre le tenía a BaekHyun, por lo que no le extraño el hecho de quisiera congraciarse con ellos, enviando una ofrenda de buen augurio para el recién nacido. La curiosidad le ganó cuando HyeJin puso entre sus manos aquella caja de madera finamente tallada, no se contuvo y la abrió para observar su contenido; se trataba de un anillo de oro, hermosamente tallado con diseños simples y tres piedras rojas que adornaban la parte superior.

—No podrá usarlo, sus manos serán demasiado pequeñas— dijo NamJoon mientras cerraba la caja.

—Podrá usarlo luego— dijo sonriendo —Pueden tomarlo como una parte de la dote de tu hermana.

Su madre estaba empeñada en casar a alguno de su sangre con familias nobles, si bien su ambición no la llevaría mucho más allá de su pobre villa, al menos esperaba que alguno de sus hijos obtuviera un asiento junto a sus dirigentes.

—¿Aún crees que será una mujer? — preguntó NamJoon extendiendo su mano para tocar el muy abultado vientre de su madre.

—Con suerte será una hermosa alfa— dijo con orgullo —De esa manera podremos emparejarla sin problema con el omega que BaekHyun ha dado a luz esta mañana.

—Tienes planes muy grandes para esa pobre criatura que aún no ha visto siquiera la luz del día— le sonrió negando con la cabeza —Iré a entregar lo que me pides, madre.

La mujer dio una cariñosa palmada en el rostro de su muchacho y él se acercó más a ella, disfrutando del tacto gentil que su madre le ofrecía.

—Ve con cuidado.

Sin perder mucho más tiempo salió del taller con las manos bien ceñidas alrededor de la caja, sabía con certeza que su madre lo asesinaría con sus propias manos si perdía algo tan valioso como aquello.

En el camino se cruzó con un gruò de chiquillas omegas a quienes saludó por cortesía, causando en ellas soltaran unas cuantas risitas cargadas de ilusión. NamJoon se sabía atractivo, a sus doce años ya comenzaba a demostrar cualidades que muchos alfas no mostraban sino hasta los dieciséis, lo que hacía que bastantes omegas tuvieran su mirada fija en él; sin embargo, él seguía esperanzado a encontrar a su destinado, aunque todavía no lo lograba y muchos quisieron hacerle desistir de la idea algo en su interior le decía que no podía rendirse así que nunca aceptó ninguna de las propuestas de matrimonio que le fueron extendidas.

Sus pies se detuvieron abruptamente cuando llegó a casa de los Park, tocó suavemente la pesada puerta de madera y espero a que atendieran. En realidad, no pasó mucho tiempo, pero con el frío soplándole en la espalda se había sentido como una eternidad.

Park ChanYeol abrió la puerta, sonriendo de inmediato al ver al chiquillo frente a sí.

—Es una sorpresa tenerte aquí, NamJoon. Pasa, por favor.

El pelinegro entró, sintiéndose de inmediato más cómodo por la agradable temperatura que la chimenea del lugar proveía.

—Mi familia envía sus felicitaciones, mi madre me pidió que trajera este regalo para su cachorro — sacó la caja de madera que llevaba consigo y se la extendió a BaekHyun.

El omega estaba sentado en una silla de madera que se mecía de atrás adelante, frente al fuego; entre sus brazos sostenía con la mayor delicadeza a su primogénito que se alimentaba ávidamente de su pecho izquierdo. Como pudo, tomó la caja y la abrió, observando el magnífico regalo en su interior.

Desde aquel punto NamJoon era incapaz de verle el rostro al pequeño bulto por más que estiraba el cuello, pero sí que podía olerle a la perfección, olía a duraznos, miel y leche, definitivamente era un omega.

—Muchas gracias, tu madre ha sido siempre tan atenta — el menor sonrió levemente y miró a ambos padres —¿Te gustaría verlo? Su nombre es JiMin.

Asintió enérgicamente y ChanYeol soltó una risita por lo ansioso que le había parecido; NamJoon amaba a los cachorros y no podía perder la oportunidad de admirar al recién nacido. BaekHyun retiró las cobijas que cubrían el cuerpo del bebé y le hizo una seña para que se acercara.

El corazón de NamJoon dio un vuelco cuando miró directo a los ojos de aquella pequeña criatura; era simplemente el bebé más hermoso que había visto, su piel era clara y brillante, sus rosados labios estaban abultados en un puchero y NamJoon juró que estaba viendo pétalos de la flor más preciosa. Sin embargo, no era la belleza del cachorro lo que había detenido su corazón, sintió de pronto como los hilos invisibles que le ataban a la tierra eran cortados para ser reemplazados por la existencia del glorioso ser que tenía enfrente; quería encomendar su vida a él, quería protegerle y asegurar su felicidad. Nada más le importaba en esos momentos, solo él.

Las piernas del chico flaquearon y cayó de rodillas frente a BaekHyun, sus ojos se veían cristalizados como si estuviera a punto de llorar, mantenía su mirada fija en el pequeño JiMin y extendió los brazos inconscientemente para que le dejaran sostenerlo, BaekHyun se mostró algo desconcertado al principio y solamente entendió la situación cuando ChanYeol finalmente habló.

—JiMin es su predestinado— murmuró el padre del menor

El omega abrió los ojos bastante sorprendido y luego les miró a ambos, les sonrió con ternura y finalmente depositó a JiMin entre los brazos de NamJoon, este lo tomó con extrema delicadeza, como si fuera lo más frágil del mundo; de sus ojos brotaron unas cuantas lágrimas pues todos los sentimientos que estaban llenándole le abrumaban, le colocó frente a él y juntó su frente contra la del más pequeño, inhaló profundamente en un intento por llenar sus pulmones del dulce aroma de su omega y soltó una pequeña risa.

—Park JiMin — susurró su nombre como si fuera algo sagrado —Mi vida ahora te pertenece.

ChanYeol y BaekHyun se miraron entre ellos y sonrieron pues sabían que JiMin ahora tendría un protector que no dejaría que nada ni nadie le hiciera daño.

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El pesado libro cayó sobre la mesa de madera, era tan viejo y poco usado que levantó una capa de polvo, la arrugada mano del sacerdote se paseó por sobre las hojas, sus uñas puntiagudas y amarillentas golpeteaban el cuero que cubría la tapa, buscó entre las hojas lo que años atrás había leído y tronó los labios cuando encontró la inscripción.

Cuando la luna se cubra de sangre y el sol desaparezca justo después de haber ascendido, entonces nacerá el Alfa que no es Alfa, el Omega que no es Omega, su llanto arrastrara a las especies a un tormento infinito y, al igual que la luna que le vio nacer, todo su pueblo se teñirá de rojo.

—El Alfa que no es Alfa, el Omega que no es Omega ¿Qué puede ser entonces?

—¿Un delta, Su santidad?

El anciano negó con la cabeza mientras meditaba las palabras que yacían escritas, habían pasado dos noches desde la luna de sangre, esa mañana el sol había desaparecido como las escrituras lo predecían.

—Hemos terminado con los Deltas hace tiempo— cerró lentamente el libro y miró a su acompañante, el rey —No podemos dejar que la desgracia caiga sobre nosotros.

—¿Qué debemos hacer entonces? ¿Qué es lo que la madre Luna querría?

—Necesitamos acabar con todos los infantes que han nacido en este par de días.

—¿Iniciar una cacería?

El sacerdote asintió y el rey luego de pensarlo por un momento coincidió con su razón, movilizando a sus tropas.

—Enviaré cuervos a los demás reinos.

—Debemos matarlos a todos, no debe quedar uno vivo.

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Los gritos en la cabaña cercana llamaron su atención, NamJoon dejó su trabajo para asomarse un poco, pudo ver entonces a un puñado de la guardia entrando a la fuerza a la casa de HeeChul, el panadero.

—Por favor, mi esposa murió durante el parto, ella es todo lo que me queda. Ni siquiera nació el día de la luna de sangre.

El hombre rogaba mientras los miembros de la guardia tomaban a su pequeña en brazos, HeeChul se había lanzado al suelo implorando que la dejasen en paz, pero sus súplicas no fueron suficiente pues un hombre de la guardia, sin piedad, usó su afilada espada para cortar el cuello de la niña. Le entregaron el cadáver y pasaron a allanar la casa siguiente, NamJoon observó con horror cómo sacaban a los gemelos de apenas dos meses y repetían la acción.

Su madre llegó corriendo hasta él con el rostro bañado en lágrimas y una mueca de desesperación, sosteniendo su vientre. La orden era asesinar a todos los pequeños de hasta tres meses de nacidos por lo que HyeJin estaba a salvo; sin embargo, no lo estaban los demás niños de la aldea, le tomó un par de segundos hilar sus ideas, la impresión y el nerviosismo no lo dejaban pensar con claridad.

—JiMin.

Fue todo lo que su madre tuvo que decir para que su lobo reaccionara y le hiciera salir corriendo hacia la casa de los Park. Su sangre bombeaba con fuerza dentro de sus venas y su estómago se retorcía, víctima del miedo y el enojo que le causaba la idea de que su omega pudiese ser lastimado.

Entró sin permiso alguno, derribando la puerta, para luego disculparse con ChanYeol con una mirada. BaekHyun se encontraba en una esquina, mantenía a JiMin contra su pecho y lloraba por el terror que le causaba la idea de que se lo arrebataran, el pequeño lloriqueaba también al sentir el miedo de sus padres fluyendo en olas intensas en el interior de su ser.

—¿En dónde están?— preguntó el mayor de ambos alfas

—No tardarán.

—BaekHyun, pon a JiMin a salvo, intentaremos ganar algo de tiempo ¿Sí?

No era común que hubiera enfrentamientos entre las guardias reales y los habitantes de un reino, principalmente porque los ciudadanos estarían en desventaja frente a ellos; los soldados de la guardia eran alfas de sangre pura, mucho más fuertes que un alfa promedio y con los instintos mucho más desarrollados, de esa manera era más fácil someterse a ellos.

ChanYeol no era un alfa de sangre pura, si era el dirigente de aquella villa era porque su amabilidad y los estrechos lazos que había creado con las personas se lo había ganado, no porque fuera el fruto de la semilla esparcida de manera ilegitima por alguno de los siete reyes o algún hombre de casa noble. No tenía a su favor la fuerza ni el amparo de un buen apellido, pero no permitiría nunca que tocaran a su familia.

Sin decir mucho, ni detenerse a pensar en las consecuencias, se transformó por primera vez en tres años había abandonado su forma lobuna cuando él y BaekHyun decidieron que querían empezar a envejecer juntos. Ahora, tenía que romper el pacto que los dos habían sellado con sangre para brindarle protección a su omega y a su cachorro.

El enorme lobo gris salió de la casa destrozando parte de esta a su paso, observó a los miembros de la guardia acercarse y gruñó desde lo profundo de su pecho en señal de advertencia, fue ignorado cuando parte de los hombres frente a él se transformaron también y le retaron a su manera.

ChanYeol no dudó en lanzarse con toda la intención de morder la yugular de aquellos lobos que representaban una amenaza; sin embargo, durante su cólera, pasó por alto al alfa que no se había transformado y que entró de manera agresiva y apresurada por la puerta maltrecha de su casa.

NamJoon no era tan agresivo, al ser joven y bien educado por un maestro de moneda y una antigua dama de compañía de una princesa, creía firmemente en el poder de la palabra y quiso intentar dialogar, contrario a los deseos de su mente, su lobo interior reaccionó de inmediato cuando el hombre se acercó peligrosamente a JiMin y trató de arrebatarlo de los brazos de BaekHyun.

Sin poder controlarlo se transformó en el enorme lobo de pelaje cobrizo que era, más grande en tamaño que la mayoría de los demás de su edad; se colocó delante de su omega, gruñendo incontrolablemente como advertencia, sin miedo a mostrar sus enormes y relucientes colmillos blancos.

Tenía el lomo erizado, y estaba inclinado hacía enfrente en posición de ataque, esperando para lanzarse hacía él en el momento en que hiciera un movimiento súbito en contra del recién nacido.

Cuando el guardia comenzó a transformarse, NamJoon actuó con rapidez y se lanzó sobre el lomo de este sin darle siquiera tiempo para reaccionar debidamente.

Los gruñidos retumbaban de manera incesante en aquellas cuatro paredes; las enormes bestias se lanzaban mordidas que no eran nada premeditadas y que pretendían lastimar lo más posible la carne del contrario. Al final fue NamJoon quien alcanzó a morder con fuerza una de las patas de su rival, clavando los afilados dientes sobre él, atravesando con facilidad el pelo, la piel, desgarrando el músculo en jirones y partiendo a la mitad el hueso.

El lobo se tiró al suelo revolcándose del dolor, cosa que le permitió a NamJoon atacar directamente el cuello de su oponente, mordiendo con tanta fuerza que pronto la sangre comenzó a salir en borbotones, señal inequívoca de que había cortado certeramente la yugular.

La primera reacción de NamJoon al terminar la pelea fue girar hacia donde se encontraba BaekHyun para asegurarse que JiMin se encontraba a salvo, olfateó el pequeño cuerpo y movió la cola como muestra de felicidad al saber que nada le había pasado a su omega.

ChanYeol entró con prisa al lugar y sin esperar un segundo se lanzó frente al cuerpo de su pareja, bajó la confusa mirada de su omega; BaekHyun observó horrorizado como una gran flecha se clavaba en uno de los costados de su alfa, atravesándolo casi de extremo a extremo, Chanyeol cayó pesadamente en el suelo, mientras NamJoon lo golpeaba suavemente, pero con rapidez con su hocico tratando de hacer que se levantara.

La respiración del lobo gris se volvía más pesada y lenta cada vez, además de que la sangre estaba obstruyendo sus conductos nasales, lo que le hacía sacudir la cabeza cada tanto en buscar de expulsarla por completo; los quejidos del alfa fueron en aumento y se combinaban amargamente con los llantos de BaekHyun.

El omega se arrodilló junto al cuerpo agonizante de su pareja y con cuidado le acarició la cabeza.

—Levántate, ChanYeol, por favor levántate. Hazlo por mí y por tu cachorro— le imploró entre lágrimas.

ChanYeol le miró directamente a los ojos y una gran lágrima resbaló con lentitud por su hocico hasta llegar al suelo, fundiéndose con la sangre que ya comenzaba a formar un charco alrededor de las piernas del omega.

El lobo se pegó aún más a BaekHyun y este rompió en llanto cuando los ojos grandes del animal finalmente se cerraron.

Los gritos del exterior se habían visto ensordecidos, pues el omega no escuchaba ni veía con claridad debido al desgarrador dolor que se extendía por su pecho, amenazando con acabar con su vida en ese preciso instante. Una parte de sí le había sido arrebatada, pero no permitiría que se llevaran lo único que le quedaba.

Ellos no iban a irse de allí sin cumplir con lo que habían ido a hacer, así que BaekHyun no pensaba dejar que extinguieran la vida de su cachorro y sabía que NamJoon tampoco lo haría. El omega entonces se las ingenió para montar al bebé recién nacido sobre el lomo del lobo cobrizo, este le miró esperando a que también se subiera ¿Quién más cuidaría de JiMin si no era él? Necesitaba a su padre.

—Cuídalo, NamJoon.

Luego de decir aquello, BaekHyun se transformó con las pocas fuerzas que quedaban en su cuerpo; sabía perfectamente que no podría dar gran pelea pues su cuerpo aún estaba resentido y débil por el parto, pero aquello no lo detuvo; él tenía que conseguirles a NamJoon y a su cachorro el tiempo que fuera necesario para que escaparan, se llevaría a sí mismo al límite del dolor, lucharía todo lo que pudiera para que JiMin sobreviviera.

En cuanto BaekHyun salió al encuentro con la guardia, NamJoon echó a correr en dirección al bosque sin mirar atrás, sin pensar en su propia familia, sin pensar en los otros niños que probablemente morirían aquella noche, por su mente simplemente cruzaba una sola cosa; el bienestar de JiMin.

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—¡Mi Señora, la guardia de una de las aldeas vecinas ha entrado a la fuerza en nuestro territorio!

La mujer de largos cabellos azabaches se levantó de inmediato, dejando su hijo en el suelo mientras este la miraba con curiosidad, no pasó mucho tiempo antes de que una de las sirvientas se lo llevara de ahí a pesar de los lloriqueos del pequeño alfa.

—¿Qué es lo que demandan?

—Quieren ver a todos los cachorros nacidos recientemente, hablan de una profecía de destrucción, dicen que deben matarlos.

La mujer salió casi corriendo de sus aposentos mientras vociferaba instrucciones para la protección de sus dos pequeños hijos, cuyos llantos incitados por la conmoción en la fortaleza resonaban en todos los pasillos de la propiedad.

Se montó en un caballo y cabalgó a toda prisa hacia uno de los claros que conectaban a su pueblo con la aldea contigua, con una pequeña guardia detrás de ella que estaban más que dispuestos a ofrecer su vida a cambio de la de su dirigente.

El campo de pasto amarillento estaba cubierto por una espesa bruma, el aire gélido de la primera hora de la mañana calaba los huesos; habían sido despertados sin aviso alguno por lo que la ropa abrigadora no había tenido cabida en su mente. De todas formas, si las cosas salían bien regresarían pronto a la calidez de la fortaleza, si las cosas salían mal, encontrarían calor en la batalla.

—Será mejor que se aparten del camino— exclamó el guardia a la cabeza —Son órdenes del rey JaeHo.

—Las órdenes de tu rey imbécil no tienen cabida en este pueblo— respondió la pelinegra, con una sonrisa cargada de amargura, su corazón siempre parecía bombear veneno cuando el nombre del rey era mencionado en su presencia

—Cuidado con sus palabras, Lady Sora— le advirtió uno de los hombres —Hablar así de un rey le podría costar la cabeza.

Una risita se escapó de entre los labios de la mujer.

—Tú rey sobre el que tanto pregonas me mantuvo prisionera diez años, me violó hasta el cansancio y después me dejó ir con sus dos bastardos en el vientre. Perder la cabeza sería un precio muy pequeño a pagar.

El hombre que había hablado primero se aclaró la garganta.

—Estamos hablando de un bien mayor, si el niño sigue creciendo va a llevarnos a todos a la perdición. La profecía de la luna de sangre no puede ni debe ser ignorada.

—Prefiero lidiar con eso antes que matar inocentes que no son conscientes del destino que se ha escogido para ellos.

—Ignorar la profecía solamente hará que la desgracia caiga sobre ustedes y si no la pueden parar nos arrastrarán a nosotros también.

Sora se enderezó en la silla y los miró con determinación, solamente aquel movimiento hizo que su propia guardia se preparara para desenfundar las espadas, no lo harían hasta que ella diera la orden, pero estaban preparados para atacar.

—Las profecías pueden ser interpretadas de muchas maneras. No sacrificaré a mis hijos ni a ningún habitante de este pueblo por miedos infundados. Si JaeHo quiere enfrentarse a mí que venga él mismo. No me esconderé ni cederé a sus amenazas, pero si ustedes se atreven a dar un paso más no quedará vestigio de su cuerpo al cual puedan darle una sepultura

—¿Estás dispuesta a condenar a todos? — la alfa se mantuvo imperturbable, no contestó siquiera la pregunta pues sabía que el contrario conocía su respuesta —Cuando tu pueblo esté ardiendo no busques ayuda con nosotros. —

—Si mi pueblo arde voy a arder con él. Jamás pediría ayuda a una escoria como lo es tu rey.

Los miembros de la guardia retrocedieron sin darles la espalda hasta estar lo suficientemente lejos de ellos. Ante la victoria que consiguieron sin necesidad de usar la fuerza, todos regresaron por donde habían venido, una vez llegaron nuevamente al pueblo se encargaron de correr la voz acerca de las oscuras intenciones del rey JaeHo y la guardia se encargó de pregonar acerca de la valentía se su dirigente, misma que fue aplaudida y agradecida por la gente.

El alba había llegado en compañía de Sora, los rayos del sol duraban poco tiempo en el firmamento pues el invierno estaba cerca y las nubes pesadas y cargadas de agua lo cubrían después de medio día. La pelinegra regresó triunfante a la fortaleza, dirigiéndose de inmediato a los aposentos de sus dos hijos que la esperaban curiosos en brazos de sus cuidadoras.

Dejó un beso en la frente de ambos cachorros y acarició sus cabellos, sintiéndose aliviada por su bienestar; su labor de madre fue interrumpida por la pesada puerta abriéndose, entrando por ella la mujer omega de largos cabellos rojizos que fungía en su consejo como la voz del viento, llevando y trayendo información de utilidad.

—La guardia ya está haciendo las rondas, mi señora. Los cachorros estarán a salvo.

Sora asintió, suspirando con pesadez antes de hacerle una seña a las cuidadoras para que se llevaran a los niños a jugar a otro lado.

—¿Sucede algo, mi Lady?— cuestionó con curiosidad la de cabellos de fuego —Luce algo preocupada.

—Sé que los cachorros estarán a salvo, pero ¿Y nosotros? He pensado en que podría suceder si las profecías de ese libro resultan ser ciertas.

La omega ladeó la cabeza, mirándola fijamente, tratando de descifrarla.

—¿Qué mal podría hacer un bebé? Apuesto a que no sería nada tan grande como para que no podamos combatirlo; tiene un buen número de tropas aquí en Wolfcall dispuestos a pelear y las casas que le han jurado lealtad al padre de sus hijos también la protegen a usted.

—Realmente espero que tus palabras sean verdaderas— le sonrió suavemente —Porque solo la madre luna podrá ayudarnos en caso de que se desate una guerra si es que he cometido una equivocación.

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SiWon se encontraba en el bosque tratando de cazar algún animal que pudiera llevar a casa para la comida, habían pasado un par de meses desde que SungRyung y TaeHyung estaban viviendo con él y la mujer necesitaba alimentarse de algo que le nutriera lo suficiente para producir leche y amamantar a su bebé.

Estuvo contento cuando logró atrapar un pequeño ciervo y un par de conejos, no era el jabalí que tanto le gustaba a SeungRyung, pero con aquello le bastaría a ella para al menos unos días más; él se encontraba bastante a gusto comiendo frutas que eran más fáciles de recolectar, a veces se escabullía hasta las aldeas cercanas para hurtar algo de pan rancio o cerveza, claro que SeungRyung insistía en que comiese algo de carne pero él insistía en estar bien comiendo apenas unos trozos de carne que la mujer le obligaba.

Entró a la cueva con los animales en el saco de piel que cargaba en la espalda, lo dejó caer al suelo mientras sonreía, orgulloso de poder cazar sin necesidad de tener que transformarse para ello, demostrando ser un perfecto protector.

—¡Oh, SiWon! ¿Te ha sido difícil encontrarlo? — preguntó SungRyung mirando la carne con curiosidad

—Tardé un poco, pero atraparlo fue bastante fácil, son bastante dóciles cuando son pequeños.

—Voy a cocinarlo ahora mismo, así puedes comer algo, debes estar hambriento.

SiWon sonrió y asintió, no quedándole más remedio que aceptar el ofrecimiento, pues no podía pelear con SungRyung, al final ella simplemente lo obligaría a comer. El hombre se acercó a la pequeña cuna hecha de ramas en la que se encontraba TaeHyung, sonrió al verlo despertar y sin pensarlo le tomó entre sus brazos.

El hombre no era un experto en los temas de la paternidad, le había tomado una semana entera aprender a sostenerlo de manera correcta, pero el pequeño rubio se había ganado el corazón de SiWon con su mera existencia, aunque las sonrisas que profesaba mientras dormía en sus brazos quizás habían tenido algo que ver en el asunto.

—Hola, pequeño.

Le meció un poco mientras escuchaba sus pequeños ruiditos de bebé, vagos suspiros y quejidos propios de su edad.

Cuando los había rescatado se mostraba algo renuente a él, algo sobre su energía le daba un mal presentimiento y el hecho de que hubiera nacido en una noche marcada con tan males augurios sellados en tinta no mejoraba su percepción hacía el chiquillo; sin embargo con el paso del tiempo y una vez escuchó de labios de su madre la historia detrás de su nacimiento incluso se sintió identificado con él pues ninguno de los dos había pedido ser lo que eran, simplemente se les había impuesto ese destino.

La profecía de la luna de sangre no era poca cosa y SiWon podía sentir que su pequeño niño de cabellos de sol estaba destinado a grandes cosas y así como le llenaba el pecho de orgullo también se lo llenaba de miedo pues no sabía si esas grandes cosas se encontraban detrás de una vida dura.

Esperaba que no fuera de ese modo, suficiente tenía el niño con haber nacido con un destino tan pesado sobre sus hombros, él haría lo necesario por mantenerlo fuera de peligro; quizás si lo mantenía siempre en aquel lugar nada malo le pasaría, ni a él ni a nadie que pudiera salir lastimado por la profecía.

Su dedo acarició con suavidad el rostro del bebé y sonrió cuando este se sacudió su toque con una mueca.

Era demasiado frágil, como lo era también el telar del destino, pero se preguntaba como una criatura tan hermosa como aquella pudiera traer bajo su brazo tan ominosos presagios.

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