c u a r e n t e n a | día II.
Su fiebre estaba alta.
Sus ojos ardían y estaba todo irritado. Tanto su piel, como él mismo.
Su mamá le compró un helado para personas con diabetes, y le puso una vela de mentiras. Sólo pudo comer unas pocas cucharadas porque se sentía mareado y quiso salir corriendo, aunque mejor no, porque no tenía la energía para siquiera hablar.
Al rato, escuchó a su mamá hablar con personas por su teléfono, sobre su fiesta y que estaba cancelada por su culpa de su enfermedad.
—Todo es tu culpa, sarampión.
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