
Capítulo 2
Después de lo que pasó esa noche no pude dormir, estuve horas pensando en la sangre de ese perro en mis manos, también en cómo golpeó la reja para liberarse. Se lastimó a si mismo y parecía que no le importaba sus heridas. Luego de envolver el cuerpo del animal con una bolsa grande de basura, le di un poco de comida a Nieve para tranquilizarlo.
Al día siguiente, Zoe abrió la puerta de entrada y velozmente fui a recibirla con una sonrisa nerviosa.
—Buenos días —saludó al entrar teniendo unas cuantas bolsas en sus manos—. Te traje el desayuno Lance.
—Gracias Z-Zoe —respondí como pude porque un extraño temblor se apoderó de mis manos. Ella volteó a verme con una sonrisa pero la misma se borró por alguna razón.
—¿Qué tienes? Estás más pálido de lo normal —dijo para luego bajar su vista a mi tembloroso cuerpo.
—Es que... hice a-algo muy malo —contesté agachando la mirada.
—¿Algo malo? ¿Qué hiciste? —Ella frunció el ceño confundida. Yo solté un suspiro para luego tomarla de la mano y llevarla a la parte de atrás, allí le mostré la bolsa negra y la desaté.
—¡Dios! —exclamó retrocediendo unos pasos mientras se cubría la boca con sus manos. Después me miró fijamente entre sorprendida y asustada.
—¿Lo mataste? —logró decir apenas.
—No, no fue a propósito, el... el perro comenzó a golpear la reja y...
—Estás mintiendo, yo lo conocía muy bien y era dócil e inofensivo —me dice manteniendo los dientes apretados.
—Escucha, e-empezó a golpearse contra la reja hasta... que se liberó y me atacó, entonces tuve que-
—No debí traerte aquí, fue un error —murmuró mirando a un lado, haciendo que me sienta terrible,. Somos mejores amigos tal vez un poco más pero ella no cree en mí.
Zoe me dejó sólo en la parte de atrás mientras miraba con más atención el cuerpo sin vida. Algo me llamó la atención en ese momento, los ojos de esta raza deberían ser marrones pero los tiene azules, además están inyectados en sangre.
—Esto es muy raro —murmuré y decidí buscar a Zoe para que mire esto, tal vez ese perro tenía algo que lo hizo comportarse así de agresivo.
—Zoe, quiero que veas algo —dijo cuando llegué a lado pero sólo me ignoró—. Hey, te estoy hablando —insistí. Entonces fue cuando me entregó las cajas con mis pertenencias y luego la pequeña correa que le colocó a Nieve.
—No quiero más problemas, por favor vete —trató de sonar lo más seria posible pero pude notar un poco de debilidad en su voz.
—Pero-
—¡Zoe, necesito ayuda! —exclamó un muchacho, este traía un Pastor alemán en brazos.
—Los doctores aún no han llegado y yo sólo me ocupo de vender los alimentos –respondió ella.
—Yo voy a revisarlo —interrumpí la conversación, es una buena oportunidad de poner en práctica lo que sé—. Deja al perro sobre la mesa —le indica Zoe y parece que ambos ya se conocen por la forma en la que hablan sobre el animal.
—Soy Antony, amigo de Zoe —se presentó extendiendo su mano hacia mí.
—Lance —contesté solo con mi nombre y comencé a revisar al Pastor. Miro al animal detenidamente hasta ver sus ojos, son marrones, continué examinándolo pero no encontré nada.
—¿Qué pasó? ¿Comió algo que le hizo mal? —pregunté mirando a Antony. ¿Por qué Zoe nunca me habló de él?
—No, nada, sólo su alimento. Salimos a correr como todas las mañanas pero él cayó dormido en medio del parque —me explicó.
—No sé lo que tiene —negué soltando un suspiro. En ese momento Nieve comenzó a gruñir estando en los brazos de Zoe.
—No pasa nada. —Lo acarició intentando calmar a la bolita de pelos pero él seguía molesto. En eso, noté que el perro comenzó a mover las patas rápidamente, estando recostado sobre la mesa de metal, al igual que la cola. Empezó a gruñir mostrando sus dientes y, sin ninguna advertencia, el gran animal se levantó de la mesa para atacar a su propio dueño, sus dientes se enterraron en el brazo izquierdo de Antony mientras Zoe gritaba asustada.
Tomé una correa y la envolví por el cuello del perro para arrastrarlo a la parte de atrás con dificultad y lo encerré en una jaula. El Pastor comenzó a labrar ferozmente, su baba caía en el suelo y también salpicaba hacia mí. Pude notar que sus ojos ya no eran marrones sino que azules al igual que el otro perro, me acerqué a la reja para asegurarla, coloqué una madera cruzada y ese perro intentó atacarme también.
—Esto se ve mal. —Corrí lo más rápido que puede para encontrar a Zoe envolviendo el brazo de Antony con una venda luego de desinfectarla.
—¡Ah duele! —dijo molesto apartando su brazo de ella.
—Ya sé pero si no me dejas curarte será peor —respondió Zoe dándole un suave golpe en la cabeza.
—Zoe —dije interrumpiendo.
—¿Qué quieres Lance? —contestó con cierto fastidio.
—Bueno... y-yo.
—¿Qué le hiciste? —Antony vino hacia mí y me empujó con fuerza haciendo que me golpee contra unos estantes que se encontraban en la pared cerca de la puerta—. Mi amigo nunca me había mordido, ¿qué le hiciste? —Luego me dio un golpe en el rostro haciéndome caer al piso.
—Tony ya basta —salió Zoe en mi defensa colocándose en su camino.
—¿Estás bien? —me preguntó cuando se arrodilló a mi lado.
—S-Sí —asentí sintiendo el sabor de la sangre en mi boca—. Escucha. No sé lo que tiene tu perro pero algo hace que se comporte agresivo, por eso te mordió... Sus ojos eran marrones y ahora-
—Quiero verlo. —Antony caminó hacia el fondo decidido sin que pudiera detenerlo.
—¿Dónde está Nieve? —le pregunté a Zoe la ver que no tenía mi gatito en sus brazos.
—Está dentro de esa cajita —me indicó con la mirada. En ese momento escuchamos un grito que nos alertó.
—Quédate aquí —le ordené. Entonces fui a la parte de atrás y al abrir la puerta, encontré a Antony en
una esquina temblando de miedo. Todo su cuerpo está cubierto de sangre.
—Mi perro, m-mi perro —dijo entre balbuceos.
—Tranquilo. —Lo tomé de los hombros para calmarlo un poco, en eso veo a una bola de carne viva y de sangre en donde se encontraba el Pastor Alemán, la misma tiembla un poco y su tamaño aumenta cada vez más.
—¿Q-Qué es... qué es eso? —dije teniendo mi respiración agitada, los pálpitos de mi corazón aumentaron drásticamente.
—¡Eso es mi perro! —exclamó Antony—. Me acerqué al verlo y su piel se le comenzó a caer y... y... s-su sangre me salpicó.
Esa bola de carne comenzó a golpear la reja con fuerza y logró abrirla, retrocedí lentamente al igual que Antony, él estaba igual de asustado que yo. Esa cosa quedó quieta por un momento, la carne comenzó a hacerse negra por completo mientras que su tamaño incrementaba, era tan grande como un sillón. Dejó de crecer y para entonces tenía un color negro mientras que en el aire se sentía un olor putrefacto.
—¿Qué es eso? —nos preguntábamos los dos. Mi corazón iba a mil y aún más cuando unos golpes se escucharon, proveyendo de esa cosa negra. La carne se veía dura y lo comprobé cuando comenzó a agrietarse porque algo... está golpeandolo desde adentro y quiere salir. Ese cascarón termina de romperse y todo en su interior está oscuro.
—Eres un doctor, ¡dime lo que está pasando! —me ordenó Antony estando alterado.
—No soy un doctor pero sé que esto no es natural —contesté teniendo mi mirada fija hacia adelante.
Desde la grieta surge el mismo perro pero ahora esta muy cambiado, su pelaje tiene un color marrón rojizo, sus garras son negras y afiladas. Pero lo que más nos asusta son sus grandes colmillos, los cuales vemos a la perfección porque son sobresalientes y nos está gruñendo. Su tamaño también es aterrador porque es igual de grande que un león adulto y sus ojos permanecen azules.
—¿Qué le pasó? —preguntó Antony asustado, él estaba a punto de echarse a correr.
—Ya no es un perro. —Rápidamente abrí la puerta y la cerré con llave luego de sacar a Antony de ahí adentro. Sostuve la puerta y ese monstruo la golpeó con fuerza haciendo que la parte de la cerradura se agriete.
—¿Qué está pasando? ¡¿Y esa sangre?! —preguntó alterada Zoe al ver a Antony.
—Su perro se convirtió en un monstruo —pude decir estando agitado.
—Chicos, si esto es una broma no es nada graciosa —habló ella cruzándose de brazos.
El perro monstruo golpeó la puerta de nuevo y la cerradura terminó cediendo, Zoe gritó al ver a ese perro asesino mientras Antony salió corriendo de la tienda. Yo la tomé de la mano y con la otra a Nieve.
Corrimos hacia el callejón en donde Antony bajó la escalera para subir a la terraza, ese perro rompió el cristal de la tienda y nos persiguió. Cuando ya estuvimos a salvo en la terraza, el monstruo levantó su mirada hacia nosotros y soltó unos gruñidos muy fuertes mientras que su lengua, la cual era larga como la de un lagarto, se movía de un lado al otro. Ese perro corrió hacia una dirección desconocida perdiéndose entre los edificios, si intentó atacarnos estoy seguro que atacará a todas las personas que encuentre en su camino.
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