CAPITULO 6
Omer
Los ánimos dentro de la mansión no han sido los mejores. Mi padre ha estado encerrado en su oficina y cada tanto se escuchan maldiciones, aparte que ha salido más veces en las noches y no estoy seguro de hacia dónde se dirige.
Cuando estaba en Alemania, pude saber de sus pasos por uno de sus guardias, pero como ahora su aliado italiano ha sido atrapado, ha desaparecido cualquier conexión con él, "eso incluye a los hombres que lo acompañaban a esas reuniones".
Mi teléfono suena y contesto al ver que es Elena — No espere tu llamada.
—¿Qué otras cosas sabes de mi hermano que no me dijiste ese día? —la voz de Elena suena tensa y preocupada, con cierto toque mínimo de temor, "así que ya se ha dado cuenta", con pesar respondo.
—Aparte de planificar todo para la trata, en los clubes pedía mujeres con ciertas características.
—¿Qué características?
—Cabello negro largo, curvilínea y de piel blanca —explico —debían llevar los ojos vendados y no hablar —el silencio perdura varios segundos hasta que escucho pasos alejándose —supongo que con quien hablo ahora es Federico Ciprianno.
—¿Hay algo más? —pregunta con calma, pero sé que solo es una tetra, "el hombre debe estar con unas ganas de matar inmensas".
—Aparte de eso, no —contesto.
—Bien, gracias por la información —cuelga y veo el teléfono —los peores golpes lo recibimos siempre de los más cercanos —susurro.
—¿Omer? —me llaman y al girar veo a Amelia —¿sucede algo? —niego.
—Nada grave —guardo mi teléfono —¿pudiste averiguar algo? —ella asiente y me entrega una carpeta.
—Ha estado yendo a varios de nuestros clubes, pero nadie se ha acercado, ni ha hablado con alguien en esas visitas —expone mientras veo las fotografías —y tampoco es como que vaya a tener sexo con alguna de las mujeres de ahí. Solo va, toma su trago, ve el espectáculo y después de un tiempo se va.
—Esta en reunión —respondo y señalo una de las fotografías —¿ves al hombre de al fondo? —Amelia agarra la foto y frunce el ceño —esa misma figura se repite en todas las fotos —Amelia las va observando una por una.
—No entiendo —dice —¿Cómo haces una reunión sin acercarte? ¿Cuál es el punto?
—Se vuelve una comunicación por señas y dejar rastro —digo —un movimiento, un pedido de trago especifico, algo escondido para después que lo recojan. Son movimientos encubiertos que muchas veces empleamos para no ser atrapados.
—Pero no sabemos quién es el otro participante —aclara —en todas las fotos se mantiene en la oscuridad.
—Para eso existe la tecnología —respondo —ven, sígueme —ambos nos dirigimos hacia las escaleras.
—Omer —nuestros pasos se detienen y giramos en dirección a la voz de mi padre. Amelia como es costumbre baja la cabeza y se coloca con la espalda hacia la pared —prepárate, tenemos un almuerzo con los Aponte.
—Estoy ocupado.
—No es pregunta, es una orden —mira hacia Amelia —si tienes tiempo para perder, ve con los perros y entrena, que si bajas de habilidad te retiro de la escuela de medicina y te mando a las fosas, ¿entendiste?
—Si jefe —Amelia se retira rápidamente y yo bajo con ella acercándome a mi padre.
—Deja de hablarle de esa forma, es una persona no un puto animal.
—Es una subordinada más.
—Su apellido forma parte de las familias pilares —refuto.
—Eso fue antes de que uno de los suyos cometiera traición y se los rebajara a lo que son ahora.
—No puedes castigar a todos por el error de uno —reniego —por alá, deja de ser tan intolerante y empieza a mostrarle al menos algo de respeto por el simple hecho de ser una persona —mi padre solo muestra una expresión de seriedad.
—Por esa forma de pensar es que te llegarán a pasar por encima —me dice.
—O tal vez me gane la lealtad de todos y no solo su temor —le contradigo.
—Ten esto en claro Omer —dice —el temor es la única vía para controlar y seguir en la cima de este lado del mundo. Sin el, solo te convertirás en el montón de idiotas que creyeron en la lealtad y al final acabaron con un puñal en la espalda —por solo segundos su tono se vuelve más amargo —créeme, la lealtad es maleable el temor no.
—Pues no estoy de acuerdo y juro que te lo demostraré —una sonrisa ladina se forma en sus labios.
—Ya veremos —me señala las escaleras —sube, no quiero llegar tarde al almuerzo —se gira y vuelve a entrar en su oficina dejándome en medio de la sala, "¿Qué habrás pasado para que pienses de esa forma, padre?".
Llegamos puntuales a la mansión de los Aponte, dos sirvientes le abren la puerta al auto donde van mis padres y como siempre, los veo interpretando su papel de pareja perfecta y solida —espero que sea un almuerzo corto —dice Deniz.
—Ya somos dos —lo apoyo mientras ambos bajamos de mi auto. La cabeza de los Aponte nos ve y con felicidad falsa viene y nos saluda.
—Mira Emir que ya tus hijos son todos unos hombres —comienza con sus halagos —fuertes e inteligentes, dignos de llevar tu apellido —hago una pequeña inclinación de cabeza a modo de saludo —ya veo nuestro futuro brillante cuando nos convirtamos en familia —"ya empezamos", pienso.
—Aún es pronto para hablar de eso —respondo lo más cordial posible — hay cosas que necesito hacer antes de contemplar el matrimonio —la mirada de mi padre se endurece y la felicidad del señor Aponte disminuye con mi comentario.
—Pasemos al comedor, no queremos que la comida se enfríe —interviene la señora Aponte cortando el momento incomodo.
Suleiman y Fátima Aponte son ahora la cabeza de la segunda familia más importante de la maffiya, ambos tienen dos hijas a las cuales mi padre vio como excelentes candidatas para elegir como nuestras futuras esposas. Hijas que desafortunadamente están muy dispuestas a aceptar tal matrimonio.
—¿Alguna idea para acabar esto rápido? —susurra Deniz.
—Aguantar y rechazar con cortesía —digo —a no ser que hayas cambiado de parecer y quieras casarte con Dalia y no con Amelia —este me mira con el ceño fruncido y me pega un puñetazo en el brazo lo que me hace reír.
—Sabes bien que mis sentimientos por Amelia son serios —me regaña —jamás la cambiaria por otra mujer.
—Lo sé —lo despeino y este me aparta refunfuñando.
Mi hermano siempre le ha gustado Amelia y para su suerte ese sentimiento es correspondido en la misma medida.
Ambos han sido unidos desde que Amelia y Celdric se mudaron a la mansión cuando sus padres fueron ejecutados por el error de un familiar, error que hasta el día de hoy todos han ocultado ya que, según las lenguas, es una mancha muy grande para la maffiya.
Por más que investigué jamás supe que pasó, pero a lo poco que se habla sucedió en la época en la que aun éramos aliados de la Bratva y Famiglia.
Cuando mi hermano viene a sentarse a mi lado Dilara aparece y se da a entender que quiere ese asiento, Deniz como caballero cede y le ayuda a tomar el lugar al lado mío. Noto como la hermana pequeña de Dilara se sienta al lado de Deniz y al ver hacia mi padre este muestra una expresión complacida, "maldito viejo".
—Espero que disfruten de la comida —dice la señora Fátima mientras que los sirvientes comienzan a dejar los platos frente a nosotros.
—¿Has oído las noticias Emir? —habla el señor Suleiman —dicen que Giulio Bernardi colocó a su hija como la próxima líder —empieza a reír —puedes imaginar eso, una mujer en el papel de un hombre.
—Giulio siempre fue demasiado sentimental —contesta mi padre —estoy seguro que lo hizo porque aún no supera la muerte de su primera mujer.
—Esa mafia está destinada al desastre —tomo un sorbo de agua —sin orden, ni reglas —niega tomando un sorbo de agua —la mujer está destinada a la casa, a atender a su marido e hijos, no están hechas para negocios de hombres.
—Pues lo que he oído, Elena Bernardi desempeña un excelente papel en el bajo mundo —comento cortando un trozo de carne.
—Omer —habla mi padre.
—No por nada es conocida como la Ninfa della morte —como la carne y lo miro —aparte claro de ser la creadora de varias drogas que rondan el mercado negro y que ha monopolizado el mercado de medicamentos en toda Europa.
—¡Omer! —habla más fuerte mi padre.
—Dime padre —le respondo con falsa cortesía. Su mirada me fusila, pero yo no vacilo ni me retracto —a mi parecer señor Suleiman —giro a volver a verlo —yo estoy más que encantado con ese movimiento, ya que le están dando la oportunidad a las mujeres de expandir sus habilidades y no solo estancarse en labores hogareñas —mi madre solo niega muy levemente sabiendo que mis palabras solo empeorarán el ambiente.
—Yo también pienso lo mismo —apoya Deniz —tu padre haces algo parecido ¿no? Después de todo convertiste a los únicos miembros vivos de los Topal en asesinos y guardias de la maffiya siendo de ellos una mujer.
—¡Es suficiente! —mi padre golpea la mesa y yo solo sonrío para mis adentros sabiendo que estamos estropeando su preciado almuerzo —los dos, síganme —se levanta y ambos lo obedecemos.
Llegamos al jardín de la casa y veo como saca un puro de su saco —¿Qué mierda fue todo eso?
—Solo expusimos hechos —respondo —a diferencia del señor Suleiman que solo exponía suposiciones idiotas —mi padre frunce el ceño, quiere golpearnos, pero eso dañaría la imagen perfecta que siempre desea reflejar.
—Irán adentro y se disculparan por decir todas esas tonterías.
—No —decimos al unisonó.
—No es opción, es una orden.
—¿Por qué me disculparía por exponer algo que es cierto? Hasta tú lo sabes —digo —creer que Elena Bernardi es inferior solo por ser mujer es la mayor estupidez que alguien pueda cometer.
—Me importa una mierda si la hija de ese imbécil es peligrosa —refuta —si aquí quieren llamarla puta que lo hagan. No voy a ponerme defender a una asquerosa italiana —mira hacia mi hermano —y peor aún me importa defender a los Topal, ellos se ganaron que todos los menosprecien.
—Amelia no hizo nada y es una mierda que ella y Celdric paguen por un error que ya se cobraron con sangre —mi padre agarra a Deniz de las mejillas.
—Ellos y los que vengan pagaran toda su vida, porque así lo decidí, ¿entendiste? —lo suelta —sácate las ganas de una vez con esa mujer y entiende que tu esposa será Dalia Aponte y que tu —me mira —te casaras con Dilara si es que deseas aun seguir siendo mi heredero —bota el puro y vuelve a entrar en la mansión dejándonos.
—Hay que movernos rápido hermano —dice Deniz con voz oscura.
—Lo sé —miro hacia donde mi padre entro —por ahora mantengamos las apariencias y no provoquemos al viejo —este asiente y ambos volvemos a la farsa, "no me importa ser tu heredero padre, porque así no me lo dejes, te quietare el poder, solo espera y veras".
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