En cuanto me explicó lo del taxi la comunicación se cortó y me quedé con las ganas de saber qué había ocurrido. No podía volver a dormirme así que me levanté y me preparé para el viaje. En vista de que debía hacerlo sola incluí un libro para el camino. Me duché y desayuné antes de salir hacia la estación de trenes. La emoción de subir en un tren que te llevará a un lugar desconocido es una de las más bonitas. Mi equipaje era escaso, pues en el lugar a dónde íbamos no podríamos salir a cenar porque estaba bastante aislado. Me senté en uno de los vagones y pasé el viaje leyendo y contemplando el paisaje a ratos. Se me hizo corto. En la estación me esperaba un hombre con un cartel en la mano con mi nombre escrito. Me acerqué y se presentó como el taxista que me llevaría a la cabaña. 

—La dejaré en la cabaña y la volveré a recoger a usted y su acompañante dentro de diez días —explicó mientras introducía mi maleta en el coche.

—¿Cuánto tardaremos en llegar? —pregunté al hombre.

—Póngase cómoda, son unas tres horas en coche. 

Me introduje en el vehículo y miré por la ventana mientras nos alejábamos de la estación y, más tarde, de cualquier vestigio de civilización. No fueron tres horas sino dos y media las que tardó en llegar, me dejó delante de una verja de hierro y se fue, alegando que ya le habían pagado y tenía prisa. Arrastré mi maleta por el camino de piedra que conducía a una puerta de madera. La cabaña era pequeña por lo que se veía desde fuera, pero acostumbrada a mi casita de ciudad, me pareció adorable. Toqué una campanilla situada en la entrada y esperé. Enseguida se oyó una voz desde el interior que me resultó conocida...

—¡Un momento, Trevor! —exclamó alguien. 

No podía ser, estaba teniendo una alucinación, porque quien debía estar en la casa era una mujer con las llaves... Pero se abrió la puerta y allí estaba él. Dylan recién duchado, con una toalla alrededor de la cintura, mirándome tan sorprendido como yo a él. 

—¿Qué haces aquí? —preguntamos a la vez.

—Yo venía a pasar unos días con Neira, pero ella llegará más tarde—expliqué—¿Y tú?

—Se supone que Trevor y yo pasaríamos unos días aquí, pero ahora mismo no sé dónde se ha metido.

Nos miramos a los ojos y los dos al mismo tiempo exclamamos

—¡Nos han tendido una trampa!

—Déjame soltar la maleta y pensamos qué podemos hacer —sugerí mostrando el equipaje que llevaba.

—Pasa, Zara, esto es bastante pequeño, sólo hay una habitación, un baño y una cocina. 

Entré y dejé la maleta en la puerta, con el corazón acelerado le pedí a Dylan que se vistiese mientras yo trataba de ponerme en contacto con un taxi para que nos recogiese. Habíamos caído en la trampa los dos, así que por lo menos había dos personas implicadas, Neira y Trevor, y no me extrañaría que Lara también se hubiese involucrado. Pero me las pagarían los tres. 

Mientras mi gigante se vestía yo intenté encontrar siquiera una pequeña señal de cobertura, pero por mucho que paseaba por aquí y por allá, salía fuera de la casa e incluso me alejé de ella, la señal brillaba por su ausencia. En ese aspecto no nos habían mentido.