Dylan me escuchó sin decir nada hasta el final, cuando una lágrima se escapó de mis ojos.

—Entiendo tus razones —dijo, acariciando mi mejilla— va a ser dura la espera. Pero te daré el tiempo y el espacio que necesitas. Solo quiero que me prometas algo: si tienes algún problema no dudes en acudir a mí.

Asentí con la cabeza, incapaz de pronunciar una palabra. Su mirada azul se clavó en mis ojos mientras sus manos retenían las mías con un gesto protector.

—¿Puedo pedirte una última cosa? —pronunció con voz temblorosa, acariciando mis manos.

—Sí, dime qué necesitas —respondí con apenas un hilo de voz.

Bajé la vista hacia sus labios, deseando probarlos una vez más. Mi corazón dejó de latir un instante hasta que habló.

—¿Me dejarías besarte sólo una vez más? —suplicó emocionado.

No pude encontrar mi voz para responder, pero me incliné hacia él hasta que nuestros labios se fundieron en un beso con sabor a despedida.

Al separarnos nuestras miradas se cruzaron un instante, cargadas de promesas futuras. Después mi gigante cambió la expresión vulnerable por otra protectora.

—Déjame invitarte a comer y te prometo que no te molestaré más —pidió en tono más distendido.

El momento íntimo que acabábamos de vivir quedó enterrado en nuestro corazón y él retomó el papel de protector. Pero acepté su proposición y comí con él para guardar esos momentos en mi memoria hasta que pudiera volver a su lado.

Me llevó a un restaurante pequeño, cerca de allí. De la mano, paseamos por la calle hasta llegar al local. La comida estaba deliciosa pero, por muy mala que hubiera estado, lo que me gustó en realidad fue su compañía. Atesoré cada instante hasta que me acompañó a mi casa.

Más tarde, sola en el sofá, me abracé a mi cojín favorito mientras recorría mis labios con los dedos, recordando el contacto con los labios de Dylan. Ahora tenía que empezar a trabajar en mí, rescatar a la Zara valiente y decidida. Ella estaba todavía dormida en mi interior pero pronto despertaría. Recordé que le había prometido a Lara llamarla para contarle cómo me había ido con Dylan, así que marqué su número.

—Hola, Zara. ¿Cómo estás? ¿Has podido hablar con él? ¿Qué te ha dicho? —me asedió con sus preguntas, consiguiendo sacarme una sonrisa.

—Estoy bien, mejor que bien. Sí que he hablado con él, hasta hemos comido juntos —repliqué intentando satisfacer su curiosidad.

—¡Tienes que contármelo todo! —exclamó emocionada—. Quiero saber todos los detalles.

—De acuerdo, pero mejor te vienes a mi casa y te lo cuento en persona —propuse, tentándola— ¡Tengo helado!

Diez minutos más tarde, Lara entraba por mi puerta y me abrazaba como si no me hubiese visto en años. Nos pusimos cómodas y le relaté lo sucedido con todo lujo de detalles. Ella me iba haciendo preguntas si algo no le quedaba claro, pero me escuchaba con mucha atención, logrando hacerme sentir valorada cuando me dijo que había sido muy valiente.

—No ha sido fácil, Lara, tenía mucho miedo. Ahora tengo que rehacer mi vida y recuperar lo que Mel me ha robado durante todos estos años.