—Para mí es muy doloroso hablar de lo que ocurrió con Trevor y su madre, por eso no te he dicho nada, no es desconfianza, pero parece que tú necesitas saberlo —murmuró con voz apenas audible.

—Quiero que me comprendas, Dylan, he sido engañada de la peor manera, Mel me ha mentido, secuestrado, engañado con otra mujer. Tengo miedo, eres un misterio y no sé lo que escondes de tu pasado—le confesé mostrando las palmas de las manos.

Dylan se pasó las manos por la cara, sus ojos mostraban desesperación, me di cuenta de que aquello le estaba costando mucho. Pero de un momento a otro, algo cambió en su rostro. Vi una determinación en sus ojos, me señaló el asiento que estaba ocupando hacía solo unos minutos y se aclaró la garganta.

—Bien, te contaré lo que quieras saber de mí si con eso estás más tranquila —afirmó decidido.

—Necesito saber todo de ti —dije, volviendo a sentarme.

Dylan se entretuvo con una servilleta mientras desgranaba su pasado. Me explicó su infancia en el barrio, envuelto siempre en peleas y tratando de sobrevivir en una familia desestructurada. Cuando salió del instituto tuvo que ponerse a trabajar de guardaespaldas con un comerciante. Eso lo llevó a ganarse una reputación que le hacía ganar mucho dinero, pero decidió estudiar para cambiar de trabajo. Estuvo trabajando y estudiando al mismo tiempo durante varios años, hasta sacarse la carrera de abogado. Después conoció a la madre de Trevor en uno de sus casos. Decidió protegerla a ella y su hijo, pues debía testificar contra un importante traficante.

—¿Qué ocurrió con ella? —pregunté sintiendo el aguijón de los celos.

—Traté de protegerlos a los dos, pero nos tendieron una trampa. No la pude salvar a ella pero a Trevor sí, tenía trece años, decidí adoptarlo.

Miró sus manos, mientras dos gruesas lágrimas escapaban de su control.

—Desde entonces vivimos juntos y soy su padre. Trabajo de abogado, pero a Trevor le gusta decir que soy guardaespaldas.

Se quedó callado de nuevo y consideré que, por el momento, no necesitaba saber nada más, puse mi mano sobre su brazo y le susurré las gracias. 

—Ahora que te has sincerado conmigo, quiero confesarte una cosa —añadí mientras aún tenía valor—. Estos días en tu casa me he sentido atraida por ti.

Miré si reaccionaba a mis palabras y me encontré con una sonrisa en sus labios.

—Lo sabía, es evidente que ambos notamos una fuerte atracción física —admitió mirándome a los ojos— después del beso en tu casa quedó bastante claro que entre nosotros pasa algo.

—Me ha costado admitirlo, Dylan, pero no puedo dejarme llevar por esta atracción hasta no estar preparada.

El gigante me miró desconcertado, esperando una aclaración a mis palabras.

—No me mires así. No es por ti, soy yo la que tengo que cambiar. Durante años Mel ha estado menospreciándome y ha acabado con mi autoestima. Después del secuestro, el miedo se ha apoderado de mí. Tengo que aprender a cuidar de mí misma, superar mis miedos y recuperar la seguridad que tenía antes de conocer a Mel. Hasta que no consiga superar todo eso, no puedo comprometerme con nadie. Ni siquiera contigo.