El resto del día lo dediqué a preparar mis clases del día siguiente. Aunque Lara no me había dicho si habían contratado a alguien como suplente, daba por supuesto de que no había sido así. Había faltado por tres semanas a las clases, no me quedaba más remedio que acelerar las explicaciones del temario para conseguir completarlo todo. Me concentré en el trabajo para no tener que pensar en el encuentro con Dylan. Pero los nervios planeaban sobre mí a pesar de todo. Por la tarde salí a mis clases de defensa personal, con las que me sentía cada vez más segura. Era una alumna aventajada en las clases. El profesor nos enseñaba una serie de llaves y técnicas para bloquear y escapar ante una agresión. Yo ponía toda mi atención en las explicaciones y en la práctica también. Tras el entrenamiento fui a casa y después de una ducha y una cena frugal consistente en una ensalada, me acosté.

El día siguiente, me levanté temprano y me arreglé a toda prisa, ya que estaba impaciente por comenzar las clases. Llegué la primera y esperé a Lara en la sala de profesores.

—¡Ya has llegado! —exclamó al verme— bienvenida de nuevo, en la hora de descanso tenemos que hablar las dos.

—Yo también tengo que contarte algo —comenté con un guiño.

Las clases fueron un bálsamo para mis heridas, los alumnos sabían lo que había ocurrido y me preguntaban cómo me sentía y me animaban. Era reconfortante ver el cariño que demostraban a pesar de que llevaba muy poco tiempo en la escuela. Cuando sonó el timbre para el descanso de media jornada, Lara y yo nos escabullimos para hablar a solas. 

—Neira me ha llamado —espetó nada más quedarnos a solas—. No sé qué le dijiste pero funcionó. Me ha pedido un poco de tiempo.

—Te dije que te llamaría, ahora tienes que darle un poco de espacio para que aclare sus ideas —le aconsejé sonriendo.

—Creo que todo se solucionará por fin. Estoy emocionada, Zara, nunca me había importado tanto alguien, ella se ha convertido en una persona muy especial para mí.

—Ahora tienes que desearme suerte, pues a las tres he quedado con Dylan para hablar de mis sentimientos, estoy muy nerviosa y temo no saber expresarme bien —confesé temerosa.

—Estoy segura de que lo harás bien, sólo tienes que ser sincera, explícale lo que sientes como me lo dijiste a mí.

—No es tan fácil, cuando lo tengo ante mí me quedo en blanco, es como si perdiese la capacidad de hablar. Después, cuando la conversación toma rumbos impersonales, puedo mantener una discusión con él y disfrutarla. Pero hablar de mis sentimientos me va a costar mucho, es como desnudarme y mostrar mis debilidades ante él. —Mi gesto se tornó triste y los nervios ante la proximidad de nuestro encuentro se acrecentaron.

—Tienes que hacerlo, yo sé que él te importa. Sé que estás enamorada —me animó— lucha por tu felicidad.

Tras el pequeño descanso volvimos al trabajo de nuevo, esta vez me tocó dar clases a Trevor. Su mirada intentaba penetrar mi alma, seguro que sabía que había quedado con su padre y quería saber lo que iba a decirle.