CAPÍTULO 85
Durante aquellos días, mi madre me había avisado de que Mel estaba en el pueblo, por lo que me sentía más tranquila por ese lado. Lo que me estaba costando más era vivir bajo el mismo techo que Dylan y controlar la atracción que sentía por él. Los encuentros en su casa eran inevitables, y saltaban chispas entre nosotros. Trataba de que no se notara que me gustaba, pero no lo lograba. Cuando estábamos en la misma habitación, mi corazón latía desbocado, lo miraba cuando no me veía y trataba de disimular cuando él me miraba. La tensión sexual entre nosotros era cada vez más intensa. Por eso tomé la decisión de salir de aquella casa. Después de dos semanas viviendo con ellos me decidí a volver a la mía. Ni Dylan ni Trevor, ni siquiera mis amigas estuvieron de acuerdo con mi decisión, pero lo tenía que hacer para mi recuperación y mi tranquilidad. Tenía que superar el miedo, tenía que demostrarme que podía estar sola.
El siguiente paso sería volver al trabajo y ya estaba a punto de obtener el alta del psicólogo. En cuanto todo volviese a la normalidad seguiría con mi vida, dejando atrás el mal sueño en el que estaba viviendo. Después, desde la distancia, podría analizar mis sentimientos por Dylan, sin la presión de tenerlo tan cerca.
La mañana en la que recogí mis pocas pertenencias, Trevor entró en mi habitación mientras preparaba la maleta.
—¿Por qué te vas precisamente ahora? —espetó nada más traspasar la puerta.
Dejé la prenda que tenía en mis manos y me giré para hablarle de frente. Se merecía una explicación y yo se la daría.
—Tengo que seguir con mi vida, Trevor—repuse con los brazos abiertos.
—¿Y nosotros? A mi padre le gustas, y yo me he acostumbrado a tenerte por casa —expresó con sencillez— mi padre lo va a pasar mal...
—Tu padre no confía lo suficiente en mí, todavía no me ha contado nada sobre tu historia —señalé encogiéndome de hombros— No puedo confiar en alguien así.
—¿Le has preguntado? —inquirió el chico.
—No lo he hecho, pero hace días que le planteé la cuestión y él me dijo que me lo contaría.
Puso los ojos en blanco mientras levantaba los brazos con un gesto de derrota. Salió de la habitación con los hombros caídos y la mirada baja. Lo observé mientras se iba, era un chico bastante expresivo, se había ganado mi cariño. Me daba pena tener que irme, pero la situación era insostenible. Mi atracción por Dylan se veía empañada por su falta de confianza. Si me quedaba más tiempo allí, acabaríamos sucumbiendo a la atracción y no podía empezar una relación con un secreto entre ambos. Acabé mi equipaje y salí dispuesta a marcharme antes de que llegase Dylan. Pero cuando me dirigía a la puerta entró. Miró mi maleta, me miró a mí, y su cara de enfado y decepción me llegó al alma.
—¿Pensabas marcharte sin despedirte? —preguntó dolido— Yo iba a acompañarte a tu casa.
Miré mis manos y murmuré una excusa.
—No me gustan las despedidas...
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