Al quedarnos solos inicié una conversación con Trevor para que me explicase cómo había conseguido seguir a Mel hasta el lugar donde me encerró. Quería saberlo todo, pero Dylan nos miraba con gesto serio. 

—Te lo contaré, Zara, pero tampoco fue una gran hazaña—empezó con humildad—. Escapé de la casa corriendo, pero quise volver para ayudarte.

—Te dije que corrieras y avisaras a la policía —critiqué señalándole con el dedo—¿Porqué volviste?

—No podía dejarte con ese hombre, en un principio lo que quería era entrar allí y ayudarte a escapar, pero me di cuenta de que no podría hacerlo solo—continuó.

—Mel está loco, si lo hubieras hecho quién sabe lo que te habría pasado —confirmé mientras le animaba a seguir contando su aventura.

—Crucé la calle y vi cómo cerraba la puerta de golpe. Entonces supe que no me perseguiría. También deducí que te llevaría a otro lugar, pues si yo cantaba os encontrarían enseguida —explicó—. Decidí esperar para saber si tenía razón.

—Fue una buena deducción, yo perdí el conocimiento cuando me golpeé la cabeza, no sé lo que pasó después —Con un gesto de mi mano lo invité a seguir contando.

—Al poco tiempo vi que salía de la casa con una maleta enorme con ruedas— me señaló y siguió hablando—. Supe que tú ibas dentro enseguida. 

—¿Me llevó en la furgoneta? —le pregunté, curiosa pues la persecución de un vehículo no era fácil.

—No, te llevaba andando, por eso podía seguirle —explicó con paciencia— Os seguía de lejos para que no me viera y me sorprendí porque el otro lugar estaba muy cerca. 

—No sé ni dónde está el primero, y tampoco tengo ganas de verlo. Quisiera olvidar lo que pasó—le confesé con un suspiro.

—Cuando entró en la casa y cerró la puerta me esperé un rato para asegurarme de que no iba a cambiar otra vez de sitio—continuó explicando— después sólo busqué una comisaría y les conté todo.

—¿Nos estaban buscando ya? —pregunté un poco sorprendida.

—Zara, estuvistéis dos días secuestrados los dos juntos —intervino Dylan por vez primera—. Os buscábamos hasta debajo de las piedras.

—Es verdad, lo había olvidado. Perdí la noción del tiempo y todavía ando un poco despistada —musité mientras miraba mis manos mortificada.

—No te avergüences, estuvimos atados, en un lugar oscuro, habíamos estado inconscientes un tiempo indeterminado... Si eres capaz de orientarte así, es que tienes un superpoder —afirmó Trevor sacándome una sonrisa.

estuvimos un rato más hablando, hasta que nuestros estómagos protestaron y nos dimos cuenta de que era hora de comer. Ese día pedimos comida a domicilio.

Me sentía un poco incómoda todavía cuando nos sentamos a comer, pero tras unos minutos de silencio, en los cuales cada uno se ocupaba de mirar su plato, Trevor empezó una conversación animada sobre un compañero del instituto. Explicó un par de anécdotas divertidas y tras esas risas compartidas pude relajarme, recordando las cenas de hacía menos de diez días. Levanté la vista y me di cuenta de cómo me miraba Dylan: los dos teníamos un problema, y mirándole a los ojos podía darme cuenta de que él también lo sabía... ¿Qué íbamos a hacer?