CAPÍTULO 78
Tras la visita del médico de planta, aquel martes salía de nuevo a la calle, dispuesta a mudarme con un hombre que apenas conocía, con un pasado que desconocía, para huir de un ex que me acosaba. «Lo más normal del mundo» pensé mientras recogía mi ropa bajo la atenta mirada de Neira.
—¿Qué dices? —Me miró extrañada, pues había expresado mis pensamientos en voz alta— Vamos a terminar de recoger.
—Solo pensaba en voz alta, en lo «normal» que es mi vida —comenté sarcástica.
—Todos tenemos vidas diferentes, estás pasando por una situación excepcional. Pero muchas mujeres han pasado por lo mismo que tú.
—Lo sé, pero de un día para otro mi vida se ha convertido en un caos... Estoy cansada —confesé a mi amiga con un nudo en la garganta.
Neira me abrazó y me susurró al oído palabras tranquilizadoras. Al poco tiempo vino Dylan de su casa, recién duchado y afeitado, con un traje de corte perfecto que marcaba su cuerpo. mostraba una sonrisa sincera. se acercó y preguntó.
—¿Estás preparada? ¡Nos vamos! —exclamó muy satisfecho.
Neira me miró, preguntándome en silencio si quería que me acompañase y, también por señas, le pedí que lo hiciera. No quería quedarme a solas con él todavía. Necesitaba un poco de tiempo para acostumbrarme a tenerlo tan cerca. Tiempo del que carecía.
—Neira nos acompañará, así si alguna vez has de salir ella puede quedarse conmigo, por lo menos hasta que Mel vuelva a la cárcel —argumenté para justificar su presencia.
—De acuerdo, de esta manera si tengo que salir por trabajo puedo dejarte con ella —aceptó encantado.
—¿No te importa? —le pregunté sorprendida.
Creí que el secretismo que mantenía respecto a su vida privada se extendería también a su casa. Pero por lo visto no sabía juzgar a las personas en absoluto.
—¿Porqué me iba a importar? —respondió cogiendo mi pequeña mochila, donde llevaba las escasas pertenencias que me habían traido al hospital.
—La puedo llevar yo —dije intentando arrebatársela— no soy una inválida.
—¡Vamos, Zara, deja que sea un caballero! —exclamó Neira tomándome del brazo y tirando de mí para que caminara por delante del gigante.
Escuché las risas apagadas detrás de mí y me di cuenta de la situación tan bochornosa que acababa de vivir con él. ¿Qué opinaría de mí? y ¿por qué me importa lo que piense? Porque te gusta, Zara. Estaba asumiendo por fin mis sentimientos.
Llegamos a su casa tras un corto trayecto en coche. Subimos al piso y allí se encontraba Trevor, que al verme me dio un abrazo. No me lo esperaba, tras su visita al hospital creí que volvería a actuar como siempre, con cordialidad, pero con esa distancia que marcan los adolescentes frente a los profesores o incluso conocidos.
Neira se quedó en la puerta del piso, observando sin atreverse a entrar hasta que el mismo Dylan la invitó a pasar. Nos sentamos en la sala y vi cómo él observaba sin disimulo mi relación con su hijo. Con el chico era más abierta, más yo. Habíamos pasado momentos de miedo juntos y eso nos unía de alguna forma. Hablamos de ir a mi casa a buscar algo más de ropa y, tras decidir que sería Neira quién iría a buscarla, mi amiga se marchó dejándome sola con ellos.
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