Una hora después hizo acto de presencia una enfermera, que hizo que todos mis chicos se fueran para que pudiera descansar. Lo agradecí, porque tantas emociones habían logrado agotarme, y quería descansar bien para que el médico me diera el alta al día siguiente.

Regresé con mis regalos a la habitación donde me esperaba Neira.

—Tu madre se ha marchado. me ha dicho que volverá pronto—me explicó.

—Está bien, no te preocupes. ¿Quieres bombones? —Le ofrecí tendiéndole la caja.

Neira me miraba preocupada, tratando de decirme algo pero sin atreverse a hacerlo. 

—¿Qué ocurre Neira? —indagué sentándome a su lado. 

—No sé si decírtelo porque no quiero alarmarte, pero creo que debes saberlo —dudó, tomando mis manos y asustándome todavía más.

—Neira, sea lo que sea dímelo, me enfrentaré a lo que haga falta...

—Mel ha salido en libertad condicional —espetó dejándome sin respiración.

No podía ser cierto, si estaba fuera era capaz de volver a intentar hacerme daño. Las manos me empezaron a temblar pero logré controlarme. Miré a Neira a los ojos.

—No puedes quedarte conmigo en casa, Mel es peligroso y podría hacerte daño—argumenté mientras buscaba mi teléfono.

Había alguien que me haría sentir segura, pero no sabía si estaría dispuesto a aceptar mi proposición.

—No puedes estar sola, no me iré de tu lado —afirmó mi amiga, sin sospechar quién era la persona a la que iba a llamar.

—No me voy a quedar sola, Neira, buscaré a alguien que pueda protegerme de él —le expliqué sin aclarar quién era ese alguien.

Protestó mientras buscaba el número de Dylan en mi agenda, no pensaba decirle que era a él a quién iba a llamar, ya que me llamaría loca. En el fondo yo también estaba pensando lo mismo, que iba a caer de la sartén al fuego, pero en aquellos momentos no quise hacer caso a mi cerebro. Tenía más miedo de Mel que de mi atracción por el gigante. Marqué su número y escuché sonar el tono de llamada varias veces antes de que respondiera.

—¿Zara, ocurre algo? —Fueron sus primeras palabras— ¿Estás bien?

—Sí, no te preocupes. Me acabo de enterar de que Mel ha salido en libertad condicional y tengo una proposición para ti —expuse de forma clara.

—No acepto proposiciones indecentes, ¡Tengo un hijo! —exclamó jocoso.

—No es ese tipo de proposición y lo sabes. Tengo miedo, necesito protección y la policía no creo que me la proporcione. Seguro que mi ex tiene una orden de alejamiento pero no me fío de él.

—Haces bien en no fiarte de ese tipo —me interrumpió—¿Qué quieres proponerme?

—Quiero que me protejas tú —declaré poniéndome roja al instante.

Neira me miraba sin decir nada, pero se había fijado en mi rubor y me miraba expectante, esperando que terminara la conversación para interrogarme ella. 

—No creo que sea buena idea —respondió dejándome fuera de juego.

—¿Por qué?—demandé enseguida— creo que eres la persona más adecuada para ello.

—No puedo involucrarme más, lo siento, Neira. Si quieres puedo ponerte en contacto con alguien de mi confianza—añadió con voz seria.

Corté la llamada sin despedirme y cubrí mi cara con las manos. Neira se sentó a mi lado y me abrazó tratando de consolarme.

¡No ha aceptado protegerla! ¿Qué ocurrirá ahora?