Lo vi aparecer por la puerta de la habitación y se me puso un nudo en la garganta. Él era mi salvador, la persona que me había rescatado y se había ganado un lugar en mi corazón. De pronto recordé el beso que me dio al encontrarme. Había sido doloroso pero, al mismo tiempo, muy emotivo. Me miró a los ojos, al parecer nadie le había dicho que había despertado. Su expresión cambió en segundos, una alegría sincera se plasmó en su sonrisa.

—¡Has despertado! —exclamó acercándose a mi cama. 

Ignoró a mis amigas y se sentó en la silla junto a mi cama. Mientras tanto, Lara y Neira me hicieron un gesto de despedida con la mano y un guiño para escabullirse de la habitación y dejarnos solos.

—Nadie te ha avisado, he despertado esta mañana —expliqué mientras mi mano se posaba encima de la suya.

—¿Cómo te encuentras? —me preguntó mirándome a los ojos.

—Aparte de las magulladuras de las cuerdas en manos y pies, sólo tenía una lesión en el labio causado por una mordedura—informé de manera escueta— ¿Cómo está Trevor?—inquirí preocupada,

—Está bien, no te preocupes, mañana vendrá a verte.

—Siento mucho lo que ha ocurrido, es culpa mía, no pensé que Mel llegaría tan lejos—traté de justificarme.

—Nunca acabamos de conocer a una persona—espetó, recordándome que él también guardaba el secreto de Trevor y su padre biológico. Él tampoco era sincero conmigo.

—Eso es muy cierto —murmuré, observando mis manos, apoyadas en las suyas.

—¿Dónde está Trevor ahora mismo?—pensé en voz alta alarmándome.

—Está en casa—replicó—. El problema se ha solucionado y ya podemos estar tranquilos. En parte gracias a ti.

—No entiendo —musité— ¿Qué ha pasado mientras dormía?

—Cuando desaparecisteis se precipitaron los acontecimientos. Solucionamos el problema de Trevor al tratar de encontraros.

Mi expresión era de desconcierto, mas no me dio más explicaciones del tema.

—¿No pasarás aquí la noche verdad? —insinué observando cómo se ponía cómodo en el sillón.

—¡Por supuesto! No voy a dejarte sola —afirmó seguro de sí mismo.

Si él se quedaba yo no podría cerrar los ojos ni un instante. Por mi tranquilidad traté de convencerle de que estaría bien.

—No hace falta que se quede nadie por las noches —argumenté— No corro ningún peligro porque Mel está detenido, y mi salud está bien.

—No podrás convencerme, Zara, me quedaré los días que yo considere necesarios, al fin y al cabo te secuestraron en horario de trabajo, es mi responsabilidad —añadió dando por zanjado el tema.

Se acomodó en el sillón, que le quedaba más bien pequeño. Nuestras miradas se encontraron un momento y supe que no tenía escapatoria. Al poco tiempo me trajeron la cena y, sin pedirme opinión, se ocupó de darme de comer. Traté de protestar de nuevo pero aquél hombre era terco.

Su cuerpo llenaba la habitación, mi corazón latía desesperado mientras me acercaba el tenedor a los labios, todo aquello era tan sensual que mis ojos no se despegaban de su boca, deseando que volviera a besarme...

—Todavía no voy a besarte, Zara, tienes los labios magullados así que esperaremos a que se hayan curado —afirmó como si hubiera leído mis pensamientos.

Ya están un poquito más cerca... ¿serán capaces de entenderse?