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CAPÍTULO 65

El tiempo corría y no se me ocurría nada para poder escapar de allí. 

—No se moleste, profe, no podemos hacer nada—afirmó el chico al verme tan nerviosa.

—¡Algo tenemos que hacer!—exclamé al borde del pánico.

Trevor estaba resignado a su suerte, pero yo no quería rendirme todavía.

—¿Puedes acercarte a mí?—pregunté, tratando yo misma de acercarme.

Mis pies estaban atados muy fuerte, pero me las ingenié para dar pequeños saltitos en dirección al chico. Avanzaba despacio, pero esos pequeños avances me daban ánimos para seguir, pese al dolor de mis muñecas y tobillos.

—¿La luz que se ve bajo la puerta es natural o es luz artificial?—indagué para tratar de averiguar si era de día o de noche.

—Creo que es artificial. Pero no puedo estar seguro, pasa muy poca luz.

—Lo sé, no te preocupes, ¿puedes acercarte a mí un poco más? —pregunté de nuevo—. Si conseguimos acercarnos lo suficiente quizás podamos desatarnos.

—Has visto muchas películas, profe. —murmuró irónico.

—¿Se te ocurre algo mejor?—cuestioné enfadándome— tenemos que colaborar un poco!

Al oír mis palabras Trevor reaccionó y comenzó a acercarse también, hasta que quedamos frente a frente.

—¿Y ahora qué? —dijo desanimado.

—Pues ahora nos colocamos uno al lado del otro y tratamos de deshacer el nudo de nuestras muñecas —afirmé con una seguridad que no sentía en realidad.

Trevor tenía razón, había visto muchas películas. La maniobra que, vista en la televisión parecía muy fácil, era complicadísima en la realidad. Ya nos resultó difícil quedar situados de manera que nuestras manos, con un movimiento muy limitado, estuvieran alineadas para poder manipular la cuerda. Tras varios  intentos, Trevor, que tenía las manos más grandes, logró aflojar un poco la cuerda de mi mano derecha, dándome más movilidad. Gracias a eso conseguí aflojar y deshacer el nudo de su mano y soltarla. Después todo resultó más fácil, Trevor desató su otra mano y sus pies.

—¡Lo conseguimos!—exclamó en voz alta— Ahora la desato, profe. No creí que fuera posible.

—No grites, Trevor, no sabemos si nos puede escuchar alguien desde la otra habitación.

El chico cambió su expresión de triunfo por una de miedo, pero se afanó en desatarme cuanto antes.

—Lo siento, me emocioné —murmuró contrito.

Cuando mis manos quedaron libres me desaté los pies y ambos nos acercamos a la puerta despacio, sin hacer ruido. Escuchamos a través de ella pero ningún sonido llegó a nuestros oídos.

—Parece que no hay nadie ahí fuera —habló el chico.

Yo no me sentía segura al respecto pero, dado el silencio que provenía de la otra habitación, decidí que teníamos que arriesgarnos.

—Trataremos de abrir la puerta —comenté al tiempo que giraba la maneta.

Se oyó un «click» pero la puerta no se abrió: estaba cerrada con llave.

—Tendremos que usar la fuerza —expliqué— nos lanzaremos contra ella los dos a la vez.

—Un momento, no hace falta ser tan brutos, ¿tienes algo como un alfiler o un imperdible? —inquirió Trevor, tomando la iniciativa.

—No llevo nada de esas cosas, como mucho una horquilla de pelo si es que no se me ha caído todavía...

¿Podrán escapar de allí? No os perdáis el próximo capítulo...

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