Ese fin de semana fue raro. Neira vino del pueblo y la recogimos Trevor y yo. Se sorprendió al ver al chico en casa, relajado. Durante la semana habíamos adquirido confianza. El viernes era el último día de la semana que venía y Neira se sentía incómoda al tenerlo allí,  aún más cuando le expliqué que cenaríamos con Dylan. Me miró como si estuviera loca.

—¿En serio lo esperaremos para cenar?  —murmuró en voz baja—. Creí que estaríamos solas.

—Lo siento, Neira, pero no sé en qué momento establecimos la rutina de cenar juntos —Suspiré mientras me retorcía las manos— Creo que este trabajo se me ha ido de las manos...

—Me temo que sí. Bueno, mañana será para las dos, o las tres  si viene Lara —afirmó con una sonrisa—. Esta noche podré ver cómo llevas tu atracción por ese hombre.

Dylan llegó pronto. Se sorprendió al encontrar en casa a mi amiga e incluso me pareció ver un gesto de desilusión, que duró un suspiro. Después se comportó como siempre, siendo muy amable con Neira, que quedó encantada con él.

—Es una persona estupenda, Zara. No me lo había imaginado así —expresó su sorpresa— si no fuera por ese aire de misterio que le rodea, diría que es el hombre ideal.

—No lo creo, pero de todas maneras no quiero tener nada que ver con él —aseveré convencida.

—Si te hubieras visto la cara no pensarías igual.

Volvimos a salir las tres juntas, como la semana anterior. Lara y Neira bailaban juntas mientras yo me acercaba a buscar bebida a la barra. Todo iba bien, pero de pronto lo vi. Mel estaba en la otra esquina de la barra, mirándome. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando señaló primero sus ojos y luego a mí. Me estaba vigilando. No quise decir nada a mis amigas para no fastidiar la fiesta, pero mi alegría pasó de ser genuina a fingida. 

Ellas desarrollaron una relación especial, me daba cuenta de ello. Ambas se miraban como si... No, no podía ser lo que estaba pensando, seguro que estaba equivocada. Pero los gestos de Lara eran claros, ambas se miraban a los ojos como si quisieran comerse. Dejé de pensar en ello y decidí divertirme a pesar de Mel. bailé como si me fuera la vida en ello, bebí y reí como nunca hasta acabar exhausta.

Como siempre el domingo pasó como un suspiro y llegó el odiado lunes, un lunes que cambiaría mi vida.

Me dirigí hacia el instituto con mi cara de sueño, mi andar cansado después de no parar en todo el fin de semana y mi dolor de cabeza por falta de sueño. Las clases se hicieron eternas y cuando acabaron salimos Trevor y yo hacia el metro. Íbamos hablando de lo que habíamos hecho aquellos dos días cuando, mientras pasábamos cerca de una furgoneta, la puerta lateral se abrió y nos introdujeron dentro de ella con una bolsa en la cabeza. Tanto Trevor como yo pataleamos e intentamos gritar, pero nos colocaron algo en la boca y caí en un profundo sueño.

¡Qué ocurrirá ahora!