CAPÍTULO 61
Llamé a la policía antes de que comenzaran las clases y hasta la hora del descanso no llegaron. Me explicaron que tenían que esperar que el juez se pronunciara. Ellos sólo podían invitarlo a marcharse. Les pedí que lo hicieran pues tenía miedo.
Las clases transcurrían sin problemas y Trevor no hizo ningún comentario sobre la noche anterior. Quizás no se había dado cuenta o esperaba a estar a solas conmigo para recriminar mi actuación. La última clase del día era la suya, mi hora de tutoría semanal. Hablamos del buylling de nuevo, sacando a relucir cosas como la autoestima y la seguridad. El timbre del fin de clases sonó y Trevor salió junto a mí. Nos dirigimos a la sala de profesores donde me esperó en la puerta. Yo recogí enseguida y salimos a la calle, libres al fin.
—¡Por fin se acabaron las clases! —exclamé contenta— Hoy se me han hecho eternas.
—Yo estoy cansado, pero el día me ha pasado rápido —explicó, sorprendiéndome al escucharle tan contento—tengo que hacer un trabajo con Gina, ¿Te importa si viene luego a tu casa?
—Me parece bien — respondí mientras observaba los alrededores—. ¿Viene ahora con nosotros o más tarde?—inquirí para saber si teníamos que esperarla.
—Vendrá más tarde—dijo, poniéndose en marcha hacia el metro.
Habíamos asimilado la rutina sin problemas y la relación entre ambos era fluida. Pese a que no me hacía mucha gracia que los alumnos supieran dónde vivía, había asumido que se trataba de una situación excepcional y debía hacer ciertas concesiones.
Llegamos a casa y volví a calentar la comida preparada.
—¿No sabes cocinar? —preguntó en tono de reproche.
—No tengo tiempo de ponerme a preparar comidas, además tampoco soy muy buena en la cocina —repuse un poco molesta.
—No hay problema, no te enfades —murmuró en tono conciliador.
—No estoy enfadada, sino molesta —aclaré mirándolo a los ojos.
Sus iris celestes se clavaron en los míos, con una intensidad similar a la de su padre. Ambos nos estudiamos durante lo que pareció una eternidad para, al final, terminar con una sonrisa.
Me di cuenta de que estaba siendo muy susceptible con sus comentarios. Con toda probabilidad la culpa era de las circunstancias que me rodeaban.
Sobre las cinco de la tarde vino Gina y el ambiente se relajó, se concentraron en el trabajo que debían hacer y yo aproveché para leer un rato.
Cuando acabaron con el trabajo Gina se marchó enseguida con una excusa y, para evitar que se produjese la mismaa situación del día anterior, pedí a Trevor que recogiera sus cosas.
—Hoy llegará tarde—confirmó mis sospechas.
—No hay problema, pediremos pizza para cenar —decidí de improviso.
Trevor puso su cara de sorpresa genuina, cambiándola enseguida por otra de fastidio. Como si la idea de comer pizza fuera algo terrible que debía soportar.
Por fortuna había controlado mi estado de ánimo y pude observar el cambio que se operaba en su interior. Le pedí que escogiese los ingredientes y realicé la comanda por teléfono.
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