—Debe ser mi padre —aventuró Trevor—. Me dijo que hoy vendría pronto.

Confiado, se acercó a la puerta y abrió sin mirar quién era. No me dio tiempo de advertirle ni de detenerlo, cuando apareció ante mis ojos.

—Has venido más temprano hoy —afirmé sintiendo flaquear mis piernas.

Sin pedir permiso entró en mi casa llenando el espacio reducido de esta. Mis palabras quedaron atrapadas en la garganta, pero intenté sobreponerme.

—¿Quieres tomar algo, Dylan? —ofrecí, en un intento de ser cordial—. Trevor recogerá sus cosas en un momento.

—No, gracias. Nos iremos enseguida —sentenció, mientras no dejaba de mirarme a los ojos.

Su mirada conseguía desestabilizarme. En mi pequeño salón, su presencia conseguía que  me faltara el aire. Nadie había conseguido ejercer tanta influencia en mi persona.

—Siento que Trevor no esté preparado todavía. Si me avisas cuando vayas a venir podemos recoger las cosas para que no tengas que esperar —comenté, ya que notaba que él estaba un poco incómodo.

—No te preocupes, Zara. No me importa esperar.

Nuestros ojos permanecían conectados. Sentía mis labios resecos así que pasé la lengua despacio por ellos y su mirada se posó en mi boca. Un deseo se extendía por mi cuerpo, miré sus labios anhelando un beso. Se acercó a mí, poco a poco y, casi sin darnos cuenta, quedamos frente a frente, a solo unos centímetros de distancia. Dejé de respirar y el corazón parecía querer escapar de mi cuerpo.

—¡Ya estoy listo! —exclamó Trevor en aquel momento, mientras salía de la habitación.

Como resortes, nos separamos al instante y traté de recuperar la normalidad aunque fuera sólo en apariencia.

—Estupendo, nos vemos mañana —murmuré intentando aparentar una tranquilidad que estaba lejos de sentir.

—Hasta mañana, Zara —respondió Dylan, pronunciando mi nombre de forma sensual.

Sentí aquellas sencillas palabras como si fueran caricias. Los acompañé hasta la entrada y cerré con llave tras su marcha. Quedé tras la puerta un momento, hasta que el corazón volvió a latir con normalidad. ¿Qué me estaba ocurriendo? Si no hubiese entrado el chico en el salón nos habríamos besado. Toqué mis labios y un pequeño gemido escapó de ellos al imaginar cómo habría sido ese contacto. Me di cuenta de que el deseo que sentía por Dylan era real y arrollador, y empecé a creer que, como decían mis amigas, me había vuelto a enamorar.

Preparé la cena absorta en mis pensamientos, ¿se habría dado cuenta Trevor de lo que estaba sucediendo entre su padre y yo? Me ruborizaba sólo de pensarlo. Cené acompañada de un concurso televisivo, intentando olvidar lo ocurrido y rezando por que no se volviera a repetir. Lo que menos me convenía era involucrarme con un hombre como él.

Eran las nueve cuando decidí sincerarme con Neira. Ella ya me había advertido de lo que estaba pasando, pero no quise creerla. Me acomodé en el sofá y tras buscar su número de contacto pulsé el botón de llamada. En cuanto descolgó, enseguida me interrogó.

—¡¿Estás bien, Zara!? —exclamó asustada, creyendo que me sucedía algo malo.

—Sí, estoy bien. Bueno... estoy confundida —respondí, dejando a mi amiga atónita.

Pajarillos, Zara se siente atraída por Dylan, ¿Creéis que tienen futuro juntos?