Nos acercamos las tres hasta la estación para despedir a Neira. El ambiente era distendido hasta que ella tuvo que subir al tren. Como siempre nos fundimos en un abrazo y me prometió volver pronto. Luego le tocó el turno a Lara que, aunque no la conocía más que desde hacía dos días, también la abrazó. Después nuestra alegría cayó en picado al darnos cuenta de que el fin de semana se había terminado.

Lara y yo regresamos calladas, cada una a su casa. Teníamos que preparar las clases para el día siguiente y a mi me quedaba recoger el desastre que había quedado tras la noche de chicas. A pesar de todo estaba contenta, había conseguido desconectar de mis problemas. Me organicé para realizar todo lo que tenía pendiente antes de las once de la noche y pude acostarme a una hora bastante aceptable. 

En la cama, me vino a la memoria mi nuevo empleo temporal. No habíamos hablado de lo que me pagaría por hacer de canguro, ni tan siquiera de las horas que tendría que estar con Trevor. Algo que tenía claro era que prefería que el chico se viniera a mi casa, hasta que lo recogiera el padre. De ese modo podía seguir preparando mis clases, organizando el trabajo y corrigiendo.

La noche fue demasiado corta y el lunes se impuso con toda su crudeza. Me dirigí al instituto a la misma hora de siempre y, aunque miraba a mi alrededor nerviosa, no pude ver rastros de Mel. Un problema menos. El cielo estaba despejado y un viento agradable apartaba mi melena de la cara. Estaba nerviosa, pues tendría que hablar con Dylan sobre el trabajo y, lo que era más preocupante para mí, lo volvería a ver todas las noches hasta que se solucionase su problema. Esto último era lo más peligroso dado el efecto que su presencia causaba en mis hormonas. Al llegar a la puerta del  instituto me lo encontré de frente, apoyado en la verja de entrada. Su visión ya paralizó mi corazón un instante, pero la sonrisa sincera que se dibujó en su rostro al verme, me desarmó por completo. Sin poderlo evitar mis labios se curvaron en respuesta mientras me acercaba.

—¡Buenos días profesora! —saludó .

—Puede llamarme Zara, buenos días —conseguí pronunciar, mientras mi corazón galopaba sin freno.

—Me gustaría que nos tuteáramos. Si no te importa. Me hace sentir viejo tanta formalidad —comentó mientras sacaba una carpeta de su mochila— aquí está el contrato de trabajo para que lo leas —añadió entregándomela.

—Gracias, lo leeré hoy y esta noche te lo devuelvo firmado —respondí enseguida, mientras un roce accidental de sus manos me provocó un escalofrío.

—¡Me llevaré a Trevor a mi casa! —exclamé, huyendo de él y las reacciones de mi cuerpo.

—¡Necesito tu dirección! —gritó mientras me alejaba apresurada.

Lo más lógico hubiera sido parar y retroceder para darle mi dirección, pero en vez de eso aceleré el paso mientras respondía que se la daría Trevor por teléfono. Al llegar a la puerta del edificio atisbé por encima del hombro, seguía en el mismo sitio, estupefacto por mi reacción.

¡Vaya inicio de semana para Zara! ¿Qué creéis que sucederá entre Dylan y ella?