-¡¿No me digas que te enamoraste del grandullón?! -exclamó con una sonrisa-, ¡lo sabía!

La miré con los ojos como platos, sin poder creer lo que escuchaba de sus labios.

-Es él, el padre de aquel chico que defendí en el local, pero no me he enamorado...- murmuré sin apenas voz.

Sabía que sacaría conclusiones de lo que le contara. Pero no estaba preparada para la contundencia de sus palabras. No me había dejado explicarle nada más. Cuando le contara lo que había ocurrido entre nosotros estaba segura de que su absurda idea se afianzaría.

-No hace falta que me expliques nada, vi cómo te miraba él y cómo reaccionabas tú a su mirada, estaba clarísimo -afirmó con seguridad.

Llegados a ese punto, ya no sabía si continuar con los hechos de aquellos últimos días, o dejar que se quedara con esa impresión. Tenía miedo de saber su opinión tras escucharme, temía que confirmara algo que me venía rondando por la cabeza y que no estaba preparada para aceptar todavía. De todas formas ya no podia echarme atrás, así que le conté todos los detalles sobre nuestros encuentros y desencuentros.

-¡Ay! Zara, cariño, creo que te has vuelto a enamorar -confirmó mis sospechas.

-Pero es imposible en tan poco tiempo, es un capricho, se me pasará -aseveré sin mucha convicción.

-Quizás, solo el tiempo lo dirá. De momento tienes que decidir lo que haces con esos sentimientos -comentó, como si fuera sencillo.

-No estoy preparada para afrontarlo, todavía tengo muy reciente el dolor del engaño de Mel. No quiero complicarme más.

-Las oportunidades aparecen y hay que cogerlas al vuelo -aseveró Neira de forma enigmática.

-Pero se trata de un hombre complicado, tiene un hijo adolescente y oculta algo. Tengo miedo.

Neira me miró a los ojos y, sin pronunciar una sola palabra, me abrazó para intentar calmar la ansiedad que sentía.

Aún permanecíamos abrazadas cuando llamaron desde la calle. Fui al portero automático y escuché una voz que afirmaba ser el cartero así que le abrí sin sospechar nada. Estábamos a punto de continuar con nuestra conversación cuando sonó el timbre de la puerta y nos sorprendimos: No esperábamos a nadie y no tenía que recibir ningún envío especial. Abrí la puerta y, de pronto, un alud de sentimientos encontrados se me vino encima. Era Mel, apostado en la puerta con un ramo de rosas, vestido con un traje impecable que le hacía verse muy atractivo. Una sonrisa enorme se dibujaba en su rostro, desprendía el aroma de su colonia, que me traia infinidad de recuerdos. Me temblaron las piernas y tuve que sujetarme en el marco de la puerta.

-¿Quién es, Zara? -inquirió Neira desde el sofá.

-Es Mel - musité en voz baja, aunque no lo suficiente como para que mi amiga no me oyese.

En dos segundos la tenía a mi lado, dispuesta a impedir que Mel consiguiese derribar todas las defensas que había construído para no caer en sus redes de nuevo.

-¿Qué haces aquí? -preguntó amenazadora-, ¡lárgate y déjala en paz! -exclamó, consiguiendo que la sonrisa perfecta de Mel se convirtiera en una mueca de desagrado.

¿Qué querrá Mel? ¿Cómo afrontará las emociones Zara? ¿Quién conseguirá ganarse su corazón?