Entré en mi habitación y me vestí con lo primero que encontré en el armario. Un tejano y un suéter amarillo. Dispuesta a llegar, como mínimo, hasta la puerta de su casa. No podía dejarle solo sabiendo el peligro al que estaba expuesto. Bajamos a la calle en un cómodo silencio. Me di cuenta que nuestra relación profesora- alumno se vería afectada si decidía aceptar la propuesta de su padre. De hecho comprendí que ya había dejado de ser una relación normal desde el momento en que decidí atacar al gorila en la discoteca.

El rumbo de mis pensamientos me llevó a dibujar una sonrisa en mis labios, al recordar la cara de Neira y Trevor cuando me abalancé sobre aquel hombre.

Llegamos a la parada del metro y observé que Trevor miraba hacia atrás en varias ocasiones.

-¿Nos siguen? -pregunté mirando al mismo tiempo a mis espaldas.

-No he visto a nadie, profe. Pero no puedo evitar sentirme perseguido -declaró encogiéndose de hombros.

-Ahora que estamos solos... ¿Quién te metió en el cuarto de la limpieza? -inquirí mirándole a los ojos, su gesto cambió y se puso a la defensiva.

-No lo voy a decir. No puedo revelar el nombre -espetó con voz seca, cortante.

Pero no me dejé intimidar por el tono de su voz, ni por su actitud, ni siquiera por la mirada de soslayo que me dedicó. Seguí intentando averiguar quién era el culpable de aquella acción tan deplorable.

-Si te dijera que no tomaré medidas contra esa persona...-insistí, tratando de convencerlo.

-No la creería, conociendo su afán justiciero, seguro que iría directa a la policía -dijo, demostrando que era un gran observador.

Al llegar a la parada de metro que nos dejaba cerca de su casa, bajamos ambos sumidos en nuestros pensamientos. Sin darnos cuenta de que alguien bajó detrás nuestro.

El andén a aquellas horas estaba repleto de personas que regresaban de trabajar y se dirigían a sus casas. La multitud no nos dejó ver a nuestro perseguidor hasta que no salimos de las instalaciones del metro. Una vez en la calle nos dimos perfecta cuenta de sus intenciones y, mirándonos a los ojos, los dos decidimos dar esquinazo a aquella persona. La primera calle que cruzamos giramos a la derecha y de inmediato comenzamos a correr hasta la siguiente esquina. Aquel individuo nos seguía de cerca, así es que continuemos con nuestra carrera y en la siguiente esquina giramos de nuevo a la derecha, pero en vez de seguir corriendo nos escondimos en un portal abierto.

Desde nuestro escondite vimos cómo nuestro perseguidor corría pensando que habíamos llegado al otro lado del cruce.

-Nos quedaremos aquí hasta que pase el peligro -indiqué a Trevor, mientras trataba de controlar la respiración y el miedo que me recorría desde la punta del pie hasta el cabello.

-Creo que le hemos despistado, profe. No me imaginaba que fueras a correr tan rápido, me sorprendiste -comentó mientras una sonrisa aparecía de nuevo en mis labios.

Conseguí relajarme, a pesar de que estaba temblando por el exceso de adrenalina, el comentario de Trevor logró disipar parte de la tensión y a los diez minutos salimos del portal para dirigirnos a su casa.

¡Qué nervios! ¿Alguna vez habéis sido perseguidos así?