Estuve tentada de no abrir la puerta. ¡Necesitaba estar sola! pero mi lado responsable ganó la partida y me levanté del sofá para ver quién era el que llamaba. Mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí por la mirilla de la puerta a Trevor.

Lo primero que me vino a la cabeza fue que había ocurrido algo y necesitaba mi ayuda, así que, a pesar de encontrarme en pijama, me decidí a abrir al muchacho para escuchar lo que tuviera que decirme. Descorrí el seguro de la puerta y la abrí. Me encontré con un chico sorprendido, que se quedó mirándome sin pestañear, con los ojos abiertos como platos. Desde luego no era halagadora esa forma de mirarme, mas a pesar de todo le hice un gesto con la mano para que entrase en casa.

-¿Qué te trae por aquí, Trevor? ¿Cómo has sabido dónde vivo? -pregunté mientras él entraba en la sala observando todo a su alrededor.

-Ayer mi padre le trajo en el coche, solo he tenido que mirar en los buzones para saber el piso en el que vive -respondió, como si fuera lo más natural del mundo- Necesito hablar con usted, profe.

Lo observé con detenimiento y me di cuenta de que parecía preocupado, como si temiera algo.

-Está bien, Trevor, siéntate y dime qué ocurre. ¿Es algo relacionado con lo que ocurrió ayer? -indagué, para saber por dónde iban las cosas- ¿Quieres tomar algo?

-No gracias, profe, solo será un momento. Siento haberle interrumpido la tarde -murmuró con una educación que me sorprendió. Aunque en realidad era poco lo que yo había podido oírle hablar-. Quiero que sea usted quien venga a casa para que no esté solo.

Me dejó de piedra al escucharle. Me parecía increíble que un joven como él tuviera que estar acompañado siempre, y que él mismo lo aceptase ya era algo extraordinario. Pero al igual que se lo había dicho al padre, se lo diría también al hijo...

-Trevor, no entiendo por qué tienes que estar acompañado siempre, si no me lo explicas tú yo no voy a acceder a este trato -espeté dejando clara mi posición.

Le vi meditar un segundo, casi como si estuviese decidiendo qué podía decirme y qué no. Todo me parecía demasiado misterioso para inmiscuirme sin saber dónde me metía.

-¡Está bien! te lo explicaré, pero por favor no le digas a mi padre que te lo dije -decidió al fin tras unas segundos que se me hicieron eternos.

-No te preocupes, no le diré nada, cuéntame qué está pasando -Le pedí mientras regresaba al salón y me sentaba con mi helado en las manos.

Le señalé un lugar en el sofá para que se sentara y me dispuse a escuchar lo que tuviera que decirme.

-Está bien, profe, empezaré por el principio, no soy hijo biológico de Dylan, él me adoptó hace tres años-confesó, dejándome a cuadros, sin saber qué decir-. No conozco a mi padre, lo único que sé es que no sabía de mi existencia hasta hace poco y es un delincuente. Cuando murió mi madre, Dylan era el encargado de protegernos a los dos. Pero las cosas salieron mal, recuerdo que nos tendieron una trampa y Dylan resultó herido al intentar salvarme pero no pudo hacer nada por ella...

¡Sorpresa mayúscula! Todos sabíamos que Dylan ocultaba algo pero... ¿Qué más nos contará Trevor? ¿Hará cambiar de idea a nuestra Zara? Veremos...