Me dirigí con prisa a mi primera clase del día. Sería la más difícil de todas ya que era la clase de Trevor, de la que yo era tutora. Cuando entré en el aula me encontré a los alumnos en silencio, algo muy extraordinario. Entré con paso firme y seguro mientras observaba a todos y cada uno de ellos. Era una situación fuera de lo corriente que merecía una clase específica para ella.

-Buenos días a todos -saludé seria, mientras dejaba todo lo que llevaba en las manos encima de la mesa-. Hoy voy a dar una sesión especial debido a los incidentes de ayer, donde uno de vosotros quedó encerrado en el cuarto de la limpieza durante todo el día y la noche.

Las miradas se concentraron en Trevor que, para no variar, estaba mirando por la ventana hacia el vacio, sin prestar atención a lo que se hablaba en clase.

-Este incidente está en manos del claustro de profesores, la consejería de educación y la policía, ya que el padre tuvo que denunciar su desaparición-expliqué, observando de reojo las reacciones del chico -. Como podéis imaginar se ha armado un gran revuelo en el centro y es posible que os cite la policía para declarar en compañía de vuestros padres o tutores. Os entregaré una hoja informativa sobre ello que deberéis entregar a vuestros padres.

Un murmullo se levantó en el aula. Todos se miraban y comentaban en voz baja hasta que pedí silencio.

-Ahora no voy a hablaros del proceso de investigación, o las consecuencias que tendrá para el autor de los hechos. Vamos a entrar en un debate sobre el bullying, para intentar averiguar por qué razón puede querer alguien dañar a otra persona y qué consigue la persona que hace bullying -expuse dirigiéndome hacia la pizarra con una tiza en la mano.

Fui preguntando uno a uno a todos los alumnos, incluido Trevor, y apuntando todas las respuestas. El resultado fue bastante aceptable, las ideas que surgieron eran tan variadas que me dieron juego para una dinámica. Generé un pequeño debate sobre ellas. Los grupos debían defender sus opiniones frente al contrario. Yo les proporcioné un listado de los cinco puntos que debían defender y ellos se prepararon para hacerlo.

Desarrollamos el tema en profundidad pero de forma amena. Incluso conseguí que el chico interviniera y se relacionara con el equipo del que formaba parte.

Los resultados fueron obvios, un rechazo total al bullying y apoyo a las víctimas. La hora pasó demasiado rápido y les entregué un libreto que había conseguido el día anterior, sobre acoso escolar. Era una pequeña obra de teatro que representaba dos situaciones de acoso muy diferentes que, el día siguiente, representaríamos en la clase. Los libretos llevaban el nombre del personaje que debían interpretar, los repartí de forma aleatoria para que se aprendieran uno de los papeles. Los grupos eran de diez, los personajes también eran diez. Las bromas se extendieron cuando a varios chicos les había tocado hacer de chica y al revés.

Pajarillos, ¿vosotros también hacéis teatro en el instituto? ¿Qué os parece la iniciativa de Zara?