CAPÍTULO 35
-¡Tienes que ser fuerte! Las dos sabemos lo insistente que puede llegar a ser Mel -y añadió- si le has pedido tiempo tiene que respetarte. No puede ir acosándote de este modo.
Escuchar esas palabras hizo que algo despertara en mi interior. No había pensado en la llamada de Mel como un «acoso», pero si lo analizaba con detalle, todo lo que me decía era para llevarme a su terreno y manipularme. Quería conseguir que volviese al pueblo, con él. Que abandonase mi carrera como profesora, mi pasión.
-No dejaré que suceda, Neira, ahora estoy aprendiendo a salir sola adelante -le aseguré mientras con un pañuelo limpiaba mi cara de lágrimas- ¿de verdad vendrás este fin de semana?-pedí con la voz rota.
-Claro que iré, intentaré escaparme antes, aunque no sé si podré viajar hasta el viernes o sábado -comentó con pena-. Pero si me necesitas estaré aquí, me puedes llamar a cualquier hora, Zara, ¿me oyes?- aseveró en tono serio- Nos vemos pronto, cuídate.
Colgué el teléfono y me metí en la cama, con mi pijama rosa y la tristeza en mi corazón. El día había sido muy duro, encontrar a Trevor en el cuarto de la limpieza, la mañana en comisaría y después, la llamada de Mel. Estaba a punto de colapsar.
De pronto volvió a sonar el teléfono, número oculto otra vez, por lo que contesté con furia en mi voz...
-¡¿Qué narices quieres, Mel?! ¡Déjame en paz! -exclamé, con la intención de cortar la llamada de inmediato, aunque la voz que contestó no era la de Mel, sino otra que también conocía.
-No soy Mel, soy Dylan, el padre de Trevor -aclaró tras un carraspeo para llamar mi atención-. Perdona por llamar a estas horas, necesito concertar una cita para hablar de mi hijo.
-Disculpa, he recibido una llamada indeseada y pensé que era esa persona otra vez-aclaré mientras que una corriente de energía corría por mi pecho, acelerando mi corazón.
-Lo siento, pero ¿podríamos vernos mañana por la mañana? -demandó con exigencia.
-Mañana trabajo, tendría que ser antes de las ocho o después de las tres-respondí, dejando claro que no iba a alterar las clases de ningún modo-. ¿A qué hora le va bien?
Se hizo el silencio al otro lado de la línea y, cuando creí que había colgado, habló de nuevo sobresaltándome.
-Creo que lo mejor será a las siete y media, podemos quedar en el bar donde nos vimos por vez primera. Buenas noches.
En cuanto pronunció las últimas palabras colgó la llamada y me dejó con el móvil en la mano y la cara de estupefacción. Miré la hora en el reloj y descubrí que, entre una cosa y otra, se había hecho muy tarde. Puse el despertador media hora antes y a las doce de la noche colocaba mi cabeza en la almohada para intentar dormir. Mas la llamada de Dylan había despertado mis neuronas, que trataban de adivinar qué querría hablar con tanta urgencia. Lo más probable era que quisiera que el instituto tomara cartas en el asunto y depurara responsabilidades, pero la realidad logró sorprenderme...
Suerte que Zara cuenta con Neira como apoyo incondicional, pero ahora ¿Qué pretenderá Dylan?
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