-¿Qué quieres decir con eso? -contraataqué al notar un temblor en mis manos que no pude explicar- Entre Dylan y yo no ha pasado nada, ni pasará, ni siquiera puedo pensar en él como hombre. Es el padre de mi alumno y punto.

-Zara, no te enfades conmigo, sólo te digo lo que he visto. Me pareció ver miradas entre vosotros, que iban más allá de la simple relación familia-profesor.

-Pues estás equivocada, acabo de salir de una relación con Mel, no quiero ni necesito inmiscuirme con el padre de un alumno -contesté tajante, aunque en aquel momento no estuviera ya segura de nada con respecto a él ni a mis sentimientos.

-Está bien, sólo quería estar segura, espero que la situación entre vosotros se arregle, por el bien de Trevor. Volvamos a ver si ya lo han dejado salir.

Regresamos a la sala de espera, donde Dylan había empezado a dar vueltas presa de los nervios.

-¿Aún no sale Trevor? -pregunté para romper el hielo entre nosotros.

-No, llevan más de una hora dentro. Voy a pedir que lo dejen descansar, debe estar exhausto -dijo, saliendo de la habitación sin dirigirme la mirada.

Tenía bastante claro que me merecía todo el desprecio que me tenía e incluso más. Lo había juzgado mal y tachado de mal padre e insensible. Pero el vacío que se instaló en la sala cuando desapareció me dolió en el alma.

-Ve tras él y discúlpate, Zara, os sentiréis mejor ambos después de hacerlo.

-¿Crees que me escuchará? Después de lo que dije, no creo que quiera volver a hablarme -susurré mientras miraba mis manos, con un nudo en el estómago.

-Tienes que intentarlo, cariño, lo necesitas tú, tanto como él.

Reflexioné un momento, llegando a la conclusión de que Lara tenía razón. Suspiré y me armé de valor para enfrentarme a él de nuevo y pedirle perdón. Un ligero temblor recorría mi cuerpo cuando salí a su encuentro. Antes de cruzar la puerta me giré y vocalicé un «gracias» dirigido a mi compañera.

Lo encontré de pie ante un mostrador, esperando que le dieran noticias de su hijo. Me acerqué y le toqué el hombro para llamar su atención, provocando que diera un respingo.

-Quiero disculparme por lo ocurrido antes, Dylan, estaba muy nerviosa y, aunque no es excusa, no pude darme cuenta de que estabas haciendo esfuerzos por controlar tus sentimientos. Lo siento, espero que nuestra relación padre-profesora no se vea afectada por este incidente.

Me miró directo a los ojos y al parecer descubrió mi sinceridad en ellos, por lo que aceptó mis disculpas y la tensión se suavizó entre nosotros. Nos comunicaron que en diez minutos máximo, Trevor podría irse a casa. Celebramos con una sonrisa la noticia y corrimos a avisar a Lara, quién al vernos se dio cuenta que las aguas habían vuelto a su cauce entre los dos.

Al fin vimos aparecer a Trevor por la puerta y Dylan corrió a abrazar a su hijo, mostrando un lado tierno que era difícil de ver en él. Se giró y dijo:

-Vamos a cenar en algún sitio decente, os invito a las dos. Por las molestias que os habéis tomado.