—Necesito que me digáis vuestros nombres y si habéis visto «Casablanca» —interrogué de inmediato, dejando a todos sorprendidos e intrigados.

Ahora que tenía su atención, sólo necesitaba mantenerla hasta que terminara el curso. Uno a uno fueron contestando a mi pregunta. Como esperaba, una gran mayoría no había visto la película, sólo dos chicas contestaron que sí pero que no la recordaban muy bien. Esto me daba la oportunidad de comenzar con las clases de una manera sorprendente y divertida. Les expliqué mi dinámica de trabajo y, aquella primera hora con mis alumnos, me dejó una buena sensación.

No tenía claro aún quién era quién, pero ya había identificado a los que intentarían crear problemas, los que se pasarían todo el año sin hacer nada y los que realmente pondrían interés. Mi objetivo consistía en transformar la actitud de aquellos que no estaban interesados todavía y convertirlos en buenos estudiantes. No resultaba fácil de conseguir con chicos de quince años.

—Profesora Zara, ¿Puedo hablar con usted? —se acercó una chica que parecía sacada de una portada de revista, con pelo rubio y cuerpo de sirena.

—Puedes llamarme Zara o profe, como quieras, ¿Te llamas Gina?

Mostró cara de sorpresa al escuchar su nombre, tras la primera clase solía recordar cómo se llamaban los alumnos que me parecían más conflictivos, y Gina me pareció más bien de las que se pasaría las clases hablando sin prestar atención, pero me equivocaba.

—Casablanca es un clásico del cine, ¿qué podemos aprender de filosofía con ella? —dijo mirándome a los ojos.

Era directa, su mirada decía más que sus palabras, estaba cuestionando mi forma de enseñar. Lo fácil era dejarse provocar y responder de malas maneras, pero yo no caería en ese juego.

—Nos vamos a cuestionar todas y cada una de las escenas de la película, que iremos viendo durante el año. Buscaremos el punto de vista de platón, Descartes... hasta llegar a la actualidad. No te preocupes, Gina, aprenderemos filosofía y lo que es más importante: os enseñaré a pensar por vosotros mismos.

La clase terminó tras algunas preguntas más. Sonó una estridente campana y salimos del aula. Mi relación con el resto del profesorado era distante, por el momento ninguno de ellos se había dignado a mantener una conversación conmigo. Me habían enseñado el edificio y las instalaciones del Instituto, pero de ahí no pasaron. Me acerqué a la sala de profesores y recogí mis cosas. Sin decir nada salí por la puerta principal, en medio de todos los estudiantes. Me gustaba mezclarme con ellos, escucharlos hablar relajados y descubrir los intereses que les motivaban. Ya estaba cruzando la puerta del recinto cuando lo vi apoyado en un todoterreno negro. El hombre del bar, con su traje, acaparando la atención de todas las madres que se acercaban a recoger a los niños más pequeños del colegio contiguo.

Me esperé por curiosidad para saber quién era su hijo, y me llevé una tremenda sorpresa al ver acercarse al coche a quien menos me esperaba...

Pequeños pajarillos, ¿Qué os parece Zara como profesora? ¿Quién será el alumno que se acerca al coche? Mañana lo veremos...