Al verme salir por la puerta me llamó desde el otro lado de la calle.

—¡Profesora!, ¡por favor necesito su ayuda!—exclamó mientras venía hacia nosotras—Trevor ha desaparecido, no he logrado encontrarlo en toda la noche, ya no sé dónde buscarlo.

Lo observé mientras se acercaba, lucía un aspecto desastroso, con la barba incipiente, el pelo sujeto en una cola mal arreglada, el traje arrugado y aquellos ojos azules desesperados que me miraban suplicantes. Volvió el nudo de mi estómago, que apareció el día anterior al ver a ese hombre exclamar y salir corriendo con el coche, cuando le dije que Trevor no había venido a clases. Lara me miró con una expresión indescifrable en su cara y me susurró:

—Te dejo que hables con él. Voy a mi casa y te espero en el instituto, no llegues tarde.

—Gracias —musité para que sólo ella pudiera escucharme— nos vemos en media hora y te cuento — Y pregunté girándome hacia Dylan—¿Qué ha ocurrido?

—No sé nada de mi hijo desde ayer por la mañana —espetó de pronto, acelerando el ritmo de mi corazón—. Ya no sé dónde buscar y me acordé que la última vez me ayudó a encontrarlo. ¿Tiene alguna idea de dónde pudiera estar?

—Señor Gonzail, sólo conozco a su hijo desde hace unos días, no tengo ni idea de dónde pueda estar, ¿Ha avisado a la policía?—pregunté mientras nos dirigíamos al metro— ¿Cómo ha sabido dónde vivía yo?—interrogué tras darme cuenta que nunca le había dicho mi dirección.

—He estado investigando y al final he conseguido que una persona me diera la información. No se enfade, estoy desesperado. Temo que le haya ocurrido alguna cosa.

Reflexioné durante un instante en quién podría haberle facilitado los datos pero no se me ocurría nadie. De todas formas, estaba preocupada por Trevor, así que no le di demasiada importancia al tema.

—¿Pero ha ido a la policía?—repetí la pregunta— Ellos le ayudarán a encontrarlo, es menor de edad.

—Sí, he ido, profesora, no soy un idiota—afirmó seco, dejándome por un momento desconcertada— Lo siento, no quería ser brusco —rectificó enseguida— en estos momentos estoy muy cansado y preocupado.

Le tranquilicé y quité importancia al tono de voz que había utilizado. Tomamos el metro y sin pensar nos dirigimos hacia el instituto, ya que no tenía ninguna otra idea para encontrarlo. La puerta principal del centro estaba abierta, pero la que daba a las aulas permanecía aún cerrada hasta la llegada del responsable de abrirlas. Le hice entrar y llamé a la persona encargada de las llaves, que llegó en unos minutos. 

—Tengo una reunión con el padre de uno de mis alumnos —justifiqué ante la mirada inquisitoria de aquella mujer. 

—A mí no tiene que darme explicaciones, profesora Zara —expresó mientras gesticulaba de forma graciosa con sus manos.

Subimos las escaleras que conducían a la sala de profesores, donde tenía la intención de ofrecer a Dylan un café mientras discutíamos sobre qué podíamos hacer para encontrar a Trevor. Se me ocurrió hablarlo con sus compañeros, que si bien no mantenían mucha relación quizás supieran algo. Pero al pasar por la puerta del cuarto de limpieza, un ruido nos hizo detener nuestra marcha.

¿Qué habrá escuchado Zara? ¿Dónde está Trevor? Pequeños pajarillos, esto se complica.