—Señor Gonzail, Trevor no ha venido hoy a clase, se le ha enviado un correo electrónico avisándole —lancé a bocajarro nada más llegar a su altura.

—No me ha llegado ninguna notificación —murmuró sacando el teléfono móvil del bolsillo trasero de su pantalón— ¡Mierda! —exclamó mientras subía al todoterreno y desaparecía de mi vista sin una explicación.

Me dejó preocupada, pues lo que hubiese ocurrido parecía importante o incluso grave. Me quedé parada allí mismo, sin reaccionar, sin moverme, como si me hubiese quedado congelada.

Al cabo de un momento se acercó Lara quien, al verme en aquel estado, me preguntó lo que me ocurría, sacándome de mi estado de estupefacción.

—No sé que ha pasado, pero Dylan se ha marchado corriendo como alma que lleva el diablo. Ha debido ocurrirle algo a Trevor...—murmuré mientras miraba por donde se había marchado aquel hombre, sintiendo un nudo en el estómago.

—Igual al darse cuenta de que no ha venido al instituto, ha ido a buscarle a algún otro lugar —conjeturó Lara, intentando calmar mi preocupación.

—Lo que sea no lo averiguaremos aquí paradas. ¿Dónde está Mel? —pregunté para cambiar de tema.

—Lo he convencido para que te de más tiempo. Quiere volver contigo, dice que está arrepentido y que te ama más que a nadie... Parecía sincero, pero debes ser tú la que decida lo que vas a hacer —explicó encogiéndose de hombros.

Iniciamos el camino para llegar a su casa, era cierto que no estaba lejos, en diez minutos entrábamos por la puerta. Le ayudé a preparar la comida para las dos y en una hora estábamos sentadas a una mesa pequeña, comiendo unas hamburguesas con queso y una ensalada.

Hablamos de nuestro proyecto en común, poniéndonos al día en nuestras investigaciones. Casi estábamos listas para empezar a trabajar en conjunto. Lara quedó complacida con mi método para impartir la clase. Terminamos de comer tarde y, tras mirar la hora, comenté que tenía que volver a casa.

—Te acompaño, Zara, no sea que Mel te esté esperando en la puerta de tu casa —afirmó levantándose del sofá junto a mí.

—No creo que sea necesario, mañana nos vemos en el instituto...

Lara no me hizo el menor caso e insistió en venir conmigo. Caminamos hasta el metro y después hasta mi pequeño apartamento, que me avergonzaba enseñar. Justo al doblar la esquina lo encontramos: me esperaba en la acera, frente a mi casa.

—¡Menos mal que he venido! —exclamó mirándome.

Me sentía acosada, presionada por Mel. ¿Cómo hacerle entender que me dejara tranquila? Eran las siete de la tarde y no quería molestar más a mi compañera, pero no se me ocurría nada para deshacerme de él.

Lara vio mi indecisión y decidió actuar, se aproximó a Mel con los brazos en jarras y empezó a gritarle de modo que todos los vecinos pudieran escucharla.

—¡¿Cómo tenemos que decirte las cosas?! —y en voz más baja, para que sólo él pudiera escucharla añadió— Haz el favor de dejar a Zara tranquila, porque me voy a convertir en su sombra. No te acerques a ella.

Suerte que Lara ha acompañado a nuestra protagonista. Mel no se da por vencido e insiste en presionar a Zara. ¿Qué ocurrirá? ¿Logrará su objetivo?
Si lo queréis saber volved a revolotear por aquí mañana, pajarillos.