Desde el suelo contemplé la figura inesperada de Mel. Quedé estupefacta, sentada en el suelo sin saber qué decir o hacer. No estaba preparada para volverle a ver, se lo había dejado claro la noche anterior, pero había hecho caso omiso de lo que le dije y lo tenía ante mí.

—¿Qué haces aquí, Mel? —pregunté, dejando ver el desagrado que me producía tenerlo delante—. Te dije que no quería verte todavía, que necesitaba tiempo.

—Lo siento, cariño, no he podido aguantar más —se justificó sin el más mínimo arrepentimiento —Necesito que me perdones.

Me tendió la mano para ayudarme a levantar del suelo, con una expresión de superioridad que en esos momentos me causaba rechazo.

—Todavía está muy reciente tu traición, Mel, y no sé si te perdonaré algún día —me sinceré mientras me ponía en pie sin aceptar su ayuda.

—No seas niña, ha sido un pequeño desliz, sabes que sólo te quiero a tí, mi amor —murmuró acercándose con claras intenciones de besarme—. Perdóname, sabes que estamos destinados a estar juntos.

Su actitud me estaba confundiendo, se inclinaba sobre mí para para posar sus labios sobre los míos, puso sus manos en mis caderas para evitar que pudiera apartarme pero, cuando estaba a punto de conseguirlo, recordé la escena en su habitación y saqué fuerzas para rechazarle.

—¡No me toques! ¡Aléjate de mí!— exclamé empujándolo con todas mis fuerzas.

Por la acera pasaban varias personas que se quedaron mirando la escena, así que no le quedó más remedio que aceptar mi negativa y apartarse.

—Está bien, no te enfades. La vida en la ciudad te está cambiando el carácter —murmuró intentando que me calmase.

Mas yo ya había llegado al límite de mi paciencia así que, sin decirle nada más, comencé a caminar deprisa para ir al instituto. Él continuaba tras de mí mientras lo ignoraba.

Al entrar en el recinto escolar tuvo que quedarse fuera y me vi liberada de su persecución. Entré en la sala de profesores, donde ya se encontraban los demás, me serví un café y Lara me miró de arriba abajo. Me llevó aparte para hablar sin que nadie nos pudiera escuchar.

—¿Qué te ha pasado? Parece que hayas visto un fantasma. ¿Estás bien? —me preguntó, abriendo el caudal de mis emociones que, hasta ese momento, había mantenido bajo control.

—Acabo de tropezarme con Mel, mi exnovio. Ayer contesté sus mensajes y le pedí que me diese tiempo, pero hoy ha venido a verme —expliqué con lágrimas en los ojos— ¡No puedo verle! me duele que me haya engañado, ¡pero le quiero todavía! ¡Le necesito! He estado a punto de dejar que me diera un beso, Lara, pero en el último momento he podido rechazarlo. Necesito pensar en nosotros, porque no sé si podré perdonarle su infidelidad. Ha traicionado mi confianza.

—Espera, Zara, ¿Me dices que Mel ha venido desde el pueblo para pedirte perdón? —preguntó extrañada— ¿Y te ha forzado a besarle?

—Bueno, tanto como forzar no. Pero sí que pretendía que le perdonase. Me he sentido tan culpable por rechazarle...¡Pero no podía dejar que me besara! no estoy preparada para perdonarle todavía.

¿Que opináis? ¿Debería perdonarle? Veremos qué ocurre a continuación...
Mañana más pequeños pajarillos.