Lara me miró directa a los ojos y me habló con seriedad.

—Ten cuidado, Zara, pisas terreno pantanoso —me advirtió— las relaciones entre profesores y padres de alumnos no son bien vistas en la comunidad educativa. No están prohibidas, pero pueden conllevar reacciones bastante problemáticas.

—No pretendo tener una relación con él, sólo ha sido una ayuda puntual en la relación padre e hijo —y agregué, más para mí misma que para ella— a partir de este momento no pienso intervenir más.

—Creo que te sientes atraída por su padre, por eso te involucras...

—Lara, acabo de romper con una relación de siete años, no me sentí atraída por él —mentí de forma descarada—. Bueno, creo que ya terminé, me voy a casa.

Pagué la comida y me marché, dejando a mi amiga con cara de no entender nada. Iba pensando en lo que me había dicho, intentando analizar, pero al darme cuenta de que quizás tenía razón, me asusté. Al llegar a casa necesitaba pensar en lo que me estaba ocurriendo. No tenía claro lo que debía haber hecho en esta situación, la decisión de ayudar a buscar a Trevor me había parecido correcta, la de ir a bailar para que nos viera también pero, contemplada desde la distancia y el tiempo, tenía que reconocer que no había sido la más razonable. Me preparé un café y me senté en el sillón para reflexionar. Eché una mirada a mi teléfono móvil y vi los mensajes de Mel sin abrir. Pensé que leerlos quizás me ayudaría a poner distancia con Trevor y su padre. Así que me enfrenté a ellos...

«Zara, tenemos que hablar, te pido perdón por lo que tuviste que ver el sábado, no se volverá a repetir, me sentía tan solo que no pude evitar caer en la tentación»

«Por favor, cariño, sabes que te quiero, no podemos tirar siete años de noviazgo a la basura por unos simples celos»

«No me respondes a los mensajes, ni siquiera los has leído. Merezco que me escuches para poder explicarte lo que ha ocurrido. contesta, por favor»

Leí los tres mensajes varias veces, sintiéndome culpable por no querer escucharle. El dolor de su traición todavía estaba muy reciente, aún no podía enfrentarme a él, así que le respondí de manera clara y concisa.

«En estos momentos no quiero oírte. Estoy dolida y necesito tiempo»

Me tomé el medicamento para la fiebre y me fui a la cama. No podía conciliar el sueño. Seguía pensando en Trevor y su padre, en Mel y en todos los cambios que se estaban produciendo en mi vida. Tras varias horas de dar vueltas en la cama, me dormí y tuve pesadillas durante toda la noche, de manera que cuando sonó el despertador estaba más cansada que cuando me acosté.

De nuevo tenía fiebre, con el añadido de una terrible tos. Aún así me levanté y, tras una ducha y mis pastillas para la fiebre, salí de casa. Estaba un poco mareada debido al resfriado y los medicamentos, así que, cuando se me cruzó de repente en la esquina, caí al suelo sin poderlo evitar.

¿¡Otra vez!? Zara tiene mala suerte, ¿quién será ahora?
Mañana lo sabréis pajarillos...