Mi corazón se detuvo de golpe, el rubor cubrió mis mejillas y sólo pude murmurar.

—Eso no es cierto, Trevor, apenas conozco a tu padre de vista.

—Os vi ayer, profe —afirmó sin dudar ni un instante—. Estábais tan acaramelados que me dieron arcadas. ¿No le dió vergüenza? Parecían mandriles en celo...

—Te voy a pedir que no me faltes el respeto, yo en ningún momento te lo he faltado —comenté recuperando la seguridad en mí misma—. Si me viste ayer con tu padre fue porque le ayudé a buscarte, no quise que se acercara a ti y te pusiera en evidencia delante de tus amigos. Por eso nos pusimos en un lugar donde pudieras vernos tú.

—Como si le importara a él lo que yo siento —murmuró por lo bajo— ¿Qué pretendes con él? Es viudo, ya lo sabes, pero no creo que encajes en su vida... Así que ve olvidándote.

—Yo no quiero nada de tu padre, Trevor. Lo único que pretendo es ayudar a integrarte en la clase, nada más.

Trevor hizo una mueca de incredulidad y me pidió permiso para irse. Se lo concedí, ya que ese día no conseguiría nada más con él.
Recogí mis papeles de la mesa y salí al pasillo para adentrarme en la última de las clases del día.

Cada minuto que pasaba me encontraba peor, la fiebre volvía a subir y el efecto de la medicación iba disminuyendo. Al terminar mi jornada me acerqué a hablar con Lara.

—Lo siento, de verdad, pero no me aguanto de pie. ¿Quedamos otro día? —pregunté esperanzada—. Necesito meterme en la cama y dormir veinte horas seguidas.

Lara me miró con gesto preocupado y se ofreció para acompañarme a casa, sin embargo preferí volver sola y meterme en la cama.

—De acuerdo, dejaré que te vayas sola a casa —aceptó resignada— pero antes quiero que comas algo decente.

Me obligó a acompañarla al bar y me pidió un plato de verdura y carne. Comí sin hambre, solo para su tranquilidad. Ella me miraba mientras tragaba con dificultad cada bocado y, entre uno y otro trozo de carne, le fui explicando lo sucedido desde que ella se marchó de la cafetería. Su gesto de sorpresa se agrandaba conforme me iba escuchando. Dejó que hablara sin interrumpirme, hasta que le comenté lo que Trevor me había dicho esa misma mañana.

—Ese chico te va a traer problemas —predijo mirándome a los ojos—. Tendrías que derivarlo a la psicóloga del centro lo antes posible.

—Quiero esperar un poco, quizás pueda reconducir su conducta cuando se de cuenta de que su padre y yo no tenemos ninguna relación como supone —comenté, mirando el plato de comida casi vacío— solo tengo que tener paciencia.

—¿Estás segura de que no quieres nada con su padre? Por lo que me has contado bailaste con él esa noche —y añadió— Pudiste haberle acompañado hasta el local y, cuando localizastéis al chico, marcharte a tu casa...¿Qué te retuvo allí?

—No lo sé —confesé con sinceridad— me preocupaba por Trevor y también por su padre.

En ese momento me di cuenta que me había extralimitado en mi labor como docente.

Ayyy!!! Pajarillos, la situación se complica cada vez más... No os perdáis el próximo capítulo, hasta mañana...