Lara me miró como si me hubiera vuelto loca, pero segundos más tarde se estaba riendo a carcajadas. Su risa contagiosa me hizo olvidar las penas. Le expliqué la situación tal y como yo la había vivido, y al final, para justificar mi arranque de violencia, le expliqué que había roto con mi pareja. Sin explayarme, ella supo respetar mi silencio y no me interrogó para saber los detalles.

—Está bien, vamos a hablar del trabajo, ya sé que es domingo pero ayer estuve dándole vueltas a una idea que me vino a la cabeza. Creo que podemos trabajar juntas con los chicos —sugirió de pronto.

—Pero, ¡Biología y filosofía no tienen nada en común! —exclamé sorprendida.

—En apariencia no, pero he encontrado un punto, o más bien un tema en el que necesito la ayuda de la filosofía para dar un punto de vista más amplio —comentó misteriosa.

—Lara, ve al grano, no tenemos toda la tarde, si hay que preparar las clases necesitamos todo el tiempo que podamos conseguir.

Con paciencia me contó su idea...

—En biología vamos a estudiar el órgano reproductor, el sexo entra dentro de esta clase. Los componentes físicos podemos estudiarlos sin problemas, pero quiero darles más, la visión filosófica del acto sexual.

La miré seria, era un tema complicado pues los chicos mantienen relaciones desde muy temprana edad.

—Está bien, me parece interesante. ¿Cómo piensas enfocarlo? —dije, dispuesta a ponerme con la investigación lo antes posible.

Estuvimos toda la tarde hablando, mi ropa se secó y un resfriado tomó posesión de mi cuerpo mientras tanto, pero la idea me había parecido muy interesante y estaba tan inmersa en la conversación que ni cuenta me daba del tiempo... ni de los cafés que ya nos habíamos tomado.

—¡Dios mío, Zara! ¡¿has visto la hora que es?! Tengo que volver a casa, mañana seguimos hablando —exclamó, levantándose precipitada de la silla y recogiendo todos los papeles que había desperdigado por la mesa. Se despidió con una excusa por no esperarme y salió corriendo hacia la calle.

La miré y una tímida sonrisa apareció en mis labios, me recordaba a los días del instituto, en los que quedaba con Neira para estudiar: siempre se nos hacía tarde y acababa por salir corriendo de la biblioteca para que mis padres no me regañaran. Ahora no tenía prisa por llegar a casa, así que, a diferencia de ella, me tomé mi tiempo para recoger y ordenar todos los apuntes que había estado tomando. Me sentía bien en esos momentos, el proyecto era muy interesante y estaba ilusionada. Pensaba en todas las horas que me quedaban de investigación para prepararlo todo, pero lejos de sentirme agobiada, sabía que sería una manera de mantener mi mente ocupada y olvidar la pesadilla que estaba viviendo.

Salí de la cafetería, pensativa, eran las ocho de la noche y nadie me esperaba así que caminaba despacio. Giré en la esquina y, ¡de nuevo me atropelló alguien! Esta vez pude sujetarme en la reja de una ventana y evitar la caída, pero al ver quién era se desataron todos mis demonios...

¡Vaya día lleva Zara! Pequeños pajarillos, ¿con quién habrá chocado esta vez? Mañana saldréis de dudas. Espero que os esté gustando la historia de Zara, todavía le quedan muchas cosas por vivir.