CAPÍTULO 11
—¡Mira quién viene por allí! —exclamó Neira señalando a un individuo alto, fuerte y atractivo que, sin lugar a dudas, no podía ser otro que Dylan.
—Es el padre de Trevor —afirmé, segura de ello.
Lo vimos entrar en la misma portería que su hijo y me convencí entonces de que el chico había dicho la verdad. Me alejé rápido para evitar que aquel hombre nos viera, arrastrando a Neira en una carrera hasta el metro que nos dejó asfixiadas y muertas de la risa.
Decidimos que la noche ya había sido bastante emocionante para nosotras y nos dirigimos a casa.
—Ese Trevor es un chico problemático, Zara, seguro que tendrás que trabajar duro para conseguir que te preste atención en las clases —reflexionó Neira mientras nos acomodábamos para dormir.
—No tengo clara su situación familiar, pero de lo que estoy segura es de que ese hombre no tiene ni idea de como tratar a un adolescente, sea problemático o no —comenté en voz baja.
El sueño se fue apoderando de las dos y mi último pensamiento consciente, antes de quedarme profundamente dormida, fue para Dylan, un hombre tan atractivo como misterioso...
La mañana del domingo amaneció lluviosa, Neira debía irse a mediodía así que no teníamos mucho tiempo para estar juntas. Madrugamos pese a haber estado despiertas hasta las tres de la madrugada. Desayunamos en casa y sobre las once ya tenía todo preparado para su marcha. Tuve sentimientos encontrados cuando la despedí en la estación, por un lado, su presencia era como un torbellino que ponía mi mundo del revés, pero por el otro lado, con ella me sentía acompañada y la soledad desaparecía por completo.
—La próxima vez subiré yo al pueblo, Neira, no le digas nada a Mel, le daré una sorpresa.
—Está bien, pero espero que él no te acapare como hace siempre, echaba de menos las risas contigo. Tenemos que repetir un fin de semana como este —me dijo al oído abrazándome.
Subió al tren y se despidió por la ventana. Quedé quieta en el andén viendo cómo se alejaba, con un nudo en la garganta. Mi mejor amiga me había dejado un vacío aún más grande del que ya tenía.
La tarde del domingo dio paso al lunes en un abrir y cerrar de ojos. El despertador sonó a las seis y me levanté tras el tercer aviso. Me duché y me preparé para ir al trabajo, renovada tras el fin de semana. Llegué a la sala de profesores poco antes de la hora de inicio de las clases, nadie me dirigió la palabra, así que preparé mis cosas y me fui sin decir buenos días. Al salir me tropecé con otra profesora, nueva como yo, que me saludó con alegría.
—¡Buenos días, soy la profesora de Biología! —Me tendió la mano y yo la estreché con ganas.
—Yo soy de filosofía, doy las clases de tercero, mi nombre es Zara. La miré a los ojos interrogante hasta que se dio cuenta de que no me había dicho su nombre...
Alguien nuevo entra en escena... ¿qué influencia tendrá en la historia? ¿Será amiga o enemiga? Pequeños pajarillos, preparaos para lo que se nos viene...
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