Los diez días se hicieron cortos, vivimos noches inolvidables, tardes de conversación y caricias, mañanas de juegos y risas. El día estipulado llegó puntual el taxi a buscarnos. Tras él una señora en otro vehículo llegó para recoger las llaves. Antes de subir al coche eché la mirada atrás para guardar en mi retina la imagen de aquella cabaña. Habían sido los mejores días de mi vida, pero ahora debíamos afrontar la realidad. Nos quedaba un largo camino que recorrer juntos, llenos de altibajos y problemas, que trataríamos de superar juntos. Abrazados en el tren nos encontraron, habían venido a recogernos a la estación. La sonrisa de Trevor y la felicidad de mis amigas eran las pruebas que nos faltaban para corroborar que todos estaban involucrados en la trampa. Pero ya no estaba enfadada. 

Me acompañaron a casa, y mis amigas se quedaron conmigo mientras Trevor y su padre se marchaban a su casa, habíamos hablado de ello en la cabaña, primero hablaríamos con el chico y después volvería a vivir con ellos. 

—¿De quién fue la idea? —pregunté aparentando enfado.

—No lo creerás pero fue de Trevor —respondió Neira mostrando sus manos. 

—Yo apoyé enseguida la propuesta, veo que te han sentado bien las pequeñas vacaciones — añadió Lara con una sonrisa pícara— Queremos que nos lo cuentes todo.

Y les expliqué cómo había tomado la decisión y la semana increíble que había pasado con mi gigante. Mas tarde, les pregunté a ellas cómo estaban.

—A ti te lo vamos a contar, porque lo sabes desde el principio, pero por favor, no se lo digas a nadie —pidió Neira— vamos a intentarlo. Queremos ir despacio, bueno, yo quiero ir despacio —explicó Neira mirando los ojos de Lara.

—Podéis contar conmigo —respondí abrazándolas a las dos— espero que seáis muy felices, os lo merecéis. ¿Desde cuándo sois pareja?

Lara miró a su pareja y se sinceró conmigo:

—Desde que volvimos de celebrar el final del juicio, llegamos a casa y nos abrazamos contentas, entonces ella me besó y desde ese momento hemos estado juntas. 

Las felicité por haber superado sus dificultades, pero aún me quedaba por escuchar otra sorpresa.

—¿Sabes quién confesó estos días que estabas de vacaciones?—comentó Lara—. Tu querido alumno.

—¿Qué ha confesado Trevor?—pregunté sorprendida.

—Nuestro querido alumno ha confesado por fin quién le encerró en el cuarto de la limpieza —comentó riendo—. Nunca lo hubiera sospechado, pero parece ser que el chico se quedó encerrado en el colegio con una compañera de clase, Gina, al parecer a la chica le daba vergüenza que supieran que había pasado la noche sola con él, así que él hizo que le atara y después ella se escondió en la clase, cuando lo encontrasteis se armó un buen lío y ella tuvo tiempo de salir y aparentar que acababa de llegar. Por eso no podía confesar quién había sido. Me ha hecho prometer que no se lo diría a nadie, pero tú no cuentas. Lo que no me ha explicado es lo que hicieron durante toda la noche...

Por un momento me escandalicé, pero luego recordé que tenía dieciséis años y era un adolescente, las locuras forman parte del aprendizaje, aunque esperaba que la pequeña aventura no tuviera consecuencias...