—No, no soy su novio —murmuró mirando hacia el suelo.

—¿Porqué no se lo dijiste desde un principio? ¿ella no le dijo nada? No la llegué a ver...

—¿Crees que no lo intenté? Ese hombre está loco —Gesticulaba mientras íbamos caminando, demostrando con sus ademanes la frustración que sentía en aquel momento.

Llegamos al metro y le pregunté en qué dirección estaba su casa, para acompañarle hasta allí. Al principio no quiso decírmelo, pero en el ultimo momento, justo cuando ya no iba a insistir más, aceptó que le acompañáramos a regañadientes. Me dio la impresión de que no quería que supiera donde vivía, como si se avergonzara. Bajamos en una estación de metro de la zona de alto poder adquisitivo de la ciudad. No me sorprendió saber que vivía allí, ya me había dado cuenta de que la situación económica de su familia era bastante buena, por la ropa de su padre, el coche y detalles en el chico que me hacían sospechar que no les faltaba el dinero.

—No quiero que nadie de la escuela sepa dónde vivo, ya tengo bastante con tener que aguantar que mi padre me venga a buscar cada día.

—¿Porqué lo hace? Creo que si te deja salir solo por las noches debería dejarte volver a casa solo... A menos que esta noche no tuvieras su permiso para salir.

Trevor miró al suelo y confirmó mis sospechas sin decir una sola palabra. Paré en seco en medio de la calle y me giré hacia él muy seria.

—¡No deberías salir sin permiso! —exclamé, sintiendo que era yo la que había sido engañada —si yo no te hubiera sacado de encima al gorila, ahora tendrías la cara destrozada. Ese hombre no se iba a conformar con unas sacudidas, ¡estaba a punto de golpearte!

—Me las hubiera arreglado de algún modo —contestó encogiéndose de hombros.

El resto del camino no le dirigí la palabra, estaba muy enfadada y podría decir alguna tontería de la que me arrepentiría después.

Nos aseguramos de que entraba en el edificio de pisos que aseguraba era donde vivía, pero yo no estaba segura de que no volviese a salir de nuevo cuando nosotras desapareciéramos.

—¿Te parece si nos sentamos en esa terraza y nos tomamos algo mientras vigilamos que no salga de nuevo?

Neira me miró, sonrió y me arrastró de la mano hacia el bar. Nos sentamos en una de las mesas de la terraza, situadas de manera que yo tenía visión perfecta de la puerta de entrada del edificio donde vivía.

Tras un cuarto de hora en tensión esperando que, de un momento a otro, Trevor tratase de salir de nuevo a escondidas, empecé a relajarme y me concentré en mi amiga. Pedimos unas cañas y unas patatas bravas. Retomamos nuestra charla, nuestros proyectos futuros y el tiempo pareció volar...

Cuando el local empezó a recoger las mesas, para dejarnos claro que era la hora del cierre, pedimos la cuenta y nos alejamos en dirección al metro. Apenas cruzamos la calle me pareció verlo... ¿Era él o estaba soñando?

¿Quién podrá ser?¿Cómo reaccionará Zara al verle? Mañana un nuevo capítulo, pajarillos del bosque. ¡No os lo perdáis!