Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

SEGUNDO ACTO

Escena I

Isaac camina rumbo al océano; se acerca a unos peñascos, donde Zacarías está sentado sosteniendo una caña de pescar. Su cabello negro baila en la brisa fresca mientras mira el horizonte, donde el azul marino y el ilusorio celeste forman una bandera de dos franjas infinitas y uniformes. Isaac respira hondo, y trepa por las enormes rocas, sentándose a un metro de su maestro, observándolo con atención. Zacarías se percata de su presencia y sonríe.

Zacarías: ¿Qué ves en el horizonte?

Isaac: El infinito que nada vale para mí (apresurado y tosco).

Zacarías: ¿En serio? A mí me parece que se adhiere al concepto de finito (se levanta, dejando la caña clavada entre las rocas). Veo el límite donde comparten un beso el cielo y el inmenso océano (Isaac lo ignora). Y si giro (se da la vuelta, observando todo a su alrededor), me encuentro con una bóveda circular enorme que finaliza en el mismo punto en el cual comencé a dibujarla (vuelve a sentarse). ¿No es así el mundo? Estás enojado.

Isaac: ¡Ha desaparecido una semana! Se me ha derrumbado una montaña de ideas que no han tenido de la sabiduría de su estrella para permanecer en pie.

Zacarías: (Se ríe) Qué egoísta te ha vuelto el tiempo...

Isaac: Y lo seré aún más si eso te mantiene a mi lado.

(PAUSA)

Isaac: ¿Qué ha sucedido?, ¿por qué lo has hecho?

Zacarías: Mírate, tan dueño mío. Ya no eres un niño.

(PAUSA)

Zacarías: Podría decir que lo he hecho por curiosidad.

Isaac lo observa, incrédulo, con una mueca exagerada de disgusto.

Isaac: ¿Curiosidad?, ¿qué le ha dado curiosidad? ¡No me lo creo! Siquiera imagina cuánto lo he buscado, ¡y nada! (dramático). Ni una gota de ti en el árbol de mi esperanza, creí que habías huido lejos, a otro sitio sin mí. ¡Remédialo!, animal, mi corazón está en trizas (expresa dolor).

Zacarías: ¡Animal dices! ¡Ja,ja,ja!

Se acerca a Isaac, sentándose a su lado. Isaac lo observa con recelo, por encima del hombro.

Zacarías: Me comporté como un niño, lo sé, mi curiosidad desafiaba tu lealtad.

Isaac: No has pensado ni un momento en cómo iba a sentirme, actuabas por instinto, ¡como una bestia!

Los brazos de Zacarías lo rodean y se deja recostar sobre su pecho.

Zacarías: Pero es verdad, la necesidad de saber la profundidad de tus sentimientos me arrastró a actuar sin consideración. Me dejé cegar con el entusiasmo que me mostraste aquel día por el ruidoso y confuso amor...

(PAUSA)

Zacarías: ¿Qué ha sido de aquello?

Isaac chasquea la lengua molesto y hace otra mueca de disgusto.

Isaac: Me enamoré de la ilusión de estar enamorado. Cuando me hizo aquella pregunta, si le amaba, pensé horas y horas en mi habitación. ¡Por los dioses!, debía responder pensando: "¿Qué sería de mi vida sin él?", y no encontré respuesta que no me causara dolor.

(PAUSA)

Isaac: Estoy triste, acabo de hacerle una confesión mediocre...

Se levanta, dejándolo con la sorpresa que enmudece su corazón, palpitando a prisa. Comienza a bajar por las rocas rumbo al camino que le había traído de la ciudad. Zacarías reacciona a seguirlo, mientras que la caña es arrastrada hacia el océano.

Zacarías: ¡Isaac!

Isaac se apresura y Zacarías corre para alcanzarlo. Sujeta su brazo con brusquedad.

Isaac: Suélteme por favor, maestro, muero de vergüenza

Zacarías atrapa su rostro entre manos y lo besa apasionadamente. Isaac lo empuja; abofetea su mejilla con fuerza y huye.

Escena II

Isaac está sentado en su cama, junto a un gran ventanal donde puede ver la luna menguante que resplandece junto a un millar de estrellas.

Isaac: (Mirando al cielo, hablando con los dioses) Oh, Eros, tu flecha ha sido mi primer beso, robado por el ser que amo con prohibida pasión, pero me ha punzado en el pecho esta culpa provocada por mi propia insistencia. ¿Qué he de saber que tome su interés?, nos llevamos veinte años, que inmoral que un joven como yo pretenda un hombre de tal sabiduría, pero que palpitar precioso. En mis diecisiete años de vida, y hace tan solo seis que conozco a mi maestro, pensé en experimentar una sensación más profunda que el mar. Claro que he de correr, por supuesto que he de correr.

Se acuesta a dormir con una sonrisa.

Escena III

Isaac recorre los jardines del templo de Palas, con la brisa de la primavera sobre el rostro, con la cobardía alimentándo su arrepentimiento por haber golpeado al hombre que ama. Piensa en lo cálido del beso grabado en sus labios y cierra los ojos, recordando el momento, para sostenerlo un poco más. Espía a Zacarías, escondido detrás de una de las columnas que rodean el jardín. Lo ve conversar con un joven de su edad a tan solo unos metros. Se esconde más, esperanzado de que él no fuera tan perspicaz. Pero es tarde, lo sabe; el dorado de sus rizos lo delata.

Zacarías: ¿No te enseñé que no es justo ser hipócrita?

Camina adentrándose en el jardín mientras admira unos rosales y acaricia los pétalos de una rosa. Su voz resonó clara, amable.

Isaac: ¡No lo soy! (frunce el ceño).

Zacarías: Experimentas el amor como una niña enamorada y luego rechazas mis sentimientos. Todo eso después de confesarme que me amas, ¿cómo defines eso?

(PAUSA)

Zacarías: (Sonriendo) Actúas contrario a tus sentimientos.

Se acerca sigilosamente a la columna dónde se esconde Isaac.

Isaac: Maestro, me da terror pensar que será tan intenso como lo imagino, este amor me quema el alma por dentro y por fuera. La necesidad de que me posea y me destruya traerá consecuencias. ¡Lo necesito tanto! No podría mirarlo a los ojos sin arrojarme a sus brazos, ¿a dónde ha huido mi inocencia? (horrorizado).

(PAUSA)

Isaac: (Teniendo una revelación escandalosa) ¡Ah!, ¿¡qué diría mi padre!?, ¡estoy avergonzado de mi boca!

Zacarías gira rápidamente y atrapa a Isaac contra el mármol de la fría columna, impidiéndole el escape.

Zacarías: Y yo estoy preso de ella, ¿no lo ves? Es porque eres tú que llevo esta inquietud a todas partes. Ya no sé estar en paz, no entiendes cuánto provoca cada cosa que dices, ingenuo.

(PAUSA)

Isaac ladea el rostro, sin poder sostener la mirada encendida de su maestro.

Zacarías: Estoy confundido, ardo en deseo de tomarte desde que tengo en claro que eres mío. Hoy, ahora más que nunca, deseo hacerte el amor (lo abraza y se hunde en su cuello con delicadeza)

Isaac: (Excitado) Por favor, Maestro, el olor de su cuerpo (suspira). Estoy tan mareado (se deja estrechar), aquí no... ¡aquí no!

Intenta apartarlo con los brazos pero Zacarías insiste.

Isaac: ¡Lejos!, ¡lejos!, o no sé qué será de mi conciencia, se lo suplico (apreta los ojos).

Zacarías: Déjame robártela a besos, átame al pecado de la lujuria, a ese que tanto teme tu cordura (mete las manos debajo de la túnica de Isaac). Tu cuerpo virgen, tu alma pura, quiero destruirlo todo, me has convertido en un monstruo. ¡Mírame! Quiero hacerte mío.

Oye los gemidos suaves de Isaac y se separa de repente, dándole la espalda, evitando su mirada cargada de deseo.

Zacarías: Vete, este no es el lugar para nuestra mutua entrega, ¡vete lejos de mi! Esta noche en las ruinas cerca de nuestro pueblo, estaremos solos los dos, y que los dioses sean testigos.

Isaac suspiró cerrando los ojos, imaginando tal cosa, luego lo observó nuevamente y la mirada del mayor lo tomó suplicante con la resistencia que ponía a su instinto.

Zacarías: Vete ya, Isaac, no me contendré otro instante.

Isaac corre hacia la salida, sin mirar atrás, su corazón palpita con fuerza, su cuerpo se estremece con el recuerdo de cada palabra. Desea que la noche llegue, y que no llegue jamás.

Escena IV

Es de tarde e Isaac está sentado junto al río, bajo la sombra de un árbol enorme; Diodoro lo ve a lo lejos y se acerca para sentarse a su lado.

Diodoro: (Entusiasmado) ¡Cuánta dicha! Juré ver a lo lejos a las mariposas como hadas riendo alrededor de esta aura rosa que te envuelve; es tan cálida que hace que se me estremezca la piel.

Isaac: (Rueda los ojos) Amigo mío, es el amor, míralo al muy pícaro, me ha vestido de bufón. Adelante, búrlate, al fin y al cabo no merezco más que burla, ¡desgracia mia!

Diodoro: (Indignado) ¿¡Desgracia!? Te atreves a tal cosa, hablar de desgracia y amor en un mismo aliento. Suenas ahora como un cachorro golpeado y abandonado por su dueño. Yo no sé del amor, es cierto, no conozco a ese vil ladrón, aunque deseo con fervor tropezarme con él algún día. Pero tú, amigo de mi alma, has sido tocado por Eros, estás en los brazos de Afrodita, ¡brilla en tus ojos la magia de los dioses! (extiende los brazos, sonriente)

Isaac: (Con fastidio) Ay, calla Diodoro, no tienes idea. Soy un traidor, soy un cobarde, soy la mediocridad en persona; me he confesado a mi ser amado con la bronca de verme preso en la eternidad de un sentimiento inmortal. ¡Mi Dios a nacido en un hombre! ¿Cómo tengo el descaro de decirlo siquiera? ¡Idiota de mí!

(PAUSA)

Isaac: Déjame Diodoro, déjame llorar y ahogarme si puedo, debo morir (dramático).

Diodoro: ¿Desde cuándo eres un mártir? Rompe esas barreras ridículas, hazlo de una vez por todas. Estás encadenado.

Isaac: Ni hablar, hubiese venido el mismísimo Thánatos a buscarme si dejase de defender mis ideales, suerte tengo de ser consciente.

Mira al árbol que los acompaña.

Isaac: ¡Y suerte tienes también!

Diodoro vuelve a reír.

Diodoro: No sabrá jamás de la profundidad del sentimiento. Se llevará a la tumba los secretos del mundo. ¡El regalo más grande es la fuerza con la que nacemos para sufrir nuestra conciencia!, ¿no lo ves?

Isaac: (Lo ignora) Déjame morir.

Diodoro: (Chasquea la lengua, molesto) No seas ridículo. Ven Isaac, deja de lamentarte, vayamos con nuestro maestro, él sabrá qué decir. Ven, Zacarías sabrá qué hacer.

Isaac: ¡Oh sí, no dudo que él sabrá! No, no podemos.

(PAUSA)

Diodoro: Me sostienes inmensamente confundido.

Isaac se acerca con prisa a Diodoro y lo toma de las manos, mirándolo a los ojos con seriedad.

Isaac: Ahora mismo, amigo, ni verle a los ojos puedo. Él es causa y efecto (susurra). Déjame explicarte, ¡sufro cada día por ello!, le has mencionado y mi corazón late enloquecido. Dulce es su voz para mí ahora y tan cálida la mirada...

Diodoro se sorprende y sonríe con los ojos brillantes.

Isaac: (Enojado) ¡No te atrevas a burlarte Diodoro! Me arrancaré los ojos, los vendaré y los montaré a la barca para no saber de ellos jamás.

Lo suelta y se aleja.

Diodoro: ¡Lo amas!, ¡me has enseñado los ojos del amor, Isaac!

Isaac se precipita a él y le tapa la boca con una mano.

Isaac: ¡Calla he dicho, Diodoro!

Se levanta y camina hacia el río.

Diodoro: (Rie feliz) ¡Niégalo!, ¡atrévete!, niño tonto.

Isaac: ¡Te morderás la lengua, tramposo!

Sale corriendo detrás de Diodoro, en una persecución inocente entre risas.

Escena V

Llega la noche e Isaac camina como un condenado hacia las ruinas. Su maestro lo espera sentado sobre un altar.

Zacarías: Amado mío... Por fin me honras con tu presencia.

Se acerca a él y lo abraza.

Isaac: Acto de maldad es la inspiración abrasadora de tu piel, me siento envenenado y sin aire, ¡ah! (las manos de Zacarías lo desnudan, mientras cae a besos sobre su cuello y hombro) ¡Ciega tus ojos, inocencia! (se aferra a su espalda cuando lo levanta sobre el altar). No mires, no mires (susurra). Maestro... (se queja por el dolor que siente al ser tomado y sus ojos se llenan de lágrimas), quema... (dejándose recostar sobre el altar), siento que voy a quebrarme. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro