Estaba sentada en el suelo del lugar que llamaban su hogar. Un edificio en ruinas en lo que antaño fue la ciudad de Boston. Sujetaba sus rodillas entre los brazos y no apartaba la vista del cuerpo que yacía frente a ella. Ernest se había encargado de encadenar a Rob, con gruesas cadenas, a un pilar intacto de la vivienda y aún seguía sin despertar.
Junto a la joven estaban las pertenencias de aquel cazador. Su arma llamó la atención de Sarah. Se trataba de una pistola semiautomática con un cargador para veinte proyectiles. Un objeto brillante, cromado y letal en manos de un profesional y Rob Sheridan lo era. En su mochila llevaba, además, cuatro cargadores para su arma, un enorme y afilado cuchillo de combate, un minúsculo botiquín de primeros auxilios, una brújula y un mapa de la zona en la que se encontraban, pero inservible porque era de antes de la Gran Guerra. También encontró algo de comida y cerillas y una carpeta con numerosos documentos entre los que incluía la fotografía que les había mostrado antes. Sarah se reconoció en ella, aunque era muy pequeña cuando se la hicieron, pero imaginó que tuvo que ser antes de la guerra. En el revés de la fotografía había escrito un nombre: Alyssa Evans Brooks. Nacida el 13 de mayo del año 2006. Esa joven debería tener en la actualidad cerca de los treinta años, pero Sarah tan solo tenía veinte o eso creía, por lo tanto no podía tratarse de ella, aunque fuese muy parecida e incluso casi idéntica a la niña de la fotografía.
Ernest se sentó a su lado sin decir nada, esperando sin duda a que iniciase la conversación.
—No puedo ser yo —dijo mostrándole la fotografía y el nombre y la fecha que había escrito en ella —. Yo no pude nacer en esa fecha, ¿no crees?
—No, no eres tan vieja —sonrió Ernest —. Aunque sin duda se parece mucho a ti.
—Lo sé y no me explico el porqué.
—Quizá se trate de un pariente tuyo. Tal vez una hermana. 
—¿Crees que podría tratarse de mi hermana? ¿De verdad lo crees?
—Podría ser, Sarah. Imagino que solo el gobierno lo sabe con certeza. No creo que nuestro vigilante tenga esa información.
—Por cierto —dijo —. ¿Qué fue lo que le dijiste para hacerle cambiar de opinión? ¿Qué palabra mágica fue esa?
—No se trata de ninguna palabra mágica, Sarah. Tan solo es una palabra que Rob Sheridan conoce muy bien: Orpheus.
—¿Qué cosa es un Orpheus? Nunca lo había oído nombrar.
—Orpheus no es una cosa, pequeña. Era el nombre de una antigua y poderosa organización que permanecía oculta en las sombras y que movía los hilos de un gran número de empresas dedicadas a la investigación armamentística, la medicina experimental, la genética y cientos de investigaciones más. Algunas de ellas de muy dudosa legalidad. Esa organización fue destruida en el año 2017 cuando trataban de dar salida a lo que ellos llamaron el "Proyecto Moon".
—¿El proyecto Moon? ¿Era alguna empresa aeroespacial? ¿Querían viajar a la luna o algo así? —Preguntó.
—Tampoco. El proyecto Moon era, en realidad, una niña. Su nombre era Luna, en idioma Español. Moon o Luna, como prefieras, era una niña muy especial, te lo puedo asegurar.
—¿Cómo sabes tú todo esto, Ernest?
—¿Recuerdas que te conté que estuve trabajando para una organización, Sarah? Pues se trataba de Orpheus.
Le observó durante unos segundos, tratando de relacionar todas las piezas del puzzle que tenía entre manos, sin conseguirlo del todo. Sin embargo, se dio cuenta de un par de cosas que le pusieron los pelos de punta.
—Ese nombre: Luna, no podía ser el verdadero nombre de esa niña, ¿no es así? Vamos, que debería llamarse de otra forma. Luna sería como...como...—No encontraba la palabra que buscaba.
—¿Como un alias, quieres decir?
—Sí, eso mismo. Un alias. ¿Sabes cuál era su auténtico nombre?
—¿No lo adivinas?
Era fácil adivinarlo. En realidad era demasiado fácil.
—Se llamaba Alyssa, ¿verdad?
—Así es —reconoció Ernest —. Alyssa era Luna. Ella era el Proyecto Moon y ella fue quien destruyó a Orpheus.
—Una niña de... ¿Cuántos años tenía? ¿Once?... ¿Cómo una niña de solo once años  pudo destruir una organización como esa?
—Te he dicho que Luna era una niña muy especial...
—¿Cómo de especial?
—Muy, muy especial. Sus poderes telequinéticos eran increíbles.
—¿Tú la conociste, Ernest?
—Supe de ella, pero no llegué a conocerla. Quizá por eso siga con vida. Ella sola destruyó el edificio donde se encontraban los más altos cargos de Orpheus. Lo derribó por completo sobre sí misma. Nunca llegaron a encontrar su cuerpo, por lo que...
—No crees que muriera, ¿no es verdad? —Le interrumpió.
—No, no lo creo. Creo que Luna era demasiado poderosa para morir allí y creo que después aprovechó el incidente para fingir su muerte. Puede que aún siga con vida.
—¿Y estás convencido de que ella es la que posa en esa fotografía?
—Sí, Sarah. Estoy seguro de que es ella.