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Capitulo 9: La esfera.


Dejando atrás a la enorme fortaleza de piedra, Zuleima continuó su paso hacia lo que la voz le había indicado. La parte central de todo el sitio era difícil de encontrar. Era un sitio deforme en todos los aspectos. Tenía rocas donde no debería haber; se encontraban en alturas imposibles para cualquier ser humano. No tenían más que lava y rocas ardientes por el suelo y los cielos. El firmamento era una rara mezcolanza de colores caóticos, en tonos carmesí, amarillos, rosados, morados y rosas.

Las nubes eran de un tono invertido, teniendo mayor opacidad en el centro, a diferencia de las nubes convencionales.

Sin sentirse rara por ello, más bien algo agobiada por la mezcla tan colorida que había sobre su cabeza, continuó su camino al centro del circulo de la lujuria.

Pudo presenciar múltiples enfrentamientos con intenciones sexuales en todas partes. El placer del sexo era algo que se encontraba en sus formas más diversas; desde algo tan sencillo como lo pueden ser dos personas besándose, destrozando sus lenguas y labios, hasta desmembramientos y fetiches inefables.

Algo que pareció curioso a Zuleima era que había servicios públicos para criaturas en el lugar. Por llamarlo así, los culpables de pasiones y filias más perversas eran puestos en uso de los tantos vigilantes de ese infierno.

Uno de los orcos que veía tranquilamente la entrada de la puerta hacia el enorme salón, tomaba el cuerpo de regordeta y restregaba sus dos órganos sexuales en su parte trasera.

Había también hembras. Como lo era un minotauro la cual, con cuerpo fornido y un enorme clítoris tenía sexo con un hombre calvo y sumamente precoz.

Todo no resultaba si no repulsivo a Zuleima, quien encontraba en el infierno, o en ese lugar que no sabía como llamarlo de forma directa, por una necesidad personal.

Caminando, pudo notar que era exactamente lo mismo que las pasiones del mundo humano; aquellas de las cuales su padre no quería que se enterase.

Aunque nadie en su entorno le contase acerca de ellas o quisiera hablarle de ellas, de todas formas, podía identificarlas.

Las parafilias son fuertes impulsos sexuales o una excitación explicita a objetos inanimados.

Las filias eran más generales.

Todas ellas estaban regidas bajo ciertos conceptos que iban en contra de la razón, carecían de lógica y en muchos casos iban en contra de las leyes; eran conceptos arbitrarios.

No obstante, en aquel lugar no eran algo arbitrario; la arbitrariedad en el mundo humano aquí era una ley.

Aun y con ello, los disfrutes parafílicos eran más una condena que un placer en realidad.

Notó, a la par que veía a los múltiples fantasiosos, que estos eran obligados a tener esas fantasías, a vivir esos impulsos sexuales, inclusive contra su voluntad.

Seguía gritando el hombre que estaba siendo violado, porque no había mejor descripción, por niñas y niños, los cuales ya le habían dañado su pene, destrozando su piel y arrancando con los dientes su prepucio. Todos ellos reían cual criaturas y lamían todo el cuerpo, más que nada las lágrimas, del que pareció ser un libertino.

Una mujer, del otro lado, con una enorme vagina, la usaban para meter piedras dentro de ella. Entre más metían, la mujer mostraba más incomodidad y dolor. Llegó el punto en que ya no podían entrar más piedras y fue cuando uno de los pequeños demonios que metían las piedras, tomaron sus labios vaginales y los unieron, cual soldadura.

Obligaron a caminar a la pobre mujer, quien no podía si no cargar con sus manos aquellas piedras. El dolor lo llevaba dentro de sí, sus labios querían abrirse, pero no podían.

Y cuando llevaba siete metros de caminata, soltó las piedras por el cansancio y su vientre se desgarró, dejando caer todas las piedras.

Cayéndose derrotada, los demonios se llevaron a la mujer a un lugar distinto. Volando y volando la dejaron caer dentro de una enorme esfera, la cual era difusa debido a las múltiples nubes.

-Debes ir hacia allá – Dijo la voz espectral.

- ¿Qué?

-Si. Esa mujer va a un destino que a ti te es esencial. Si quieres salir de aquí, deberás ir hacia aquella esfera y destruirla.

- ¿Cómo podré hacer eso?

-Solo tu lo descubrirás. No quiero alarmarte, pero este quizá sea el ultimo lugar en el cual yo me encuentre. Más adelante no podré guiarte, Zuleima.

- ¿Por qué?

-Los siguientes terrenos no me son permitidos, ni siquiera puedo hablar de ellos. Son grotescos. No se me permite el paso hacia allá.

- ¿Y como se supone que voy a salir de aquí?

-Tu corazonada te lo dirá, Zuleima. Has visto mucho de lo que te puede esperar aquí... sin embargo desde este instante yo ya no puedo siquiera decirte algo.

-Pero...

-Adiós Zuleima.

La voz espectral dejó de hablar, muy probablemente para siempre.

Caminó por varios kilómetros, sintiendo el calor de la lava brillante en todo su ser y piel, a la par que sus piernas se agotaban por lo deforme del camino.

Todo era si no un mar de fantasías de todo tipo, sin embargo, había algo que era real allí; a pesar de los horribles destinos de los libertinos, Zuleima pudo notar como estos, al haber sufrido mucho y sentirse muertos, caminaban hacia la enorme esfera, al igual que ella.

Era un enorme montículo de personas el cual iba hacia donde Zuleima se dirigía. Zuleima se percató de esto cuando ya era una horda entera de condenados.

Llegando al sitio acordado, pudo verla. Era de color rosado, pero brillaba algo de color blanco dentro de ella. Monstruosa era una definición pequeña para la esfera; era de un tamaño inconmensurable.

Zuleima tenía que entrar en la enorme esfera trasparente con pequeñas manos emergentes en la pared para poder abandonar el sitio de la lujuria. La lluvia cubría su rostro y la mirada era difuminada por las gotas de agua dejándose caer por los parpados y bajando lentamente desde las ojeras hacia las mejillas y cayendo como gotas en la bata de Nora.

Tomando impulso, corrió hacia el centro de la enorme esfera trasparente con personas dentro. Y cuando estuvo a unos metros de chocar, Zuleima logró atravesar la esfera. Lo que veía adentro era algo sumamente atroz.

Era algo sacado de las obras del Marqués de Sade o algo que podría verse en barrios bajos de su ciudad.

Varias mujeres y varios hombres, de todas las edades, se encontraban en una enorme orgía en el interior de la esfera. Los orgasmos y los gritos de placer se oían a lo largo y ancho del cuerpo circular. No obstante, estos gritos se volvieron en suplicas de piedad cuando varios vieron a Zuleima. Algunas personas, con sus piernas débiles, con marcas de mordidas, rasguños, golpes y cortadas se arrastraban hacia Zuleima.

-Por favor, ayúdanos.

-Suplico misericordia mujer.

-Dame descanso por favor.

-Las niñas quieren violarme a mí.

-No puedo hacer que pare; mi cuerpo no resistirá.

-Me han quitado mis testículos, te suplico misericordia.

Afirmaciones de todo tipo emergían de la boca de pobres y lujuriosas almas. Sin escucharlas, permaneció en el centro de la enorme esfera.

De la nada, el centro de esta empezó a temblar, como si de una deformación se tratase. Viéndose alterado este, Zuleima decidió alejarse, caminando hacia el montículo de libertinos menos violento, para evitar sufrir algún daño.

Cuando las malformaciones del centro de la esfera se manifestaron, pudo ver la criatura que tenía frente a ella. Era una bella mujer, de ojos oscuros, cabello blanco y piel pálida y labios rojizos. Esta, caminaba no con piernas, si no con tentáculos que emergían de donde deberían estar las piernas.

- ¿Quién se supone que eres?

-Mi nombre es... Zeith – Dijo Zuleima.

-Zeith – Dijo la mujer - ¿Sabes en qué lugar te encuentras?

-Si... o supongo que sí.

-No supongas ¿Lo sabes?

-Estoy en una esfera trasparente ¿o no?

-Estás en una Khatirath.

- ¿Qué es eso?

-Es todo esto. Una esfera para el descanso de los mejores libertinos del lugar. Reservado para los mayores creadores de placeres en todos los mundos y reinos habidos y por haber.

-Es como una cárcel, supongo.

-No exactamente, Zeith. Verás, el sitio en el que estas podría ser catalogado como una placenta enorme. Solamente no encontrarás ningún liquido ni nada que lo haga mínimamente parecido a lo que puede interpretar un ser humano.

- ¿Aquí renacen los libertinos?

-Pero no de la forma en la que crees Zeith.

- ¿Cómo lo hacen?

-Tienen que pasar por mi pecho para poder regresar a una vida nueva, con condiciones deplorables claro, como forma de castigo por sus grandes dotes libertinos.

La criatura abrió su pecho y pudo verse como si se tratara de una enorme vagina, con el interior brilloso.

-No puede ser posible – Dijo Zuleima en voz baja.

-Bien Zeith. Sabes que no puedes estar aquí. Debes de irte.

-Mi intensión es irme, si tenías la duda. Y no podré hacerlo si es que no destruyo esta esfera.

- ¿Por qué querrías irte de este lugar? Aquí puedes hacer lo que quieras y cuando quieras. Hay varios minotauros con enormes pollas, o si lo prefieres, hermosas damas con voluptuosa forma.

-Porque algo en el mundo humano me espera.

- ¿Qué te espera?

-Algo que tu no entenderías... si quieres que me vaya, tendrás que dejarme destruir esta esfera, o al menos, dejarme intentarlo.

La criatura no dijo nada. Solo extendió sus extremidades en toda la esfera, tocando algunas paredes y pareciendo toda una red de arañas.

De la nada, los miembros de la enorme orgía se unían lentamente a estas extremidades. Zuleima no podía pasar entre la multitud que iba hipnotizada hacia la criatura.

Entre más gente había, el montículo de personas se hacía más extenso, cubriendo casi todo el espacio de la esfera.

Zuleima se empezó a preocupar, así que tomó fuerza y escapó de la enorme esfera, la cual se rompió tras su salida. Dejando expuesto a una enorme bola de carne, la cual se hacía cada vez más grande, Zuleima vio en que problema se había metido.

La esfera había llegado a un punto de no retorno y de la nada todo parecía diminuto, minúsculo, frente a lo que veía. A la masa cárnica, como si no fuera suficiente, le surgieron alas, de la parte trasera, la cual no podía ver Zuleima con claridad.

De la parte frontal, entre los cuerpos, emergió aquella criatura, con si aquellos brazos y piernas muertas fueran arbustos o pasto. Llegando al centro y abriendo su pecho, el cual tenía forma de vagina, con un brillo interno, empezó a sacar de su interior enormes bebés, los cuales tenían la carne invertida, viéndose los órganos y algunas partes mal formadas, con falta de desarrollo.

Los bebés lloraban de forma monstruosa y Zuleima no podía si no sentirse incomoda al mirar lo que estaba pasando.

Estos bebés salían paulatinamente de la vagina brillante, llegando a un punto de no retorno, donde también había salido un feto en su etapa más temprana, el cual caminaba y chillaba de forma robótica. El llanto del feto fue quizá el más aterrador e incomodo para Zuleima, quien no podía si no sentir asco y algo de pena por el pobre bebé.

Todas esas enormes y horridas criaturas, que causaban algo de ternura en Zuleima, comenzaron a destruir todo a su paso, comiendo a varios de los libertinos del lugar, incluyendo a sus castigadores.

-No te será tan fácil salir de aquí – Dijo la criatura – Si quieres escapar deberás vencerme, si es que logras siquiera tocarme.

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