Capítulo 8: Nora, la súcubo.
El viaje en la piedra plana no fue exactamente algo tranquilizador para Zuleima, quien veía en todas partes muchas parafilias de todo tipo; habían algunos sujetos que follaban el escape de un automóvil; algunas mujeres toqueteaban a pequeños niños indefensos, los cuales tenían sus partes en un color candente, como metal al rojo vivo, que quemaba las manos de las perversas damas; un viejo suplicaba piedad al instante que muchas niñas, más bien pequeñas criaturas en forma de niñas de tres a cuatro años, masturbaban la ya despellejada polla del anciano triste y desesperado.
Pasando de lado de las perversiones extravagantes, iba algo un tanto más mórbido, que incluía ya animales y otros seres que no eran fáciles describir; perros, caballos, gatos, hormigas, minotauros y criaturas con tentáculos eran todo lo que Zuleima vio durante la mitad del viaje.
De forma más grotesca, el final se vio marcado por las fantasías criminales; asesinos, enfermos que tomaban los órganos de cadáveres y los postraban en sus genitales; estos órganos tenían vida propia y carcomían los miembros de las mujeres y los hombres de esos "placeres exquisitos"
Finalmente, después de tanta parafernalia visual para dejar a Zuleima con un trauma eterno, pudo bajarse de la piedra plana, frente a lo que parecía un castillo de piedra. El firmamento anaranjado, o rojizo, solo hacía un poco más incomodo el estar allí. El súcubo se adelantó y fue con uno de sus iguales, el cual tenía algo de ropa para Zuleima.
-Toma – Dijo el súcubo – Si quieres ver a Nora, debes de vestirte al menos con esto.
- ¿Qué es eso? – Preguntó Zuleima.
-Es algo de ropa. Te la puedes quedar si así lo deseas. No se daña y tampoco se ensucia.
-No creo que me entre... mira como estoy.
-Para eso fue diseñada esta ropa. Puede guardar todo de tu cuerpo sin que te preocupes. Esta ropa es usualmente ocupada por nosotros cuando debemos ir al mundo humano. Anda, póntela.
Zuleima simplemente hizo caso a la súcubo y se puso la ropa. Se trataba de una playera de tirantes negra con mangas transparentes, la cual cubría prácticamente todo el trozo de Zuleima, a excepción de la parte de su clavícula. Los pantalones eran de una especie de látex y había un par de botas, las cuales tenían un interior afelpado pero que podía transpirar. Cuando se puso todo, le había quedado bastante grande, pues colgaba toda la ropa. No fue sino hasta que la ropa empezó a encogerse en todo su cuerpo que pudo notar la diferencia. Su piel se estaba haciendo más uniforme, a la par que su figura era un tanto más humana. Lo que no esperaba es que aquella ropa le otorgara una figura curvilínea y se sintiera ajustada.
-Oye – Dijo Zuleima – Esto está muy apretado.
- ¿Por qué crees que la usamos? – Dijo el súcubo.
-No lo sé... pero es complicado caminar con ella.
-No te alteres. Te acostumbrarás pronto.
-Demonios...
-No olvides ponerte los guantes.
Zuleima había olvidado que también, entre la ropa que había recibido, había un par de guantes de motociclista, con la parte de los dedos transparente. Se los puso y su mano retomó la forma humana que tenía antes de llegar allí.
-Perfecto – Dijo la súcubo.
-Espera... ¿Y si tengo que romper una parte de la ropa para poder...? ya sabes... chisssssssss – Zuleima intentó imitar el sonido de alguien orinando.
-Puedes romperla, y esta se regenerará al instante tras que no necesitaras usar esa parte.
- ¿Se regenera esta ropa? – Preguntó asombrada Zuleima - ¿Cuánto puede hacerlo?
-Solo lo necesario – Dijo el súcubo – Ahora sígueme.
-Wow – Dijo Zuleima asombrada, caminando a lado de la súcubo.
Tras haber resuelto su duda, la súcubo guio a Zuleima hacia la entrada del enorme palacio, castillo o la fortaleza de piedra que había frente a ellas.
Sintiéndose nerviosa, Zuleima solamente pudo ver cómo es que pasaban entre pasillos repletos de antorchas y muros de mampostería de Tablaroca partida en formas irregulares.
***
Después de varias escaleras irregulares de caracol, pudo llegar, junto a la súcubo, a la sala acordada.
Dos orcos con cuerpo de reptil obeso custodiaban la entrada al gran salón; con un movimiento de manos, la súcubo le permitió la entrada a Zuleima por parte de los orcos reptiles.
Cuando entró al gran salón pudo mirar lo que parecía ser el interior de una habitación de alguna mansión de la época victoriana; tenía enormes libreros que cubrían paredes enteras; ventanales con cortinas de terciopelo y con acabados detallados con figuras imaginativas, similares a las nubes (quedando a la reinterpretación); una alfombra de lana fina, con muebles donde había zapatillas para uso en interiores. Un enorme fuego invertido, con el mayor brillo en el extremo y en el interior un tono más opaco; junto a ello, un enorme sillón se postraba frente al fuego invertido.
- ¿Qué sucede? – Dijo una persona del otro lado, en el sillón, que daba la espalda a Zuleima y a la súcubo, teniendo una voz más definida y humana.
-Su majestad – Dijo la súcubo agachándose – Mi hermana ha sido vencida por esta visitante. A pesar de la imprudencia de ella, fue una derrota bastante digna. Le traigo a la vencedora.
- ¿Quién puede llamarse ganador cuando venció a un bribón sin sentido?
-Si me permite, La sola idea de derrotar a un demonio ya es de por si compleja. Esto es algo más allá, siendo vencedora la persona que le traigo, y con diferencia.
-Está bien...
Dejando una copa de sangre en el mueble aledaño al sillón, que era más una mesa de noche con cajones y huecos, se levantó para acercarse a su sirviente y a Zuleima.
Su cuerpo era humano, teniendo cabello rojizo, una mirada picara, un rostro similar al de una niña y con una túnica negra, que parecía una bata de baño.
-Supongo que tu eres quien venció a la súcubo... puedes irte – Dijo la mujer a su lacayo. Este dejó la gran sala, cerrando la puerta tras de si. La mujer, invitó a Zuleima a sentarse frente a ella.
Mientras se quitaba su bata, dejando expuesto su cuerpo humano, Zuleima pudo notar que en la entrada de la vagina de la mujer habían varios huevecillos emergiendo.
- ¿Qué...?
- ¿Esto? – Dijo la mujer – No te preocupes de ello. No te harán nada, ni te tocarán a menos de que yo lo pida.
-Si... pero...
-Son mis hijos. Más bien mis futuros esclavos.
-Oh – Dijo Zuleima, mostrando algo de incomodidad.
-Dime... ¿Cómo lograste vencerla?
- ¿A quien?
-A mi sirvienta.
-Espera ¿Es hombre, es mujer, es hembra o qué es?
-Puede ser cualquier cosa que tu desees. Por eso me dirijo a ella como si fuera mujer y como si fuera hombre también. Por cierto, no me he presentado – La mujer le extendió la mano a Zuleima – Mi nombre es... actualmente tengo el nombre de Nora.
- ¿Actualmente?
-No tengo un nombre definido, y personalmente no quiero hablar de eso. Solo puedes llamarme Nora.
-De acuerdo.
-Bien... ¿Qué se encuentra haciendo aquí una segadora de almas?
-Yo he venido porque debo llegar... en realidad no lo sé... solo sé que debo de avanzar por varios lugares para poder retomar mi vida como humana... otra vez.
- ¿Eras humana?
-Si...
-Los humanos. Son criaturas maravillosas como también perturbadoras. Si me lo permites no he conocido criatura en la tierra más curiosa como ellos. No viven bajo impulsos primitivos y ellos solos se condenan por cuestiones irrelevantes.
- ¿Qué?
-Si. Piénsalo así – Nora cruzó sus piernas – Ellos, y tu lo sabes si es que fuiste humana, tienden a pensar mucho las cosas. No se dejan llevar por lo primero que se podría hacer. Viviendo eternamente en dilemas sin sentido y muchas filosofías que vuelven al mismo punto; debes ser libre, debes de no dejarte someter al control y ser lo mejor de ti mismo. Palabras vacías de seres vacíos; enormes lagunas emocionales que no llegan a ningún lado; viendo de que forma medirse entre ellos; coeficiente intelectual, medidas anatomo fisiológicas, cantidad de dinero, de poder, de salud, de todo. Si lo ves bien, no fueron maquinas, no fueron bacterias, no fue nada lo que convirtió a los humanos en lo que son; los meros pensamientos convirtieron al humano en un ser castrado. Eso es triste y a la par algo magnifico. Como una raza puede autorregularse ¿No te parece algo asombroso?
-No se que intenta decir con eso...
-Te pregunto ¿Deseas volver al mundo humano?
-Si. Lo necesito – Dijo Zuleima con un tono eufórico.
- ¿Por qué? ¿Qué te hace creer que vale la pena ir allí?
-Es mi hogar y eso es todo lo que importa.
- ¿Acaso vas a ir a un hogar desolado y completamente incompetente? Ese sitio no acepta sus impulsos.
-Tomando en cuenta lo que has dicho. SI yo lo deseo, no lo pienso negar ¿O acaso piensas llevarme la contra y llevarte la contra a ti?
Nora miró a Zuleima directamente a los ojos, con una mirada de derrota e impotencia.
-Parece ser que me entendiste muy bien. Demasiado diría yo.
Nora se levantó, tomando su bata para ponérsela, no sin antes detenerse y decirle algo a Zuleima.
-Respeto tu deseo y espero consigas volver. No hables de mi si no deseas o divulga mi existencia – Nora le lanzó la bata a Zuleima – Aun así, el día de mañana, si te encuentras arrepentida, no olvides que te hemos advertido, aunque fuera desde aquí. La vida en el mundo humano es frágil, llena de conformismo y repleta de frustración.
Con ello, Zuleima se vistió con la bata.
-Por cierto – Preguntó Nora - ¿Cuáles es tu nombre?
Zuleima terminó de acomodarse su bata, a la par que escuchaba a la voz espectral.
-Debes de dirigirte al centro, los lagos de magma candente con demonios libertinos.
Con la vestimenta puesta, remangándose su bata, para poder usar sus manos, Zuleima respondió a la voz.
-Si, en eso estoy.
- ¿Qué? – Preguntó retóricamente Nora.
- ¿Qué ocurre?
- ¿Cuál es tu nombre, pobre humana sobrenatural?
-Lo siento – Zuleima se dirigió hacia la puerta del enorme salón – Mi nombre es Zeith.
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