Capítulo 6: Reclutados como ángeles.
Zuleima sabía de sobra que lo que ocurría estaba mal, no era alguien que no supiera nada de lo que pudiera pasar; al menos, su sabiduría era mayor al resto por lo que le contó la voz espectral.
Siguió intentando de convencer a las pobres almas que buscaban un mejor lugar, un sitio feliz, su prometida y anhelada estancia en la eternidad.
La ignorancia de todos ellos, para Zuleima, era algo que le causaba colera; debía calmarse si quería tener una postura que la hiciera creíble, aunque fuera un poco.
El vórtice se había abierto. El remolino ya había cesado y una luz emergente tocó el suelo. Parecía ser que el torbellino se había convertido en un enorme tornado de fuego azulado.
Uno de las almas más viejas fue el primero en pasar.
-Pase señor Jenkins – Dijo uno de las otras almas, con forma de un señor sin manos.
-He esperado mucho por esto – Dijo el señor Jenkins.
-Esperen ¿Acaso no lo entienden? – Dijo Zuleima encolerizada.
- ¡Ya! – Dijo David - ¿No crees que has hecho suficiente?
- ¿Acaso te dije a ti algo? – Dijo Zuleima.
David guardó silencio y fue corriendo hacia la fila hacia el torbellino, cosa que Zuleima detuvo tomándolo por el brazo.
-Oye ¡Suéltame!
-No irás allí. Me advirtieron que es algo peligroso, no lo hagas David.
-Miren ¿Qué le ocurre al señor Jenkins? – Dijo una voz asombrada de horror,
Al momento que el viejo Jenkins había entrado en el vórtice, mostró un rostro de tranquilidad, al principio. Después su mirada empezó a fruncir el seño y un quejido de dolor, que evolucionó en alarido desgarrador, invadió al anciano, quien con sus pocas fuerzas y su vitalidad espiritual gritaba.
- ¡Que alguien me lo quite de la cabeza! ¡Quítenmelo!
Algo parecía sucederle dentro, sin embargo, era imperceptible. Empezó a acercar su cabeza hacia el suelo, cubriendo su rostro con las manos. Cuando alguien intentó acercarse, levantó su torso dramáticamente, como si de una pose de guerra espartana se tratase, con su ojo derecho derritiéndose y su ojo izquierdo haciéndose cada vez mas grande. Su cuerpo se hacía polvo, junto a su vestimenta fantasmal. En sus orejas empezaron a surgir pequeños trozos de carne, los cuales empezaron a desarrollar un hueso y les empezó a salir plumas rápidamente.
Creciendo a una velocidad inigualable, el ojo había ocupado casi toda la cabeza del hombre, sus dientes se habían caído, su forma humana se perdió y lentamente, a la vez que pequeñas partes de lo restante de su forma humana se convertían en polvo, finalmente el viejo Jenkins ascendía hacia la tierra prometida de las almas.
Zuleima y David no podían creer lo que habían visto hacia un instante. Era algo grotesco. Zuleima empezó a sudar fríamente, al instante que veía detenidamente que la multitud se había escandalizado.
- ¡Oh dios mío! – Dijo un alma con cuerpo de mujer que corría gritando.
- ¿Qué será de nosotros? – Gritó un hombre abatido.
-Todo se ha perdido – Dijo la multitud entera, desesperados y sin ningún tipo de escape.
De la nada, una voz empezó a retumbar en todo el valle arenoso.
-Vosotros, seréis mis clérigos... quieran o no...
Esa no era una buena señal para Zuleima, quien le pidió a David que se alejase. David se puso a espaldas de ella.
La llamarada azulada empezó a sufrir una metamorfosis, en donde sacó tentáculos de fuego, arrasando con todo a su paso y tomando pobres almas, las cuales arrastraba al vórtice en llamas, el cual transformaba en deformes ángeles a las pobres almas. El llanto que las mismas producían era enorme, al igual que la multitud que corría desesperada.
Ángeles emergieron de las nubes oscuras y del vórtice, en una enfrascada carnicería por mayor personal. Varios ángeles cazaban lanzando a sus victimas al fuego, mientras que algunos tomaban a sus presas por sus ojos, de los cuales emergía una enorme boca, repleta de dientes puntiagudos y sucios horridos.
El gran tornado azul era el único atractivo de lo que era un secuestro divino. David y Zuleima corrieron de regreso hacia el bosque, no sin que Zuleima avisara a las almas restantes. Los pocos que quedaban en la nada del arenoso campo, corrieron hacia Zuleima y David. Algunos de ellos fueron cazados por los ángeles, quienes seguían perseverantes. No obstante, un trio de hermanos y una pequeña niña habían logrado salvarse de los secuestros. Todos se postraron detrás de Zuleima.
Cuando los ángeles notaron que ya no habían almas, antes de que la misma voz hablara de nuevo:
-Vayan con el engendro que os ha quitado su trabajo.
Los ángeles miraron hacia Zuleima, y con fuerza, volaron en dirección a ella, con un fervor digno de avionetas bélicas.
Las almas detrás de ella se asustaron, y Zuleima, sabiendo que tenía que tener valor y valentía por lo que venía, les dijo a las almas que no dejaran que fueran tocados por los ángeles.
El primero de los ángeles que llegó, abrió sus fauces frente a Zuleima. Las almas pensaron que los iban a devorar, cosa que Zuleima evitó, tomándolo por ambos maxilares y con la fuerza con la que un mecánico abre el cofre sin palanca cuando está atascada, partió el ojo en dos, haciendo que se desvaneciera en un polvo amarillo y regresase hacia el vórtice con las nubes.
Los otros ángeles fueron con el mismo aire de lucha al igual que el primero, sin embargo, eran mayor cantidad y Zuleima no estaba preparado para eso.
Tomó mucho aire y lo sacó lentamente. Cerró los ojos y, con la pierna derecha detrás de ella y la izquierda de frente. Dejó rígidas ambas piernas y sacó sus garras de sus dedos, chocó sus dientes y con fuerza, corrió hacia ellos, los cuales iban a atacar, volando ferozmente.
Las almas detrás de ella, nerviosas, corrieron de vuelta al bosque oscuro, evitando mirar hacia atrás. Zuleima siguió su paso con brusquedad, levantando la arena a su paso y tan rápido que vio a uno más cerca de ella, tomó impulso y dio un salto.
Este salto fue más de lo que esperaba, llegando a más de cuatro metros. El ángel más cercano a ella, fue atacado, siendo atravesado por Zuleima en su iris y su pupila, de un puñetazo. El ángel dejó de volar y con Zuleima, cayeron hacia el valle arenoso.
Mientras caían, un ángel empezó a volar hacia ellos desde abajo, cosa que Zuleima evitó, quitándose al ángel muerto y dejándolo caer encima del ángel que volaba hacia ellos. Convirtiéndose en un polvo amarillo, el ángel reposó un poco en el suelo arenoso, sin percatarse de que Zuleima caía rápidamente hacia él. El ángel intentó reincorporarse, cosa que no pudo puesto a que Zuleima se postró cual araña en todo su lente. El ojo con alas no podía ver nada y Zuleima, con sus garras, empezó a cortar lentamente todo el ojo. Sangre caía de este y Zuleima seguía rasguñando su lente. El ángel desesperado por quitársela, pudo volar lentamente hacia el resto de los ángeles del cielo, los cuales estaban más lejos. Con fuerza, Zuleima tomó al ángel por las alas y tomando impulso, las arrancó, a la par que saltaba al ángel más próximo.
Teniendo una de las alas que le había quitado al ángel anterior, quedando un hueso filoso en la parte que conectaba el ala con el ojo, apuñaló a el ángel más próximo en el iris, usándola como lanza.
Ese ángel había caído y el que estaba detrás de él, no pudo si no escapar hacia el torbellino, cosa que no quiso aceptar Zuleima, por lo que volvió a tomar fuerzas con el cadáver del ángel que había apuñalado y saltó hacia el cobarde que escapaba, solo para volverle a arrancar las alas, dejando caer el ojo hacia el valle arenoso. Zuleima se dejó llevar por la gravedad e igual, descendió lentamente al desierto oscuro. El ojo, al chocar con la tierra, explotó cual sandía y Zuleima, notando los restos sólidos, se dejó caer sobre ellos. Al tratarse de un ojo, no tenía esqueleto y carecía de objetos rígidos dentro de él.
- Vaya – Dijo tras un suspiro - ¿Quién diría que los ojos eran sumamente suaves para caer?
Viendo a la mayoría de ángeles escapar, gritó:
-Eso es ¡Huyan cobardes!
Sin embargo, pudo notar que eran menos que la cantidad que había antes de caer. O más bien, faltaba uno de los que estaban. Se dio la vuelta y vio como uno de los ángeles volaba en dirección al bosque.
-Malnacido – Dijo Zuleima furiosa, quien corrió en dirección al bosque, levantando arena en cada pisada y con aire, comenzó a brincar, hasta llegar a una altura de diez pies en una parábola.
Logrando aterrizar en el bosque, perforando algunos árboles y dejando expuesto el oscuro sol encima de la tierra húmeda del bosque oculto, buscó a las almas que habían corrido.
- ¡David! – Gritó Zuleima.
- ¡Ayuda! – Escuchó gritar a David, a la par que una niña gritaba también. Corrió en dirección a los gritos
Encontrándose fuera del bosque, vio como el ángel intentaba llevarse a la niña, tomándola por las piernas con sus fauces.
Zuleima corrió hacia ellos y golpeó al ángel en el costado de su ojo, haciéndolo retroceder pero quitándole las piernas a la niña, quien gritó y lloró de dolor. Zuleima, enfurecida, busco algo que pudiera usar como arma, sin mucho éxito.
El ángel se estaba reincorporando, hasta que Zuleima lo abrió por el iris. El ángel empezó a revolotear en el suelo, siendo inútil. Y como si se tratase de una calabaza, Zuleima empezó a sacar pulpa rojiza del ángel, hasta dejarlo vacío.
A diferencia de los otros ángeles, este no se había convertido en un polvo amarillo, si no que su alma, en forma de una esfera de energía, salió de su cuerpo.
Zuleima supo lo que tenía que hacer, abriendo su pecho y aspirando aquella esfera espectral. Cerrando su pecho se dio la vuelta.
Vio a la pobre pequeña, sin piernas, siendo cargada por uno de los tres gemelos.
-En verdad... lo siento – Dijo Zuleima – Es que yo...
-No tienes porqué disculparte. Ella sigue con vida y eso es lo que importa.
-En realidad no estamos vivos – Dijo David.
-Como sea – Dijo el gemelo con la niña entre sus brazos – Gracias... ¿Cuál es tu nombre?
-Zu... – Zuleima pensó que no sería buena idea dar su nombre, por lo que pensó en algún nombre que pudiera sonar bien ý que fuera creíble.
-Bien ¿Por qué no les dices como te llamas? – Preguntó David.
-Escúchame con atención – Zuleima escuchó a la voz espectral.
Zuleima dio la vuelta al notar que no era una voz que solo ella podía escuchar, si no que las otras almas también se percataron. Mirando hacia el cielo, este tomó una silueta de nubes brillantes en un rostro humano, o algo que parecía humano.
-Debes de prestar atención a lo que te diré, chica. A pesar de haber sacado todo de ese óculo, tienes que buscar entre los restos un objeto dorado.
- ¿Qué es eso? – Preguntó uno de los gemelos, siendo callado por David.
-Está bien – Dijo Zuleima, caminando hacia los restos y esculcando entre la pulpa rojiza, encontrándose con un objeto delgado y dorado.
- ¿Ves lo que tienes? – Preguntó la voz.
-Si... ¿Qué es? – Preguntó Zuleima asombrada por no haberlo sentido antes.
-Es un boleto dorado.
- ¿Qué debo de hacer con él?
-Ve al centro del valle arenoso.
Zuleima se levantó del suelo, tras buscar entre los restos y tomar el boleto dorado agachada. Se dio la vuelta y miró hacia el cielo, notando que volvía a ser mera oscuridad.
-Debo de irme – Dijo Zuleima – Fue un gusto conocerlos.
-Espera – Dijo uno de los gemelos – No me dijiste tu nombre.
-Oh si – Dijo David – Su nombre es...
-Zeith – Dijo Zuleima – Mi nombre es Zeith... los veré luego.
Zuleima volvió con paso veloz hacia la pradera arenosa y se postró en centro, con el boleto en sus manos.
-Tienes que dejarlo caer en la arena – Dijo la voz, ahora solo siendo escuchada por Zuleima.
-Está bien – Dijo Zuleima.
Haciendo lo que le dijo, dejó caer el boleto al suelo y este, derritiéndose, abrió un hueco de nueva cuenta, como el que la había traído a ese lugar. Sin preocupaciones, dejó que la arena se la llevase a un nuevo lugar.
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