Capítulo 14: Dolor de pecho.
Después de haber comido un poco, Charlie, Jonathan y Zuly estaban llenos. Las hamburguesas de la esquina eran sumamente llenadoras; aunque Zuleima solo quiso unas papas fritas.
-Oh – Dijo Jonathan – No creo poder moverme más.
-Ho ho ho – Dijo Charlie, imitando a Santa Claus - ¿Qué dices muchacho? Debes de ayudarme a entregar los regalos, este 25 de diciembre.
Zuleima se rio un poco, mientras veía a la calle, con suma curiosidad, parándose en la silla para ver por el ventanal.
-Oye – Dijo Charlie – Ten cuidado pequeña.
No pudo decir nada hasta que la silla empezó a tambalearse y Zuleima casi cae al suelo, de no ser porque Charlie logró tomarla y evitó su caída.
-Te tengo – Dijo Charlie,
Zuleima empezó a reírse, viendo la preocupación de Charlie, quien puso a Zuleima en su pecho.
-Oye – Dijo Jonathan – No quiero alarmarte, pero debemos regresar. El padre de la iglesia San Marcos puede llegar para llevarse a Zuly.
- ¿Qué? – Dijo Charlie.
-Si, créeme que yo dejaría que te la quedes, pero el protocolo es otro. En verdad lo siento Charlie.
-No te preocupes – Dijo Charlie saludando a Zuleima, quien devolvió el saludo – Ella estará bien. Mucho mejor que con sus antiguos padres.
-Espero que sí – Dijo Jonathan.
-Oye Jonathan ¿No tiene ningún problema de salud?
-Hasta donde yo sé no – Dijo Jonathan.
-Bien. Dejame cerciorarme de eso – Charlie dio un golpe con sus dedos en el pecho de Zuleima.
Fueron golpe tras golpe
Tras golpe...
Golpe...
***
Golpe...
Golpe...
Golpe...
-Tienes que despertar – Dijo una voz de niña, una voz infantil – Despierta Zuleima.
Recuperando el reconocimiento, aspirando aire como si hubiera estando en el mar por años, Zuleima pudo volver a la normalidad, viendo que frente a ella había una hermosa niña, la cual se arrastraba sin poder caminar.
Mirandola más detenidamente y notando la falta de piernas, Zuleima vio que era la niña que había perdido sus piernas con el ángel del limbo.
-Pe-pe-pequeña – Dijo Zuleima - ¿Qué haces aquí?
-No te preocupes Zuly – Dijo la niña.
- ¿Cómo sabes que me...? – Zuleima preguntó, antes de sufrir un tirón doloroso en el pecho.
-No te muevas – Dijo la niña enojada.
- ¿Por qué? ¡Ay!
-Porque te hicieron daño ahí.
-Eso no debería... – Zuleima se levantó de forma laboriosa, temblando un poco y tocándose el pecho en el lado izquierdo – No debería ser un problema.
-Solo quiero que estés bien – Dijo la niña.
-Si... gracias... ahora déjame levantarte.
Zuleima agarró a la niña y la puso en sus hombros, escuchando a sus espaldas una voz familiar. Era la de la mujer de la taza. Al parecer seguían allí, en el circulo de la gula, que, si bien se veía curiosamente alegre, era grotesco.
Zuleima fue hacia esa taza para ver qué era lo que ocurría.
-Oye Zuleima – Dijo la mujer de la taza, tomando una vestimenta negra acomodada y limpia – No olvides esto.
-Mi bata – Dijo Zuleima, quien se iba a meter a la taza.
-No te molestes – Dijo la mujer, silbando y llamando la atención de uno de los cerberos, quien le entregó la bata a Zuleima, dándosela con el hocico.
-Gracias – Dijo Zuleima con cierto repudio.
-No olvides que puedes volver cuando quieras, cariño.
-Espero no sea pronto – Dijo Zuleima.
-Gracias por el masaje – Dijo la mujer, llamando a su perro.
-Si si – Dijo Zuleima acercándose a la salida del círculo – Fue un gusto.
Con la niña sin piernas en sus hombros, tentando sus pantalones para sacar su boleto, encontrándoselo, se acercó a la entrada donde una enorme criatura hecha de masa de pancakes pedía su boleto.
-Aquí tiene – Dijo Zuleima.
-Si me permite decirle – Dijo la criatura – El siguiente lugar será muy horriblemente malo con usted, más aún con aquella niña sin piernas, así que si quiere dejarla...
-La niña viene conmigo – Dijo Zuleima, mientras tomaba por los muslos a la niña en sus hombros.
-Me parece perfecto – La criatura, nerviosamente, le entregó el boleto a Zuleima de nueva cuenta y se desvaneció para dejar pasar a Zuleima y a la niña, la cual estaba feliz en sus hombros.
***
La pequeña Zuleima reía mientras Charlie acomodaba una pequeña habitación, con una cama y algunos muebles.
-Esta será tu habitación, desde ahora – Dijo Charlie.
-Gracias – Dijo Zuly abrazando de la pierna a Charlie.
La niña empezó a correr rápidamente por toda la habitación, hasta que llegó un punto en que no pudo más y se tocó el pecho, tratando de tomar aire.
-Zuly – Dijo Charlie - ¿Qué tienes?
-Me duele aquí – Dijo Zuly, tratando de hablar y tocando su pecho.
-Tu pecho te duele ¿No?
-Si, y mucho, mucho, mucho – Dijo Zuly.
Charlie tomó a Zuleima y se la llevó inmediatamente a la clínica más cercana,
En el doctor, con algunos estudios de reflejos, vista y otros procesos médicos, Zuleima parecía estar bien, excepto por un problema en particular.
-No podemos decir que se trate de síndrome de alcoholismo fetal porque no hay alteraciones en su rostro, pero si podemos decir que, durante el embarazo, su madre debió consumir alguna sustancia.
-No sabría decirle.
- ¿Usted no es el padre? – Preguntó el doctor.
-Soy su padrastro. La acabo de adoptar.
-Vaya... ¿Y su madre?
-Murió asesinada por el padre de la niña.
-Vaya...
- ¿Entonces lo que tiene mi pequeña Zuly es un problema en el corazón?
-Si, pero es un poco más un desgaste que un problema anatómico. Su cuerpo resintió mucho tiempo en su corazón, y ahora está algo débil.
-Oh dios mío.
-Debe de tener cuidado, señor Ward.
-Lo tendré, doctor. Muchas gracias por haberla inspeccionado – Charlie le dio la mano al doctor.
-No hay problema, y recuerde que debe de cuidar bien a su pequeña.
-Eso haré – Dijo Charlie saliendo de la oficina del doctor y viendo a Zuly, quien jugaba con algunos juguetes que el doctor le había prestado.
-Tenemos que irnos, Zuleima.
-Pero yo quería seguir jugando.
-En casa jugaremos más si quieres ¿Sí?
La pequeña niña miró el osito con el que estaba jugando.
Zuly...
Zuly...
Zuly...
***
Zuly...
-Zuly – Dijo la niña, sacando a Zuleima del trance.
-Oh, si – Dijo Zuleima - ¿Qué pasó?
- ¿En qué piensas Zuly? – Dijo la niña en los hombros de Zuleima.
-Pienso en muchas cosas, pequeña – Dijo Zuleima.
- ¿Cómo cuáles?
-No lo se. A veces recuerdo mi mundo. El mundo humano.
- ¿Tu vienes de allá? No creí que los segadores de almas vinieran de allí.
-Yo no era una segadora de almas.
- ¿Entonces?
-Pasaron varias cosas y por eso terminé aquí.
- ¿Cuáles cosas?
-Muchas cosas, niña.
-Ah, por cierto – Dijo la niña acariciando las mejillas de Zuleima – Mi nombre es Minerva.
-O.K. Minerva – Dijo Zuleima – Me han pasado varias cosas.
-Cuéntame.
-No.
-Ándale.
-No.
-Vamos.
-Nooo.
-Cuéntaameeee.
-Ash – Dijo Zuleima riendo – Está bien.
Después de haber pasado todo un pasillo repleto de una piedra arenosa, con algunos ladrillos, llegaron a una puerta dorada, con algunos acabados en plata; tenía un marco de madera de caoba, mientras que su parrilla, o picaporte, era un diamante.
-Vamos cuéntame – Dijo la niña.
-Shhh – Zuleima calló a Minerva – Espera un poco.
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