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Capítulo 10: Los bebés gigantes.


Habiendo visto suficiente, Zuleima supo que si ese era el trato, no tenía otra manera de escape que tratar de llegar hacia la masa exorbitante de cuerpos orgiásticos con una apertura en el centro, la cual se había cerrado para dejar de sacar bebés.

Tomando impulso y dando un respiro, Zuleima emprendió un paso veloz, tan frenético que había destrozado una piedra del suelo con su bota; eso no era normal en ella. Después recordó las botas y se dijo a si misma "Estas botas no son normales... eso es excelente"

Siguiendo con el mismo paso, notó como uno de los bebés, intentando correr hacia ella, usando sus manos igual como piernas, como si de un gorila se tratase, quizo atraparla con una de sus manos, cosa que no funcionó pues ella había sido más veloz. Aun así, el golpe había hecho volar en trizas toda la planicie en la que Zuleima se encontraba, sacándola volando por los aires y siendo atrapada por otro de los bebés.

Cuando dos de ellos se encontraban juntos y casi se metían a Zuleima en sus bocas, Zuleima sacó sus garras y apuñaló al bebé en su mano varias veces, haciéndolo llorar. Del puño cerrado con marcas con sangre, Zuleima saltó hacia el rostro del otro bebé, quien reía de forma burlona. Se metió por su nariz y de un tajo, desgarró el centro de su cara. El bebé empezó a llorar y se rascaba donde antes había una nariz, lastimándose más y quitando la piel colgante.

Con fuerza, Zuleima se había elevado hacia donde debería estar la ceja del bebé, tomando impulso y metiéndose en sus cuencas. Sin embargo, debido al espacio tan reducido, Zuleima no tuvo otra opción que patear el ojo, sacándolo de la cabeza del bebé y dejándolo caer en el suelo, el cual empezó a llorar sangre y lagrimas normales del otro lado.

Buscando en el interior de su cráneo algo que pudiera lastimar al infante, se encontró con su cerebro y con furia, empezó a rasguñarlo con fuerza por todas partes, moviendo de lado a lado sus manos con garras, como si se tratara de un lobo furioso o de una motosierra.

En algunos tajos con furia, el cerebro quedó completamente irreconocible. Sintió como era que el bebé, tras ello, había perdido total control de su cuerpo y se desplomaba lentamente.

Saliendo por donde estaba su ojo, saltó desde la cuenca vacía hacia el primer espécimen que vio; el feto en desarrollo.

Fue complicado intentar aterrizar en él, puesto a que su piel era sumamente suave, si es que a esa masa mucosa se le puede llamar piel. Era algo sumamente repugnante.

Zuleima no se detuvo, viendo esto como una ventaja, se inoculó a si misma en la piel del feto, el cual todavía estaba en desarrollo, para ir al cerebro y destrozarlo. A diferencia del bebé que había fulminado hacia unos segundos, este tenía un cerebro más pequeño, por lo que acabar con él fue más sencillo.

Viendo como ocurría lo mismo que con el otro bebé al tener su cerebro muerto, Zuleima se postró en la superficie de este, y como si se tratara de una ballena, salió disparada del centro de la cabeza del feto, dejando algo de líquido

Aterrizando en el bebé con la mano sangrante, solo bastó con usar su bota para aterrizar en él, traspasando su cráneo y perforando perfectamente el cerebro, pero quedándose dentro de él.

Como si de arenas movedizas se tratase, Zuleima tenía dificultades para emerger del aparato cognitivo del bebé. Usando algo de fuerza de su cuerpo y arrastrándose como un gusano, Zuleima pudo lograr salir, no sin antes arrancar varias partes del cerebro con sus propias manos. Con algo de esfuerzo y como si fuera carne molida, sacaba parte por parte. Llegó un punto en que la mayoría del cerebro estaba afuera del cráneo del bebé y no dentro, haciéndolo tambalear y no pudiendo moverse más.

Siendo los únicos bebés, Zuleima se había dejado caer hacia la superficie, donde los cadáveres de aquellos infantes colosales yacían y corrió hacia la masa cárnica con alas. Seguía con un paso veloz y las botas no parecían ralentizarla, si no hacerla más rápida.

La criatura del centro de la masa cárnica vio como Zuleima intentaba acercarse a ella, por lo que tuvo que invocar a un nuevo bebé, el cual tenía problemas para emerger de su vagina central. Cuando su cabeza estuvo por completar la entrada, fue arrastrado hacia el interior de nueva cuenta. Esa fuerza superó con creces a la del demonio.

- ¿Qué ocurre? – Dijo Zuleima a unos centímetros de la criatura - ¿Tus pequeños bastardos no quieren salir de ti?

Viéndose superada, la criatura intentó hacer salir a varios de sus súbditos de su cuerpo carnoso, sin suerte, siendo todos simples humanos y bajando a la superficie, de la cual Zuleima había saltado para perforar la cabeza de la criatura.

Cuando su mano enguantada con garras perforó la frente de la criatura, Zuleima vio como del mismo rostro, una brillantez salía de la boca del demonio.

Quitando su guante y dejándose caer en la planicie, Zuleima se cubrió los ojos al ver como la criatura con varios seres en su cuerpo prendía en luces cegadoras.

Todo llegó a su clímax cuando el cuerpo fue disuelto por una estela de luz y todo el lugar pasó de tener un cielo rojizo a ser rosado. La luz era ridículamente brillosa.

Pasados unos minutos, el cielo volvió a la normalidad y del aire caía lentamente un boleto de color rojo, similar al anterior.

Este había aterrizado encima de uno de los cuerpos que sobraban de la criatura, los cuales habían dejado de moverse tras su destrucción.

Sin miedo, Zuleima caminó hacia el boleto. Estaba por tomarlo cuando uno de los cuerpos se levantó y fue directamente hacia ella para atacarla.

Agarrando ferozmente el boleto, Zuleima se dio la vuelta y partió el cadáver en dos, dejando sus órganos afuera.

No obstante, ese no sería el final de esa circunstancia extravagante para Zuleima.

De la nada, varios de los cuerpos que Zuleima hacía muertos, fueron hacia ella. Con miedo por lo que veía, Zuleima hizo emerger sus garras de sus manos y dejó que los más impulsivos de la caravana fueran hacia ella.

Los que se dejaron llevar por sus impulsos, embistieron contra Zuleima, quien los partió a la mitad, algunos simplemente fueron decapitados o terminaron sin sus extremidades.

Continuando con la pelea, un grupo de mujeres desesperadas con enormes estómagos y bebés emergentes de su entrepierna, fueron a atacar a Zuleima, quien estaba preparada para ello y seguía cortándolas por la mitad y atravesándolas por el pecho, lanzándolas contra otros cadáveres vivientes.

No obstante, llegó un punto en el que era demasiado y Zuleima, a pesar de la cantidad enorme de almas, no podía comer ninguna porque no tenía tiempo.

Zuleima empezó a agotarse, por lo que corrió lejos de los cadáveres y levantó se quitó la túnica para poder partir su ropa del pecho y poder abrir la boca come almas.

Las almas volaban, en la misma forma espectral, hacia el pecho de Zuleima. Pero cuando algunas almas entraron, uno de los cadáveres fue de forma frenética hacia ella, y antes de atacar, este cadáver enterró sus uñas en la masa interna con boca que tenía Zuleima.

Esto la detuvo en seco y Zuleima empezó a sudar frio. Sentía como perdía sus facultades y que no podía moverse bien. De la nada, empezó a gemir de dolor, mientras saliva salía a raudales por su boca y sus ojos se extendían más.

Después de sacar sus uñas, Zuleima cayó al suelo adolorida y gritando por lo que parecía un agonizante paro del corazón. El aire se hacía menor y su pecho dolía de forma enfermiza.

La criatura intentó atacarla, pero algo la había atravesado.

Zuleima no pudo aguantar más el intenso, punzante y atroz dolor que su pecho producía y perdió el conocimiento, quedándose en el suelo y cerrando sus ojos.

***

-Papá – Dijo una pequeña niña de cabello oscuro y con harapos - ¿Puedes comprarme esto?

La pequeña niña vivía en lo que parecía ser una choza abandonada, en donde una mujer veía la televisión, la cual estaba algo vieja, y con un señor mirando las facturas en una mesa.

- ¿Ahora que carajos quieres? – Dijo el señor entre dientes.

Mirando un poco los anuncios con juguetes en una vieja revista, el señor miró con furia a la pequeña niña y como si de una rata se tratase, enrolló la revista y empezó a golpear a la niña.

- ¿Crees que nos alcanza para juguetes? – Dijo el señor en un estado de enajenación por alcohol - ¿Es que no piensas?

-Ya déjala – Dijo la mujer – Ven a ver la tele, cariño.

La niña se acarició su cabeza por el golpe y fue reprendida por la mujer.

-Y tu niña – Dijo después de un eructo – No olvides lavar los trastes.

La niña no dijo nada fue hacia el lavadero, repleto de suciedad, cucarachas y muchos objetos oxidados, para empezar a lavar, usando sus pequeñas manos y subiéndose a un banquito de madera para poder lavar.

-Eh, Githzel – Dijo la mujer – Si te vuelves a cortar con lo que esta allí, te va a ir peor, así que abusada.

Limpiando con fuerza y algo de prisa, más bien nerviosismo y miedo, la pequeña niña se había cortado.

La sangre caía lentamente por sus pequeñas manos, sin embargo, no dijo nada y solamente metió su mano en el agua que caía de la llave.

Siguió lavando los trastes y todo había quedado limpio, supuestamente; las cucarachas y la suciedad seguían estando presentes.

-Zuleima – Dijo el hombre – Tráeme una cerveza.

La pequeña niña fue hacia la hielera sucia y sacó de su interior una cerveza. Algo asustada, metió su mano entre su ropa para que su madre no la viera sangrar.

Cuando fue a dejar la cerveza, el hombre la tomó, mientras la mujer le decía:

-Y tu ¿Por qué escondes tus manos?

La pequeña intentó volver a la cocina a terminar de limpiar, pero la mujer fue más rápida y tomó a la niña por las manos, viendo el enorme tajo que se había hecho en su palma.

- ¿Eres idiota acaso? – Dijo la mujer – A veces me arrepiento de haberte tenido, mocosa imbécil.

- ¿Qué pasó ahora? – Dijo el señor.

-Tu "muñeca" – Dijo la mujer en tono burlesco – está bien tonta, se cortó con uno de los trastes. A ver si esto te hace entender.

La mujer tomó impulso y le dio una cachetada a la pobra Zuleima. Esto hizo que se cayera al suelo y de su nariz saliera un poco de sangre.

-Pe-pe-pe-pero y-yo-yo – Dijo la niña tartamudeando y llorando.

-Pero pero pero – Dijo la mujer enojada – A ver si con esto, dejas de decir puros "peros".

Volviendo con fuerza, usando su zapatilla, le dio un golpe en el rostro a la pequeña Zuleima, haciendo que perdiera el conocimiento.

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