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Capítulo 20. Se nos rompió el amor

El dolor de mi pecho no ha desaparecido después de la muerte del Barón Blanco. No me siento mejor. No me malinterpretes, no me siento culpable. Como suelo decir, no hagas algo si es para arrepentirte. Es solo que creo que puedo ir más allá.

Siento todavía un gran vacío que creo que aún no he llenado con mi venganza. Hemos pagado un alto precio por ella. Nos hemos transformado por el camino, y ya no soy la chica que era hace unas semanas. La sangre derramada, la traición y el engaño, se ha convertido ahora en parte de mi vida cotidiana, y no sé si es eso lo que hace que tenga un nudo en la garganta.

No sé en qué momento he acabado en el lago de Chyrelle, en el refugio de las sirenas. Es noche cerrada, pero la luna llena se refleja en el gran lago con un resplandor mágico creando un aura especial. Me siento como si nunca me hubiera ido de aquí, parece que en cualquier momento vayan a empezar los cánticos nocturnos y vea a todas las sirenas danzar entre las aguas. Puedo imaginarme a toda mi familia nadando y saltando por el lago como si el tiempo no hubiera pasado.

Como si estuviera atraída por un encantamiento dejo que mis pies se sumerjan lentamente en el agua del lago. Es como una fuerza mágica e irresistible me atrajese hasta él.

El contacto con el elemento que un siglo atrás fue mi hogar despierta una sensación única en mí, una conexión ancestral que me hace estremecer. Las ondas que se forman en la superficie del lago al tiempo que me adentro en el agua destilan una suave magia.

Poco a poco siento que mi piel se va transformando, adoptando una textura más suave y resbaladiza. El frío de las profundidades penetra en todo mi ser, y después de tantos años experimento una extraña sensación de paz, que un día conocí muy bien.

A medida que avanzo, el agua me envuelve por completo y un giro de emociones se apodera de mí. El dolor, el anhelo, el deseo. De pronto mis piernas son una sola. Se han convertido en una cola, esbelta y lustrosa que estalla en reflejos dorados bajo la luz de la luna. Siento mi cuerpo fluir como un alga en la corriente del agua. Me siento como nunca al captar los destellos de la luna bajo la superficie, y antes de que pueda darme cuenta, una sonrisa emerge en mis labios. Jamás me había sentido tan feliz y completa.

Durante muchos años, he renunciado a lo que soy, por miedo, por rechazo, por dolor. Pero ahora es el momento de abrazar todo lo que forma parte de mí. Y no puedo vivir sin ser una sirena, porque es lo que me hace ser quién soy, y es una forma de honrar a mis ancestros.

Después de quince años, vuelvo a ser yo. Una sirena de cola amarilla, que chapotea entre las corrientes más profundas. Ya no siento el nudo en mi garganta, ni el dolor de mi pecho. En su lugar, la música del lago, la canción de las sirenas y la belleza del mundo submarino se convierten de nuevo en mi hogar.

Mi corazón late al ritmo de las corrientes, y en ese momento, sé que aquí, en las aguas de Chyrelle, he encontrado una parte de mí misma que se había perdido durante demasiado tiempo.

La sirena que yace en mi interior ha resurgido, y me siento más viva que nunca. Ahora, bajo la luz de la luna, mi canto se une al de mis hermanas sirenas perdidas, creando una sinfonía mágica.

Los recuerdos de mi niñez resurgen en oleadas y creo que puedo ver a mis padres en este lago. En esos momentos, la vida era sencilla y feliz. No había preocupaciones que me hicieran perder la cabeza. Solo estaba mi madre cantándome historias de criaturas marinas perdidas y secretos de las profundidades que jamás vería. También estaba mi padre, siempre tan sabio y valiente, dispuesto para protegernos y cuidarnos.

Las aguas del lago me traen el susurro de consuelo y aceptación que tanto tiempo estaba buscando. Al fin puedo abrazar mi verdadera naturaleza, sin tener que ocultarla. La melodía me envuelve con su canción antigua y etérea que me cuenta historias de antaño y me trae promesas de un futuro que aún está por escribirse.

Al mirar a mi alrededor puedo ver con claridad a todas las sirenas que habitaron Chyrelle, me observan con alegría, como dándome la bienvenida. Puedo sentir la conexión que hay entre nosotras, el amor que sienten por este lugar y sobre todo su deseo de que lo comparta con ellas.

No sé cómo, pero siento cómo me transmiten toda la historia del lago y la importancia de cuidarlo. Las cicatrices de mi pasado de desvanecen en estas aguas, siendo reemplazadas por la paz y la aceptación. Al fin me he reconciliado con lo que soy.

Después de un tiempo junto a los espectros de las sirenas, emergemos a la superficie para contemplar la luna llena. De repente un coro de voces se eleva en una tímida melodía hacia el cielo estrellado. Una celebración de la vida, un renacimiento, un canto a la gratitud de haberme reencontrado con mi familia y mi hogar.

Mientras mi voz se entrelaza con las del resto de sirenas, dejo atrás la venganza y el dolor del pasado. Me siento completa y eso es un regalo que no tiene precio. No podría obtenerlo ni con todo el dinero del mundo.

La canción está llegando a su fin y las sirenas comienzan a desaparecer. De nuevo me encuentro sola en el lago, pero ahora escucho las voces de mis ancestros en mi mente. Se han instalado en mi corazón, que ahora late de nuevo al ritmo de las corrientes. Aquí, donde todo empezó he encontrado el comienzo de mi nueva vida.

En medio de esta oscuridad en la que soy consciente de que debo acabar con todos mis asuntos pendientes para sentirme en paz con la vida y poder seguir adelante. Debo ocuparme de Eric Van-Derhüsen. A pesar de todo lo que ha sucedido, de las mentiras y las manipulaciones, sé que aún siento algo por él y tengo que aclararlo. Tengo que saber la verdad de por qué me ha utilizado. Creo que eso definitivamente me hará sentirme mejor.

Así que me dirijo a su lujoso apartamento en Las Artes dispuesta a acabar con todo esto. Hace meses que no vengo por aquí y siento mi corazón latir con fuerza como si fuera una quinceañera. Pero ¿qué me pasa? Tengo que actuar con firmeza.

Toco al telefonillo correspondiente que me sé de memoria. Eric vive en el ático, con vistas a la ciudad. Este es uno de los edificios más altos del barrio de las Artes. Está un poco a las afueras, entre las Artes y el Boulevard de los sueños rotos, o sea que se podría decir que está en tierra de nadie.

https://youtu.be/sX9DgavXiN4

Contengo la respiración mientras espero a que alguien conteste por el interfono, pero la puerta se simplemente se abre, como si me estuvieran esperando. Cojo el ascensor jugueteando con mis dedos mientras me muerdo el labio inferior pensando en lo que voy a decir.

Cuando las puertas del elevador se abren con un sonido que me indican que he llegado al piso indicado creo que el corazón se me va a salir del pecho. Todo esto me trae recuerdos de una Nixie inocente que pensaba que había encontrado alguien con compartir su vida, pero todo eso no era más que una mentira en la que aprendí a vivir.

De nuevo me encuentro en la casa del odiado Eric Van-Derhüsen, un capullo que me enamoró, me engaño, jugo con mis sentimientos y se fue con otra, entre otras putadas. Todo está justo como lo dejé. Nada ha cambiado en este impersonal apartamento de diseño.

—Te estaba esperando —dice una voz suave que conozco muy bien.

Me espera junto a la chimenea encendida, con una copa en la mano. Me acerco hasta él y tomo la copa que me da. Intento sonreír como agradecimiento, haciendo ver que todo está bien, como si no me la hubiera jugado tanto que ha acabado convirtiéndome en una persona totalmente diferente.

Nos sentamos juntos en el sofá gris que está frente a la chimenea. Bebo un trago de la copa para ver si así calmo un poco los nervios. Me humedezco los labios y comienzo a sentirme un poco más segura de mí misma.

—Sabía que volverías conmigo, Nixie. Estamos hechos el uno para el otro. ¿No crees?

Me quedo en silencio y por un momento solo se escucha el crepitar del fuego frente a nosotros. Tengo que jugar bien mis cartas o volverá a ganarme y eso no puede volver a suceder. Esta vez yo llevo el caballo ganador.

—He estado pensando en nosotros. Muchísimo —comienzo, intentando que mi voz sueno lo más dulce y suave que puedo—. Creo que te he juzgado mal, Eric. Y siento decir esto, porque me repatea.

Me rio y compartimos un momento de complicidad. Sus ojos se mueven rápidamente hasta mi boca, pero giro la cabeza para mirar el fuego de la chimenea.

—Tenías razón —le concedo.

Se me retuercen las entrañas al decir eso, porque sé que no es verdad, pero debo continuar con mi actuación, tengo que ser tan buena como él. Me giro para ver como su expresión cambia. Me mira sorprendido y creo ver una chispa en sus ojos. ¿Estará jugando otra vez conmigo?

—Cometí un error al alejarme de ti. Mi corazón te pertenece, eso ya lo sabes.

Bajo la mirada avergonzada, rompiendo el contacto visual, porque me rompe en pedazos saber que a pesar de todo mi corazón de veras lo sigue amando. ¿Qué voy a hacer conmigo? ¿Por qué no puedo dejar de quererlo simplemente? Después de todo lo que me ha hecho sería lo mejor, pero parece que me gusta lo difícil. Aunque si algo sé es que quiero pasar página.

Me coge de la barbilla y me levanta la cara para que nuestros ojos puedan verse otra vez. Ojalá pudiera saber si me mienten o no, pero con este chico es muy difícil saberlo porque se cree sus propias mentiras.

—¿Estás diciendo que quieres volver conmigo?

Le sostengo la mirada, pero no respondo. Lucho para que mis ojos no se aneguen de lágrimas, pero tampoco puedo decir nada porque tengo un nudo gigantesco en la garganta. No quiero contestar esa pregunta. No estaba preparada para que me preguntara algo así.

—¿Por qué has hecho todo esto, Eric? —me atrevo a preguntarle.

Me mira desconcertado y se aparta un poco de mí. Deja de sujetarme el rostro, y de repente siento que me falta algo. Es imposible que el contacto con su piel me hiciera sentir bien. Me estoy odiando a mí misma en este preciso momento.

—¿Aún no lo sabes, Nixie? —me pregunta con desesperación.

No entiendo por qué actúa así de repente. Doy un trago de mi bebida, intentando deshacer el nudo de mi garganta y aclarar un poco mis ideas. Todo tiene un motivo. ¿Acaso de verdad me quiere? No puede ser.

—¿Querías que me convirtiera en alguien peor que tú para no tener remordimientos? —digo.

Eric sacude la cabeza, apura su copa y la deja encima de la mesa de cristal que hay frente a nosotros con un golpe que podría haber roto el vaso o el cristal.

—Me enamoré de ti de verdad —dice girándose para mirarme lleno de tristeza—. Sabía que tenías potencial y he hecho todo esto para demostrarte que podemos ser los dueños de todo. Ahora el único impedimento es el viejo, pero le queda poco.

Me quedo de piedra. Me acaba de decir que me quiere, pero no tiene nada ni pies ni cabeza. Me muerdo la lengua para no decirle que el Barón ya no será un problema para nadie. Se me ha olvidado por completo mencionar ese detalle. O quizás no.

—O sea, ¿querías que me convirtiera en una asesina? ¿En una princesa del crimen o algo así? ¿Así podríamos estar juntos?

Eric vuelve a sacudir la cabeza enérgicamente. Me coge de los brazos y se arrodilla ante mí como si me estuviera suplicando que lo entendiera.

—Solo quería demostrarte que estamos hechos el uno para el otro. Los dos somos iguales. ¿No lo entiendes? No nos detenemos ante nada. Y cuando matemos al viejo, todo será nuestro. De verdad, podemos vivir como quieras. Todo lo que he dicho en este tiempo, lo he dicho en serio.

Me quedo en silencio sopesando sus palabras. Necesito beber más para asimilar todo esto. La muerte del Barón empieza a pesar sobre mi conciencia. He hecho en todo momento lo que se esperaba de mí. ¿He perdido mi humanidad en este mundo de crimen y engaños? No lo sé.

—Dime que no quieres esto tanto como yo —dice rompiendo el silencio.

Se sienta en el sofá y se inclina sobre mí, mi corazón late cada vez con más fuerza y todas las mariposas que había dormidas en mi estómago echan a volar cuando sus labios suaves se posan en mi cuello y comienzan a recorrerlo lentamente hasta llegar a mi boca.

Entonces no hay vuelta atrás. A pesar de todo el deseo sigue haciéndome arder. Nos miramos a los ojos una vez más, entonces los cierro y sus labios chocan con los míos después de tanto desearlo en secreto y odiarme por eso. Me abandono a sus caricias mientras mi cabeza piensa a toda velocidad en todo lo que ha sucedido. Esto es una traición a mí misma. Pero se siente tan bien cuando su piel roza mi cuerpo de nuevo, cuando sus labios se encuentran con los míos y creo que no hay nada mejor a lo que entregarse. Siento que en cualquier momento vamos a entrar en combustión y ojalá que ardamos en el infierno porque eso es todo lo que nos merecemos.

A pesar de todo siento paz aquí, me siento segura en sus brazos. No logro entenderlo, ¿qué está ocurriendo? ¿Es que soy tonta de remate? En algún momento parece que mi mente vuelve a entrar en razón y me separo de él.

—Lo siento, Eric. Es tarde, creo que debo irme —digo incorporándome.

Eric se levanta y viene detrás de mí. Me coge de la muñeca e intenta detenerme. Me giro para que nos miremos a la cara una vez más.

—Quédate a pasar la noche. Mañana puedes traer todas tus cosas aquí. Podemos vivir aquí juntos si eso es lo que quieres —me dice con voz suave.

Parece que está hasta ilusionado, pero no pienso creérmelo. No pienso volver a traicionarme a mí misma. Esto ha estado bien como despedida, pero ahora tengo claro lo que quiero y lo que no quiero en mi vida. Y no quiero un tío que me engañe y que ponga sus intereses primero. Quiero una persona leal a mi lado, y si ese solo puede ser mi perro Bobby, que así sea.

https://youtu.be/AHen2kEWYPM

—Sacaste la peor versión de mí, Eric Van-Derhüsen. Ahora me toca a mí —digo.

Y sin una palabra más me voy de aquí, decidida a no volver. Pero sé que no es la última vez que nos volveremos a ver. Cuando llego al piso de abajo llamo por teléfono a las personas adecuadas y en menos de una hora Eric Van-Derhüsen es historia.

—La venganza se sirve fría, querido —digo a la oscuridad mientras veo como los hombres que horas atrás guardaban lealtad a su padre se lo llevan en mitad de la noche a un lugar tan infame como su reputación.

A veces hay que saber bien a quien jugársela, y tratar de jugar con una sirena nunca es una buena opción. Tendré el corazón roto, pero si algo he aprendido es que no hay mal que cien años dure. 

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