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Capítulo 12. El precio del poder


Me giro hacia mis compañeras, intentado averiguar cuál es nuestro siguiente paso. Debemos darnos prisa si no queremos que otra de esas criaturas infernales venga a por nosotras. No soportaría otra carrera huyendo de la muerte, suficiente por hoy.

—¿Cómo me habéis encontrado? —pregunto frunciendo el ceño.

Venus se encoge de hombros y señala al camino por el que hemos venido.

—Hemos visto a la gorgona correr detrás de ti y hemos acudido en tu rescate —responde la bruja.

—Un gracias estaría bien —añade Summer dándonos la espalda, poniéndose en marcha.

—¿Y ahora qué? ¿Sabéis dónde estamos? —sigo preguntando un poco aturdida por todo lo ocurrido.

—Tenemos que ir hacia el este. Debemos darnos prisa antes de que a alguien se le ocurra atacarnos —expone Venus.

La bruja siempre tiene la respuesta a todo. Así que le hacemos caso y seguimos a Venus que va guiándonos en el camino. Esta zona del Purgatorium parece más desierta. Hay algunos cadáveres en el suelo de los que se alimentan algunos carroñeros. Pero no hay vivos ya aquí. Y se agradece, sobre todo porque parece que los gritos cada vez se alejan más, aunque nunca podré sacarlos de mi mente. Han quedado grabados en lo más profundo de mi pecho y me hacen sentirme inquieta. Estoy deseando que desaparezca esta sensación, pero la verdad no sé si lo conseguiré.

—Con qué Nixie, ¿eh? —dice Gia de repente burlándose.

La miro con cara de asco. Maldita sea. No quería que descubrieran mi verdadero nombre. No aún. Confiar tu nombre a alguien es en realidad algo muy personal. Sobre todo, en un entorno hostil, pues si saben tu nombre pueden acabar conociendo tu historia si preguntan a las personas adecuadas, y eso te expone. Después de lo que ocurrió con Eric no quiero exponerme de esa forma, ni entregarme a nadie. Es cierto que hemos trabado una buena amistad en estos días, pero quizás cuando todo esto se acabe la amistad también desaparezca y nos enzarcemos en una lucha entre nosotras.

—Cállate y olvídalo —respondo secamente.

La gorgona hace un gesto con las manos, indicándome que lo dejará estar, al menos por el momento. Suspiro un poco para mis adentros sin que nadie se entere, aunque no me siento nada aliviada. No sé si es este lugar lo que me hace sentirme así. Necesitamos salir de aquí.

Seguimos caminando durante un rato en silencio. No dejo de pensar en lo que ha ocurrido y siento que estamos dando vueltas en círculos sin rumbo a ninguna dirección. Así es como se siente también mi alma.

Entonces como si nos hubieran golpeado con mazo todas ahogamos un grito. Por fin a lo lejos vemos tres puertas que se encuentran suspendidas en el aire, sin ninguna pared que las sostenga. Crean un semicírculo. ¿De verdad nos llevarán esas puertas a alguna parte? Si no viviera en Isla Monstruosa y supiera de lo que es capaz este lugar no tendría ninguna fe en ello, pero después de todo el batiburrillo de extrañas circunstancias en el que se ha convertido mi vida, no puedo no creer en que esa será nuestra salida.

Sabemos que estamos llegando, no podemos esperar más pues creo que todas tenemos la misma sensación de desasosiego que no podemos soportar ni un minuto más, así que echamos a correr hacia allí. El sol está empezando a aparecer por el horizonte, y con él vuelve el tono rojizo del cielo. Me siento como si estuviera en un infierno, mi sueño ha venido a por mí, más vívido que nunca, pero sé que podré salir de él igual que he escapado de otras pesadillas.

—Vale, ya estamos aquí. ¿Ahora qué? —dice Gia exasperada.

Todos miramos a Venus, pues es la que siempre tiene la respuesta a todo. Cuando ocurre algo, observar qué hace Venus se ha convertido en nuestra primera reacción, y me parece gracioso porque es la más joven de nosotras, pero por si aún no os habéis dado cuenta es la que maneja el cotarro. Así que sin miedo a nada da un paso al frente, quedándose sola ante las puertas.

La observamos con expectación mientras parece que trata de concentrarse cerrando los ojos. Escuchamos como su respiración se vuelve más profunda como si tratara de conectar con la magia escondida que habita en este lugar. Su cuerpo empieza a temblar súbitamente y las sacudidas se vuelven cada vez más fuertes haciéndola incluso levitar un poco.

Evans da un paso al frente con la intención de agarrarla, pero Gia lo coge del brazo reteniéndolo. No entiendo qué está ocurriendo y estoy comenzando a temer que la vida de Venus corra peligro cuando un humo negro comienza a emanar de su cuerpo.

De repente Venus abre los ojos y toma una bocanada de aire como si acabara de salir a la superficie después de unos minutos sin respirar bajo el agua. Sus pies vuelven a estar sobre el suelo, y ni siquiera se gira para mirarnos cuando dice:

—Es esta —su mano se alza para señalar a la puerta de en medio.

Su voz es firme, no vacila. No parece como que haya estado en trance durante varios minutos. Las demás la miramos con sorpresa aún sin entender lo que ha ocurrido. Evans corre hacia ella y la abraza. Venus lo mira con el ceño fruncido.

—Estoy bien —nos aclara con una sonrisa—, vamos.

Caminamos juntas hacia la puerta que se alza en el centro, levitando un poco por encima de las otras dos, como si supiera que es la elegida. Cuando estamos un poco más cerca el suelo parece temblar levemente. De repente un viento frío nos golpea la piel, acompañado de una voz siniestra y desconocida que repta por nuestras mentes:

—¿Estáis seguras de que esta es la puerta que queréis cruzar?
Nos miramos entre nosotras, un poco sorprendidas ante la cuestión. Esta es nuestra única oportunidad. Mi única oportunidad, no quiero tener que vérmelas otra vez con ninguna otra criatura que haya sido encerrada aquí. Parece que nos infundimos valor, porque no tardamos en asentir con determinación.

No importa lo que haya al otro lado, empezamos esto juntas y así vamos a terminarlo. Entonces la puerta se abre de golpe, apareciendo ante nosotras un abismo oscuro que hace que se me erice la piel, pero ninguna de nosotras vacila. Juntas, damos el primer paso hacia la oscuridad. Ya sé que el precio a pagar para salir de aquí será muy alto, pero estamos dispuestas y así encontraremos el camino hacia la libertad.

Caemos al vacío con solo atravesar el portal. La luz rojiza que baña el cielo desaparece al ser consumidas totalmente por la oscuridad. Siento como la nada me absorbe mientras el aire se vuelve tan frío que se me corta la respiración.

Es entonces cuando por el infinito de este vacío resuena una risa siniestra que nos hace estremecer. Mis músculos se tensan al instante y me pregunto si ha sido la decisión correcta cruzar esta puerta, pero ahora ya no hay tiempo para lamentos. Así que seguimos avanzando lentamente, sintiendo el eco de nuestros pasos en esta profunda oscuridad mientras la risa se intensifica, guiándonos hasta la salida.

Una tenue luz va abriéndose paso en la distancia, y con cada paso que damos se va haciendo más brillante. En ese momento esa carcajada que nos ha acompañado todo el camino se desvanece, sustituida por una grave voz que nos habla.

—¡Ya era hora! ¡Por fin! ¡Una visita! —Exclama con alegría—. Muchachas venid aquí, quiero veros.

Me relajo un poco al escuchar esa voz tan amistosa. Me alivia saber que hemos escogido la opción adecuada. Por fin, llegamos a una pequeña habitación cavada en la roca iluminada por la luz de cientos de velas. En el centro, un de gigantescas proporciones hombre de edad suficiente para ser nuestro abuelo nos espera sentado en un trono que no sé cómo aguanta su peso.

—Sois las primeras en mucho tiempo en llegar hasta aquí —nos explica—. Esos estúpidos están demasiado entretenidos luchando los unos contra los otros. Más les valdría usar un poco la cabeza.

Se acerca a nosotras con la vitalidad de un niño enredando un dedo en uno de los tirabuzones de la peluca blanca que le cubre la cabeza. Nos coge a cada una de las manos para darnos la bienvenida a su cueva. Cuando llega hasta a mí noto sus manos suaves acariciando las mías con delicadeza. Me sonríe con un brillo especial en los ojos.

—¡Estaba deseando conocerte, Nixie! ¡Es una lástima que no vayáis a quedaros por aquí mucho tiempo! Me encanta tener visita.

Miro a mis compañeras desconcertada. ¿Eso significa que podemos salir ya de aquí? El hombre suelta otra carcajada divertido mientras vuelve a sentarse.

—¡Y lo que nunca había tenido aquí es a un rey! Quizás tendría usted que sentarse aquí, señor Harris.

Nos giramos para mirar al rey vampiro que sacude la cabeza con una sonrisa en los labios. ¿Acaso se conocen?

—No se moleste, don Fergus. Solo estamos de paso, ¿verdad?

El hombre nos observa y su sonrisa se vuelve maliciosa. Parece que pretende asustarnos porque rompe el silencio con una sonora carcajada que se extiende por toda la estancia.

—Eso es lo que espero —contesta—. ¡Yo soy el juez del Purgatorium! Y como bien sabéis, debéis pagar un precio. Nixie debe demostrar que es digna de salir, pues está aquí por una razón.

Trago saliva. No sé cuál será el precio que he de pagar, pero espero que no sea el equivalente al crimen que he cometido. Espero no tener que dar mi vida para pagar la que he arrebatado. Don Fergus estalla en otra de sus sonoras carcajadas que retumba en nuestros oídos.

—No te preocupes, Nixie. Estoy aquí para ayudar a salir todas las almas desgraciadas que caen en este infame lugar. No me gustan las carnicerías que hay por aquí —dice serio negando con la cabeza—. Es una pena toda esa sangre mágica derramada.

—¿Qué debo hacer entonces? —me atrevo a decir.

—Oh, no es nada —responde—. Sólo debes enfrentarte a ti misma. Navegar en lo más profundo de tu ser y reconciliarte contigo misma. Yo no necesito ninguna prueba de nada. Nadie en esta vida es inocente, ¿no crees? Solo he permitido que el Purgatorium reclamara tu alma porque estaba muy aburrido. Y esa señorita tan pedante insistió tanto que me dieron ganas de conocerte.

Por un momento se me paraliza el corazón. Siento las miradas de las chicas clavadas en mí, y luego se giran rápidamente hacia don Fergus.

—¿Qué señorita? —digo con un hilo de voz.

Don Fergus se lleva una mano a la boca como si se le hubiera escapado y suelta una pequeña risita pilla, nada comparado con las anteriores.

—Ups —dice—. Bueno, ya os habéis encargado de ella. Por si no lo sabéis al Purgatorium se entra cuando alguien te denuncia ante mí. No puedo estar en todo, ¿sabéis? Aunque me halaga que lo creáis.

—¡¿Estamos aquí por culpa de esa Ámbar?! —estallo.

Ahora mismo si fuera un dibujo animado mi pelo estaría ardiendo y me saldrían llamas en los ojos por lo enfadada que estoy.

—Has tenido que hacer algo que le moleste mucho porque intentó sobornarme, aunque por supuesto no acepté su dinero —me explica con calma.

Un revoltijo de emociones se acumula en mi interior sin poder identificar ninguna más que la rabia y el dolor. Eric la acompañó hasta aquí. Ambos querían matarme y si no hubiera sido por la ayuda de mis amigas lo hubieran conseguido. Pero ¿qué les he hecho?

—Lo único que has hecho es interponerte en su camino —contesta Venus como si me hubiera leído el pensamiento—. Te ve como una amenaza, eso es todo.

—¡Así es! —exclama don Fergus que incluso da unos aplausos muy débiles y delicados que no le quedan nada bien a sus enormes manazas—. La acompañó ese chico, Eric. Él intentaba hacerla entrar en razón, pero no había manera. Decía una y otra vez que debías pagar por lo que habías hecho. Pero no entiendo por qué tantas ansias de justicia, por lo que tengo entendido esa muchacha es de lo peorcito de la ciudad, ¿no es así?

Sus ojos se posan en Gia, como si supiera que ella tiene la respuesta. Ella le sonríe de manera cómplice y asiente. Mientras tanto yo sigo pensando en Eric. Tal vez vino para intentar ayudarme. O eso quiero creer, pero no quiero pensar nunca más en él. ¿Es que no va a parar de meterse en mi vida?

—Era, sí. Ya no volverá a molestarnos.

Sacudo la cabeza intentando deshacerme del recuerdo de Eric que de nuevo me ha descolocado.

—Bueno, entonces ¿cómo pudo salir de aquí? —pregunto.

Don Fergus sonríe y señala hacia un pasillo que súbitamente se ha abierto en medio de la oscuridad a su derecha.

—Por la salida, naturalmente —dice perplejo.

—¿Qué? ¿Ya está? ¿Me puedo largar sin más? ¿Cuál es el precio a pagar?

—Nixie, lo único que tienes que hacer es perdonarte a ti misma. Y es algo que te costará mucho, pero lo harás. Y ese es el precio que debes pagar, vivir toda tu vida con ese peso en la conciencia. Te dejo marchar porque sé que no hay maldad en tu interior, solo estás perdida y confío en que encontrarás lo que buscas ahí afuera. Además, sé lo que hicieron con toda tu especie. ¿Acaso alguien pago por eso?

Tengo un nudo en la garganta del tamaño de un balón de fútbol. No puedo contestar porque no quiero romper a llorar, así que le contesto con un leve asentimiento de cabeza.

—Ahora marchaos antes de que cambie de opinión. Y venid a verme cuando queráis, me ha gustado conoceros. Sois un grupillo divertido.

—Espero no volver aquí nunca más —suelta Summer resoplando.

Todas nos reímos con ella, rebajando un poco la tensión que aprieta nuestros músculos durante todo el día.

—Pero, ¿qué os creéis? —se ríe don Fergus— ¡No vivo aquí, señoritas! Tengo una casita estupenda en Hill Bay donde vivo con mi mujer, le encantará conoceros.

—Nos pasaremos por allí un día de estos —promete Venus.

Las chicas se adelantan por el pasillo que lleva hasta la salida. Yo me quedo un minuto más porque aún no me creo que todo lo que he sufrido durante estas semanas se vaya a terminar aquí.

—Se consecuente con tus decisiones —me alerta don Fergus—. Buena suerte.

—Gracias por todo —le respondo sosteniéndole una mano.

Después me alejo sin volver a mirar atrás deseosa de salir de la peor pesadilla que he tenido nunca jamás.

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