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Capítulo 2

Al día siguiente, Yusimí salió de su casa muy temprano. Usaba un mono corto rojo, el que le dejaba los hombros descubiertos; además de las sandalias de correas blancas y con plataformas. Para protegerse de los rayos solares llevaba en el rostro sus gafas oscuras favoritas. Las amaba porque habían sido un regalo de Magaly y además le parecían el par más cómodo de la colección. No podía faltar su gran cartera blanca. Esa le gustaba para salir a la calle porque lograba guardar de todo, dentro de ella.

Ella, dejó un trozo mediano de papel blanco pegado a la puerta con un recado escrito. Era para que todo el que llegara supiera que no se encontraba.

Salí. Vuelvo a la tarde.

Yusimí.

La mulata tenía demasiados asuntos por resolver. No podía dedicarse a atender a posibles compradores y mucho menos, el día entero.

Lo primero que hizo fue ir buscar a Miguel. Tenía que hablar urgentemente con él sobre el tema del arroz.
Pensó en pasar por su casa antes. De todos modos, le quedaba más cerca que la bodega.
Si por casualidad, él no estaba, ella iría a su trabajo a verlo.
Boba sería si no hubiese diseñado la ruta de esa manera.

La casa tenía las paredes azules y para darle más seguridad habían enrejado la puerta y las ventanas. Luego habían pintado las piezas de hierro con pintura blanca de aceite.

—¡Buenas!—Alzó la voz la chica desde la puerta—¡Miguel!

Un pequeño niño de siete años se asomó a la ventana. Tenía el cabello muy negro.

—¿Quién es?—Preguntó con su voz aguda y el ceño fruncido.

A Yusi le pareció muy tierno su gesto. Alzó sus gafas para verlo mejor.

—Hola mi vida.—Contestó ella—Me llamo Yusimí. ¿Está tu papá?

Negó moviendo su cabeza—No.

—¿Y sabes si llegará pronto?

—Es que está trabajando.

—¡Ah, bueno! Está bien. Entonces lo veré allá. Gracias, corazón.

—De nada. Adiós—El pequeño la despidió agitando su mano.

Ella correspondió haciendo lo mismo—Chao.

Caminó hacía la bodega. Quedaba a unas cuántas cuadras de distancia, como a ocho según Yusimí. Sin embargo, llegó pronto. No sintió que el camino fuese tan largo, ni se cansó demasiado.

Entró al lugar de inmediato.

Estuvo de suerte, no había moros en la costa, ni siquiera cola para entrar a sacar los mandados.

Lo último que le hacía falta en aquel momento era que un par de viejas chismosas estuviese presente. Aparte de que las personas así de entrometidas la sacaban de quiso, algunas de las que vivían por ese barrio tenían fama de breteras.
Eran capaces de interesarse en ver a Yusimí hablando por lo bajo con Miguel, para después decir que ella era la querida (amante) de él o que andaba consiguiendo algo por la izquierda (en el mercado negro).

Esto último no era del todo incierto así que, con más motivos no quería testigos.

Yusi se acercó al mostrador. No había nadie detrás de él. Llegó a su nariz él leve olor a carne cruda. Eso le hizo saber que había llegado el pollo para las personas que tenían dietas médicas.

—Buenaaas—Saludó a la nada levantando un poco la voz. Tenía la intención de que su presencia se hiciese notar—¡Miguel! ¡Miguel!

Ya voy—Escuchó su voz grave. Él sonido provino del fondo del lugar.

—¡Ah, ya! Yo espero.

No pasaron ni cinco minutos.

El bodeguero de cuarenta y cinco años, cabello ausente y panza enorme se acercó al mostrador. Cuando vio a la chica de roja vestimenta se alegró un mundo (mucho).

—¿Qué bolá [11], Yusi?—Preguntó con una gran sonrisa en el rostro—¿Cómo anda la cosa?

—Ahí.—Ella hizo una mueca. Curvó hacia arriba los labios. Se redujo de hombros—Ya tú sabes. Regular.¿Y tú, cómo estás?

—Aquí. Tranquilo en la pincha (trabajo).

—Me alegro mucho.—Yusimí miró a sus espaldas para asegurarse que no hubiese nadie cerca. Luego a los alrededores. Se acercó un poco a él con extremo misterio—Oye Migue, necesito un favor—le dijo casi entre susurros.

—¿Qué pasó, mulata?—Indigó él, también hablando por lo bajo.

—Mijo ¿Tú crees y si está dentro de tus posibilidades, que me puedas conseguir algunas libras de arroz?

Miguel alzó ambas cejas, infló sus mejillas y dejó escapar el aire de a poco. Casi pareció el bufido de un caballo.

—Mi vida, eso está complicado.-Añadió mientras ponía un poco más de distancia entre ellos.

Yusimí se llevó la mano derecha a la frente—¡Ay! No me digas eso, por lo que más tú quieras.

—El socio [12] que me lo consigue hace rato que no tiene.

—¿Y ahora?—Yusimí estaba muy preocupada.

—Mira, podemos hacer una cosa...¿Cuántas libras te hacen falta?

Yusimí necesitaba cinco, al menos; pero recordó la petición de su amiga. Le había dicho que necesitaba seis o siete libras.
Yusi, sabía que si las cosas no salían como esperaba, con Magaly no habría problemas. Ella entendería a la perfección; pero quería conseguirle para ayudarla. También lo quería hacer por la hija de Maga, que era como su sobrina.

—Trece—Respondió inmediatamente.

Él colocó en su rostro su mayor expresión de sorpresa-¡Yusi, apretaste (exageraste)!

—¿Qué tú te piensas?—Se cruzó de brazos—Yo no tengo la boca cuadrada. Necesito tenerlo para comer y en la casa no me queda.

—Voy a ver lo que puedo hacer por ti. Hay un señora que compra todo en CUC y pocas veces saca los mandao's. Con esa son cinco libras. Y yo voy averiguando y te tiro el cabo (te ayudo).

—¡Muchacho!—Exclamó ella aliviada—Te lo voy a agradecer con toda mi alma.

—Ni lo menciones. Pa' eso estamos los amigos.

—Mi vida, me voy ya. Que quiero pasar por las tiendas a ver si compro algo más pa' la casa.—Soltó un gran suspiro— Óyeme, te digo que esto está fuerte. A uno se le va to' el dinero en comida, en pagar la corriente (electricidad), el agua...

—Sí, pero ya tú sabes. Esto es pa' lante. Pa' atrás, ni pa' coger impulso.

Yusimí se río con ganas, pero de inmediato se calmó.

—Si me consigues eso me das un timbre al teléfono. Cuando yo vea la llamada perdida sabré que resolviste.

—Yo tengo saldo. Si todo sale bien te lo llevo a la casa y si no, te llamo y te lo digo.

—Perfecto.—Dijo ella mientras salía—Cuídate.

Salió a la calle. Al otro lado de la calle iba pasando un coche [13] con tres pasajeros. La máxima capacidad de ese medio de transporte es de ocho personas detrás y una junto al cochero. Había suficiente espacio para Yusimí.

—¡Cochero! ¿A dónde va?—Alzó la voz para que la escuchara.

—Parque Infantil, Hospital Lenin—respondió el hombre que sostenía las riendas del caballo.

Yusi le hizo señas con la mano para que se detuviera, cruzó la calle.

Logró montar.

—Buenos días.—Saludó al personal a bordo mientras se sentaba.

—Buenos días—Respondieron las personas casi al mismo tiempo.

—¿Cochero, cuánto es?—Preguntó ella.

—Tres pesos, señorita—Contestó el señor. Agitó las riendas para que el caballo de pelo pardo se pusiera en marcha.

Yumisí buscó su monedero dentro de su cartera. De él extrajo de monedas de un peso y pagó el viaje.

Cuando estuvo en el parque Infantil se compró un paquete de Pelly [14] con una vendedora particular. La señora estaba sentada en una silla y sobre una mesa de plástico tenía variedad de productos dulces: cliché, caramelos, galleticas de soda, galletas dulces y sorbetos [15]. También vendía globos de distintos colores y pequeños juguetes. Todo lo necesario para que un niño decidiera desfalcar a sus padres.

Normalmente, Yusimí, no compraba ese tipo de confitura pero no pudo resistir la tentación de sus pellys favoritos. De esos que venían en paquetes rojos, eran muy redondo y tenían sabor a queso gracias a los saborizantes artificiales.

Caminó un poco más por las calles de su ciudad natal mientras degustaba el contenido del envoltorio rojo. Cuando terminó notó que tenía los dedos de las manos llenos con pequeños restos de comida, algo manchadas de rojo por el colorante y con olor a queso. No entró en pánico. Para nada. Yusimí nunca salía de casa sin papel higiénico, servilletas desechables o toallitas húmedas. El paquete de toallas, que traía consigo aquel día se lo había regalo Magaly. La rubia de ojos verdes sabía que su mejor amiga era obsesiva con la limpieza de sus manos.

Fue hacia el parque San José, ese que tenía la iglesia católica enorme en su centro. Yusimí aprovechó momento para conectarse con el Wi-Fi de ese parque. Le quedaban cerca de dos horas en su cuenta de Navegación Nauta.

Abrió el portal de usuario.

Escribió Yusi.Moreno, el arroba y luego colocó lo demás. Su contraseña era fácil de recordar, para ella. Cuando le dio en el botón de Aceptar logró acceder. Vio por un momento la cuenta regresiva que le indicaba el tiempo de Internet disponible.

1:54:30

1:54: 29

1:54: 28

Ella se apresuró en abrir sus redes sociales. Hacía casi un mes que no se conectaba. Como era de esperararse: el teléfono comenzó a sonar y vibrar a base de notificaciones.

Yusimí casi no podía hacer nada. Estuvo cinco minutos esperando a que se calmara un poco la entrada de mensajes.

—Ay no! ¡Qué va!—Exclamó para sí misma—No estoy pa' esto. Después reviso, en la casa y con calma.

Fue al menú de opciones y apagó el uso del Wi-Fi.

Guardó su teléfono en la cartera y continuó su camino.

La chica pasó gran parte del día haciendo colas inmensas para poder comprar algunos productos.
Consiguió pollo, aceite, puré de tomate. Aprovechó el impulso consumista y adquirió detergente, jabón y papel higiénico.
Como la atrapó la hora de almorzar y aún estaba en la calle, compró un pizza napolitana en una cafetería particular; cerca del supermecado La Luz de Yara. La acompañó con un batido de guayaba que estaba muy dulce y refrescante.

Con eso en el estómago apaciguó el hambre hasta que llegó a la casa.

Yusi abrió la puerta, acomodó su cartera sobre una silla de madera y se tiró en el enorme sofá a descansar.

Abrió las notificaciones. Se dedicó a revisarlas aunque no tenía conexión. No obstante, eso no importaba. Escribiría los mensajes y luego, cuando se conectara los subiría a las redes.

Abrió el Feisbuk. Le echó un vistazo a las notificaciones y a las solicitudes de amistad. Había un mar de gente que querían ser sus amistades. Yusi no se animó mucho, casi todos eran desconocidos.
Habían entrado también, muchos mensajes de familiares y amigos. Pero, entre todos los chats había un nombre y una foto que llamaron su atención.

A las dos horas estaba caminando, ansiosa, de un lado a otro de la casa. Casi era el horario de comida y Miguel no había dado señales de vida. Pensaba ella que se quedaría sin poder comer o que en todo caso tendría que pedir una pizza. Aunque ¡Qué va! Eso era bueno para resolver un día, pero arreglar el lío de la falta de arroz tenía prioridad en su mente.

Yusimí estaba al borde del infarto cuando sintió que llamaron a la puerta.

—¡Ay Shangó, Oshún y Yemayá!—Les rogaba mirando fijamente el techo y caminando hacia la puerta—Permitan que sea él.

Abrió y, efectivamente era Migue. Traía en las manos una java de nylon que estaba a punto de reventarse por el peso de los granos blancos. Miguel alzó la bolsa plástica hasta la altura de sus ojos.

—Aquí está lo tuyo, mulata.

—Verdad que tú eres lo máximo. —Le respondió a Miguel, sonriente—Pasa y y déjalo en la cocina, por favor.

—Permiso—Dijo él antes de adentrarse a la casa de la chica, para depositar la bolsa repleta con arroz, sobre la mesa.

Yusimí se dirigió a su cuarto para buscar su monedero. Cuando regresó, Miguel ya estaba parado en la sala.

—¿Cuánto te debo?— Preguntó mientras miraba los billetes azules, rojos, morados y castaños. Los dedos de su mano derecha estaban en contacto con uno de cien pesos.

—Te conseguí las trece libras. Cada una a siete pesos así que serían noventa y uno. Dame noventa que un peso no va a hacer la diferencia.

—Perfecto. Ahora mismo te lo doy—Yusi buscó y le entregó a su amigo cuatro billetes azules de veinte y uno marrón claro de diez.—Aquí tienes.

—Gracias, mulata.

—No mijo. Gracias a ti. Me sacaste de tremendo embrollo.

—Me alegro de haberte ayudado, Yusi. Pero ahórralo, porque la cosa está mala.

—Okey. Migue, antes de que se me olvide...¿sabes si Kevin, el muchachito de que tiene red, sigue conectando?

—Sí, como no. A diez pesos la hora. Mi mujer se lleva al niño pa'lla y no tiene hora pa' volver volver. Se pone a hablar por video llamada con la hermana.

—¿Con Claudia?

—Sí.

—¿Y dónde está?

—¿No te enteraste? Se fue para Estados Unidos. Ahora está en Tampa.

—¡Ay, que bien por ella!

—Sí. Dice que le va de lo más bien y que ya consiguió trabajo.

—Sí muchacho. Allá con trabajo y con un poco de cabeza, las cosas salen bien.

—Tú tienes razón. Bueno Yusi, me voy.

—Gracias de nuevo. Me has sacado de tremendo apuro.

Miguel se fue luego de eso.

Yusimí ya tenía el arroz, pero había algo más que la tenía muy intrigada. Fue a su bolso, tomó veinte pesos y se apresuró a ir a la casa de Kevin. Estaría allí conectada aproximadamente dos horas.

Cuando se le venció el tiempo volvió a su hogar muy emocionada y cargadas de buenos chismes para contarle a su amiga Magaly.

Como unidas por telepatía, cuando llegó estaba su amiga fuera, esperando a que alguien le abriese la puerta.

—Mija, ¿dónde tú te metes?—Ese fue el saludo que Magaly le dedicó a Yusimí—Llevo media esperándote.

Sin borrar una sonrisa traviesa de su cara, la chica de piel como la canela, se acercó a la cerradura.

—Muchacha, lo que tengo que contarte—Le dijo a la rubia mientras abría la puerta.

Ambas entraron hacia la sala de estar.

—¿Ya conseguiste el arroz?-interrogó Magaly.

—Sí, mija, está en la cocina. Pero lo mejor no es eso.

Maga fue hasta la cocina y reviso el arroz que estaba dentro de la jaba de nylon.

—Está bastante bueno.¿En cuánto te salió la libra?

—Mija. No sé.—Yusi hizo un gesto, como para restarle importancia -Me dijo que son trece en noventa pesos, así que como en siete pesos la libra. Si los cálculos no me fallan.

—¡Ño, qué caro!—Exclamó Magaly mientras amarraba los extremos de la bolsa plástica.

—Lo sé, pero ¿qué tú querías que hiciera? Sin comer no me puedo quedar, y lo sabes.

La rubia colocó sus manos a la cadera-¿Cómo sacamos las que son mías y las libras que son tuyas?

—Pues, fácil. Echamos un poco en un nylon a parte y se llevan a pesar. Así lo vamos acomodando hasta que cada una tenga la cantidad precisa.

—Aaaah ya. Me parece bien. Y...¿qué era lo que me querías decir?

—¡Mijaaa!—Yusimí agarró la mano derecha de su amiga y la arrastró por la casa. Magaly solo sonreía-Ven pa' la sala, para mostrarte.

Ambas se sentaron en el amplio sillón.

—Mira pa' ca' y muérete.—Yusimí le mostró el Messenger. Había un chat abierto. Uno con un tal George F. Harris.

—Pero mija ¿y esto?—Maga tomó el celular.

—Un yuma que me mandó solicitud de amistad. A ver, te cuento: como este teléfono es nuevo, le pedí a la muchachita que vive aquí al lado que me ayudara a instalarle todas las redes sociales que yo normalmente uso. Hoy por la mañana me conecté un momentico en el parque San José, pero como que no le di mucha importancia. Esperé que las notificaciones entraran y me desconecté con la misma (enseguida) .

—¿Y eso qué tiene que ver con este señor?

—Que cuando llegué a la casa vi que me había mandado solicitud de amistad y que me había saludado por Messenger. Luego de que Miguel dejara el arroz aquí, fui a la casa de Kevin a conectarme para poder contestar.
Y hablamos cantidad. Me tuve que despedir a las dos hora porque ¡que vá! Había acabado de soltar noventa pesos de arroz.

Mientras Yusimí hablaba la rubia leía los mensajes sin prestarle mucha atención a los detalles.—¿Cómo es que hablaron tanto si tú no sabes Inglés?

—Porque una tienes sus métodos. Mira, yo entiendo lo básico del idioma. Lo que no entendía o cuando no sabía cómo responderle lo copiaba y lo pegaba en el traductor.

—Tú sí, que eres la candela Yusi.—Rió Magaly y devolvió el celular a su dueña—Y cuéntame ¿qué te dijo? ¿qué e te pareció?

—Así, por arribita, me contó que se llama George. Vive en Denver, Colorado. Está actualmente en Orlando en un apartamento que alquila cuando tiene días libres. Que tienes cincuenta y tres años y...

—¿Cincuenta y tres?—La de cabellos dorados comenzó a carcajearse—Mija ¿qué tú haces chateando con un tipo así? Ese podría ser tu papá.

Yusi entrecerrojó los ojos-Mira que tú eres pesá Magaly Mariana.

—Ve a ver no vaya a ser uno de esos viejos verdes descarados que te escriben para pedirte fotos en cueros.

—¡Ay niña por Dios! Si se pone en esa bobasada lo voy a bloquear.

—Es que yo te conozco. Y te veo muy embullada.

—Es que mi madrina me dijo...

La expresión de Magaly cambió radicalmente—¿Cuál Madrina?¿La santera y vieja bruja esa?

—Oye cálmate los nervios, que tú vas a la iglesia a escuchar todas esas boberías al pastor descarado y sin vergüenza ese y yo no te digo nada.

La chica blanca abrió los ojos como platos—¡Muchacha! No hables así que Dios te va a castigar.

—Bueno dejémoslo en un empate.-Yusi sonrió ampliamente-Si tú le dices vieja bruja a mi madrina, yo podré decirle descarado a tu pastor .

—Bueno ya, paremos con eso. ¿Qué te dijo tu madrina?

—Pues resulta ser que, hace unos días, fui a hacerme una consulta y me salió un hombre en mi camino.

Magaly alzó una ceja-¿Un hombre?

—Sí y que probablemente sería de otras tierras.

—Yo siempre te he dicho que te salgas de todo eso. Que esa gente solo te dice lo que quieres escuchar.

—Muchacha ¿te cuento o no? Dime si vas a continuar con tu negatividad, para dejarte con el chisme a medias.

—Bueno está bien. Te quedaste en que el tal tipo ese iba a venir de otras tierras.

—Pues sí. Y resulta ser y te cuento que yo pensaba que era Antonio.

—¿Cuál Antonio?

Yusimí agarró el arco de su propia nariz-Magaly, eso es lo malo tuyo. Que todo te lo tengo que estar recordando. Antonio es el Español que se casó con Yuliana.

—¡Ah sí! Pero, ese ya tiene a su mujer.

—Mija, sí pero cada vez que viene aquí con ella me come con la mirada.

—Na. Mentira.

—Oye, te lo juro por los huesos de mis difuntos. Fíjate que hace como una semana vinieron. Mientras Yuliana miraba la mercancía él dijo con su acento español. Porque tú sabes que él habla con la zeta. Fue algo así como: ¡Oztiaz! Qué aquí sí que hay belleza cubana.

—Es que tu mercancía es muy buena.

—Mija no. Eso lo dijo, pero sin quitarme los ojos de encima.

—Entonces es un sinvergüenza .

—Mi amiga yo qué sé. Como la madrina me dijo eso yo pensé que el hombre, que estaba en mi camino y que era de otras tierras era él. Aunque parece que no.

—Yumisí, ve a ver lo que tú haces. Yo sé que tú estas loca por salir del país pero que eso no te ciegue.

—No, muchacha, no.

—Bueno. Es que yo te conozco. Además, que la gente se va pensando que allá va a tener la vida resuelta y al final terminan limpiando pisos y atendiendo a gente vieja.

—Maga yo lo sé, pero es que tampoco puedo ser tan conformista como tú.

—Conformista no. Este es el país que tenemos y hay que asumirlo así, con lo bueno y con lo malo.

—Sí mi vida, lo que tú digas. Yo, por ahora voy a seguir contestándole a George. Y si veo que se pone de fresco y falta de respecto lo borro de mis amigos y le doy tremenda bloqueo para que no se haga el gracioso.

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11. ¿Qué bolá?: Es una frase muy utilizada en la jerga callejera cubana. Significa mayormente "Hola" o "¿Como estás?" También se utiliza en situaciones de incomodidad o enojo: "¿Que volá contigo?". Puede escribirse de ambas maneras.
12. Socio: No sólo se refiere a un compañero de negocios, también se emplea para referirse personas conocidas o amigos. Se utiliza mucho más en masculino.
13. Coche: En Cuba se utiliza para referirse a un medio de transporte tirado por un caballo. Cuando se trata de un automóvil se utiliza más la palabra "carro".
14. Pellys: Tipo de snack muy vendidos en Cuba.
15. Sorbetos: En Cuba es una confitura larga, aplanada y crujiente.

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