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Armando observó las mejillas del omega bastante sonrojadas, fácilmente el mayor podría confundirse con un jitomate con manos y piernas. Importándole poco que Gustabo estuviera en casa, de un empujón metió a Yun junto con él, quería hablar en privado y no a vista de los vecinos chismosos.
―¡Hey, casi me tiras baboso! ―Reclamó Yun, recuperando su estabilidad. ―Odio que seas brusco conmigo. ―Apartó la mirada, tenía la tentación en persona y él era tan débil...
Gustabo estaba en la cocina, pero al ver que la situación era un poco intensa, prefirió no ser el mal tercio e irse de su propia casa. Las cosas que tenía que hacer por un par de amigos ciegos que entre ellos mismos se rechazan sin darse cuenta, esperaba que le agradecieran por el más grande sacrificio que haría; prestarles su casa.
Armando agradeció internamente por la gran ayuda de su amigo, así que aprovechando el tiempo a solas que tendría con su omega, lo tomó de la mano y lo llevó al sofá más cercano, tomando asiento e intentado sentar a Yun en sus piernas, solamente que éste último negó ante la petición silenciosa.
―C-creo que deberías vestirte. ―Balbuceó, sonriendo nervioso y apartando la mano con la que era sostenido. ―No podemos hablar de esa forma. ―Gruñó, recibiendo una suave risa por parte del mayor.
―¿Por qué no me ayudas a vestirme? ―La mirada del alfa era algo intensa, casi hambrienta. ―Estamos solos... ―Armando era bastante directo cuando se lo proponía.
Yun quiso hablar, pero la manera en que Grúas lo miraba lo colocó bastante avergonzado, sobre todo porque no venía de cualquier persona, sino de quién creía que era su alfa. ―Eres un desvergonzado. ―Regañó, alejándose un poco del contrario, aunque no podía negar las tremendas ganas que tenía de ponerse en el regazo del menor y abrazarlo. ―Es de mala educación no obedecer a tus menores.
El jaguar negó, sin levantarse de su lugar. ―Ven aquí gatito.
―Palmeó sus muslos, incitando al mayor. ―Y no te llevo más que dos años, tan menor no eres. ―Bromeó.
¿Era él o hacía mucho calor? Las hormonas descontroladas por el embarazo empeoraban todo y él era un omega débil cuando del alfa se trataba. ―Átate bien esa toalla. ―Ordenó, caminando los pasitos que retrocedió y parándose frente al alfa, quien tenía la cabeza hacia arriba, observándole. ―¡Póntela bien!
―Bien... ¿Seguro? ―La mirada del omega hizo que dejara de bromear para atarse bien la toalla, Yun al estar seguro de que era confiable sentarse en las trabajadas piernas del jaguar, con un lindo puchero casi visible; tomó asiento. ―¿Huelo bien? ―Preguntó Armando cuando notó que la naricita del gato se arrugaba, buscando algo en específico.
Yun salió de su fantasía, donde podía enterrar su pequeña nariz y absorber todo el aroma del alfa para él solito. ―Hueles bien. ―Se sinceró. ―Solo porque te bañaste, de otra manera olerías horrible. ―Con una mano se tapó la nariz, fingiendo oler algo asqueroso, sacándole una carcajada al alfa.
Armando tomó entre sus manos el rostro del menor cuando el omega apartó la mano de su nariz. Seguía sin recordar lo que había pasado en el bar ¿Había tenido la oportunidad de besarlo? Porque justo en ese momento tenía unas ganas inmensas por recorrer aquellos belfos con los propios. Tampoco tuvo tiempo las dos semanas pasadas de poder besarlo, porque el omega estaba con otros propósitos. Aunque quería con todas sus fuerzas juntar sus bocas, no estaba seguro, había algo que lo había impulsado a tomar la iniciativa ese día, porque consideraba que lo que el menor le dijo, había sido una confesión y no desperdiciaría esa oportunidad.
Por otro lado Yun estaba ido, la mirada intensa del contrario sobre sus labios lo tenía en trance. ¿Lo besaría? No recordaba si ya se habían besado, pero quería saber qué se sentía ser besado por el alfa, después de todo Armando era conocido por besar hasta hacerte desmayar. Podían ser rumores solamente, debía comprobarlo.
Ninguno lo pensó más, no necesitaban permiso para unir sus labios, después de todo ellos tuvieron el permiso desde que se encontraron por primera vez en secundaria, donde Armando le había aventado un pedazo de papel para molestarlo y Yun se lo devolvió furioso, creando una guerra de papeles voladores, ambos yendo a la oficina del director por su mal comportamiento. Desde ese día trabajaron como ayudantes del conserje y supieron que tenían muchas cosas en común y que no sería tan malo olvidar su disputa y conocerse hasta hacerse amigos. Aunque las cosas fueron cambiando cuando crecieron, sus sentimientos cambiaron de amistosos a algo más que por años ocultaron por miedo al rechazo y a perder a la persona más importante en sus vidas.
La calidez los alcanzó, sus belfos permanecía quietos, sin movimientos, solo disfrutando la suavidad en las que estaban siendo envueltos. Por más que ya habían besado a un sin fin de personas, la sensación era distinta, única y sobre todo maravillosa, porque no era cualquier alfa u omega a quienes les estaban entregando el corazón, era a su mejor amigo a quien desde hace mucho tiempo, se había adueñado de una parte de su ser.
Se separaron por un par de segundos, donde ser miraron y donde sus corazones latieron con fuerza a tal punto de casi explotar.
Volvieron a unirse, ésta vez moviendo tímidamente sus bocas, parecían dos adultos sin experiencia en lo que hacían, pero la verdad era que no querían que su primer beso fuese brusco, sucio o asqueroso, solo querían transmitir lo que no podían decir con palabras.
―Me gustas. ―Tocaba la confesión de Armando, había soñado tantas veces con eso que ahora parecía casi irreal, una mala jugada de su mente. ―Hubieron muchas veces en las que quise decírtelo, en las que quise que vieras lo mucho que te amaba, pero tus ojos parecían estar en todos, pero no en mí. ―Porque era cierto, siempre que traía en la mano algún detalle para el omega, venía otro alfa con un regalo mucho mejor y se lo daba, y por supuesto, Yun nunca los rechazaba, con la excusa de que todos merecían una oportunidad.
Recuerda que en San Valentín llevó la golosina preferida de su mejor amigo, más un pequeño poema escondida entre la bolsa de gomitas ácidas. Ese día estaba listo para declararse al amor de su vida, a decirle lo mucho que le gustaba y que nunca lo soltaría. Pero las cosas no salieron como las otras cinco veces que lo había intentado, un alfa mucho mayor que él lo empujó cuando Armando estaba frente al omega, listo para darle su regalo, sin embargo aquel alfa se adelantó y le dio un álbum de la banda más famosa en ese entonces, junto a un ramo de girasoles que casualmente eran las favoritas de Yun.
Grúas triste y dolido, botó el regalo de San Valentín en el basurero más cercano y fingió estar bien cuando el omega le preguntó cómo estaba. Ese mismo día Yun esperaba un regalo por parte del mayor, deseaba aunque sea un "Feliz San Valentín" pero nunca llegó y como todos los años, Yun se resignó a tener algún regalo por parte de su mejor amigo y por ello siempre aceptaba aquellas propuestas por otros, viendo si el mayor tenía alguna reacción, pero nunca era así, siempre actuaba normal, casi feliz por él.
Ambos se rechazaban sin darse cuenta, alargando un amorío adolescente hasta un amorío adulto.
―No estaban en nadie más, solo que tú eras demasiado menso como para ver que me saltaba las clases para estar contigo en los recesos. ―Sonrió, recordando cuando el mayor estaba en preparatoria y él tenía que entrar a bachilleres. Los horarios se habían vuelto distintos para ambos. ―Muchas veces esperé algún regalo tuyo, nunca llegaron Armando ¿Cómo esperaba que supiera de tus sentimientos? Yo siempre traté de ser directo o al menos hacer cosas obvias para atraerte, pero siempre te hacías de la vista gorda.
Armando sonrió solo un poco. ―Bueno, yo hacía lo mismo, supongo que éramos demasiado despistados para darnos cuenta. ―Enrolló sus brazos desnudos en la cintura del omega, atrayéndolo más a él si es que eso era posible. ―Lo mejor siempre fue que habláramos, de otro modo seguiríamos así, escondiendo todo esto.
―En realidad, seguiríamos así si no fuese por Juanjo, yo no recordaba el día en que tuvimos sexo y tú tampoco ¿Cómo sabríamos que tú eres el padre? Yo seguiría buscando en el bar o hubiera buscado a otro alfa. ―Razonó, recibiendo un beso en su mejilla. ―O tal vez sí estaríamos en ésta situación, yo te pedí ser el padre de mi bebé.
―Y eso fue la mejor decisión de tu vida. ―Asintió, completamente orgulloso de su creación, por así decirlo. ―Seremos los mejores padres del mundo mundial.
Un mes más y el bebé podría demostrar la felicidad que sentía ahí dentro, dando pequeñas pataditas que estresarían a su padre y divertirían al alfa.
Porque un Yun en cinta era todo lo que Armando necesitaba en su vida para saber que no necesitaba a otro omega que no fuera él.
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