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⨟ 03

―No Yun, yo no te voy a esperar, sale hasta las doce de la noche, yo tengo que ir a trabajar y mis niños quieren a alguien activo, no a un anciano. ―Grúas se quejó, cruzándose de brazos y pataleando el suelo, los berrinches eran lo suyo.

Yun se mordió su labio, no quería quedarse solo, la compañía de Armando siempre era agradable, aparte hacía frío ¿Quién lo abrazaría mientras se calienta? ―Por favor, prometo recompensarte después, necesito hablar con Tonet y acordar cómo llevaremos esto.

El alfa estaba entre la espada y la pared, quería dormir, pero tampoco quería dejar al omega con aquel alfa, capaz y algo malo le pasaba. Yun sabía que Armando era alguien duro de roer, por eso siempre tenía sus métodos, hacer pucheros aunque después se avergonzara de eso, tal vez coquetearle un poco o besar la comisura de sus labios, eso siempre funcionada y Yun Kalahari era el rey de la manipulación, no habían dudas.

Tomando al alfa por el cuello de su chaqueta, lo trajo hacia sí, disfrutando por unos segundos el aroma que desprendía el alfa, arrullando sin querer, al gato del omega. Armando estaba acostumbrado a que Yun actuara de esa manera cuando algo quería, por eso no tuvo ninguna reacción, sabía a qué camino iba eso.

―Armando, solo es ésta vez, p-por favor. ―El omega balbuceó cuando Armando se acercó a él, se sintió intimidado, su gato levantó su esponjosa cola y la movió de un lado a otro, gruñó suave y comenzó a ronronear, tirándose y enseñando la pancita.

Armando tenía unos ojos preciosos, Yun no podía negar que lo hipnotizaron por un momento, tanto que no percató que si se movía un poco, se besaría con su mejor amigo y eso, sí lo quería, tal vez muy en el fondo, pero sabía que no era correcto. Y aunque el aroma del alfa fuese sumamente delicioso, no caería ante los pies de Armando Grúas.

Aunque eso ya había pasado.

Las manos del alfa se pasearon por la cintura del omega, acariciando por encima de la tela, Yun se sentía sofocado, quería correr, alejarse, pero a la vez no quería hacerlo, le encantaba en sobremanera esa calidez. Armando solo quería bromear, como lo hacía Yun con él, pero en esa situación, cualquier actuación se le había olvidado, ahora no quería despegarse, quería sentir todo el tiempo el cuerpo del omega, encajando son el suyo.

Ambos se sentían sofocados, querían que el tiempo se detuviera, pero eran demasiado lentos para darse cuenta que sus sentimientos no era de amigos, sino de algo más. Yun con algo de timidez, enredó sus brazos en el cuello de Armando, intentando no moverse y crear el beso que posiblemente pasaría, las cosas iban tan rápidas para él, para ambos, pero el deseo era mayor, solo querían un pequeño roce, pequeñito.

Sin quererlo, habían creado un ambiente tenso. Armando no quería cometer una locura, no quería perder la amistad de la única persona que le importaba en el mundo, así que con toda dificultad del mundo, dirigió su nariz a la curvatura del cuello blanquecino, aspirando la esencia del pelirrojo, dejó un pequeño besito en donde la marca que te enlazaba con alguien, causando que el pálido omega se estremeciera y dejara aún más expuesto el lugar, dándole permiso para que el alfa hiciera lo que quisiera con ese pedazo de piel blanquecina.

Grúas suspiró en la piel de Yun, sus ganas de besar esa piel expuesta y totalmente a su disposición, eran grandes, pero él sabía respetar. ―Me quedaré a esperar.

Yun seguía embelesado, su gato estaba tomando el control. ―¿P-podrías besarme? ―Susurró, no consciente de lo que pedía, su omega era el que tomaba el control de la situación, aunque claro, Yun también lo deseaba.

El alfa se petrificó por un momento, con rapidez se separó, sin deshacer el abrazo, miró al omega, buscando algún indicio de broma en sus orbes morados; no encontró nada. ―¿Besarte?

Esperen ¿Orbes color vino? ¡Su omega lo estaba dominando! ¿Por qué su omega quería que lo besara? Su tigre rugió, sacó los colmillos y se levantó imponente, desafiando a su propio humano, dispuesto a salir y tomar también el control, si su gato quería ser besado, el tigre lo besaría.

Es cultura general, bro.

―¡Sí, bésame, mucho, por favor! ―Y salieron las orejas rojas con manchas blancas de la cabeza pelirroja, Yun estaba dormido y ahora quien tenía el control total, era el gato.

―No podemos, la decisión no es mía gatito, Yun tiene que estar de acuerdo, no puedo hacer algo que él no quiera. ―Razonó el alfa, recibiendo un puchero por parte del pelirrojo.

―¡Él está muuuuy de acuerdo, te lo juro, por la lata de atún que aún guardo en mi mochila!

Armando se carcajeó, el gato de Yun era todo lo contrario a Yun, era tierno, juguetón y bastante mentiroso. Amaba ambas partes, los dos eran lo mismo, claro, pero los amaba a ambos.

Tonet había salido de la cafetería, traía tres cafés en la mano, uno para el omega, uno para su amigo alfa y otra para él. La pareja de mejores amigos se encontraba en la esquina de la calle, abrazados, apenas y las luz de las lámparas los alumbraban, a Tonet le pareció ver que el mayor sonreía enamorado, tal vez era su imaginación, tal vez no.

Se sintió celoso, por supuesto, era el padre de su futuro cachorro, no había esperado tantos años para que aquel alfa con cara de bebé se lo quitara, aunque si a Yun le gustaba, no podía interferir en la felicidad de la persona a quien amaba, jamás dañaría a dos personas enamoradas.

Él era un alfa de bien, su hermano no lo había educado para ser el malvado de una relación, si un omega no lo aceptaba como su alfa, él lo entendía, agradecía y se retiraba, pero jamás lucharía por algo que ya estaba perdido, pero en caso de que tuviera oportunidad, la tomaría sin dudar. Tal vez sería su caso con Yun, no lo sabía.

―Perdón por la tardanza, ya podemos hablar. ―Los dos amigos saltaron en su lugar y Yun no tardó en sentirse amenazado y mostrar los colmillos afilados y blanquecinos, retando al alfa de lobo.

―¡Aléjate, tu aroma es apestoso! ―Gritó, sorprendiendo a ambos alfas, quienes rieron con cariño ante lo adorable que el omega se veía frunciendo el ceño y enseñando los colmillos.

Adorable, pensaron los dos alfas de ahí.

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