⨟ 18
Después de que Armando estuviera en el departamento de Yun, el rubio no supo de él en dos semanas, el alfa no quiso decirle nada una vez le curó las heridas, simplemente salió de su casa y dijo que el omega debía organizar bien sus pensamientos porque no siempre el alfa estaría para él.
―No me contesta las llamadas. ―Comenzó, su hermano le sonreía burlón. ―He ido a su taller y me han dicho que no estaba, pero te puedo jurar que él mandó a decir eso. Ya duramos mucho tiempo enojados. ―Puchereó, comiendo la mandarina que tenía entre sus manos.
Juanjo negó, completamente serio. ―¿Por qué crees que siguen enojados? ―Preguntó.
El omega se encogió de hombros. ―No lo sé, pensé que ese día en el departamento ya estábamos bien, pero después actúo indiferente. ―Tomó su celular, esperanzado en recibir un mensaje por parte del alfa.
―¡Era obvio! ―Yun se asustó por el repentino grito. ―Siempre esperas que Armando te perdone cuando ni perdón le has pedido, la gente se cansa Yunnie, no siempre van a soportar lo orgulloso que eres.
―B-bueno, tampoco es como si me hubiera dejado decirle, solo se fue de casa, pero te juro que yo le iba a decir al día siguiente, pero no quiso quedarse a dormir. ―Se levantó de la cama, pues ambos omegas estaban acostados mirando una serie. ―Tampoco me dijiste que te habías acostado con él.
El mayor se rompió a carcajadas, ahogándose con su propia saliva. ―No me jodas Ramen. ―Suspiró, dejando a un lado de la cama, su tazón de palomitas azucaradas. ―¿Cómo puedes creer eso? ¡Estoy casado!
El gato no parecía tan bromista con la situación. ―Eso no te impidió acostarte con Gustabo. ―Se volvió a acostar junto a su hermano, no midiendo el efecto que tendrían sus acusaciones.
―Mi vida privada a ti no te importa. ―Su voz fue seca y tensa, casi enojada. ―Solo trato de ayudarte con las pendejadas que haces, y no lo hago tanto por ti, si no por Armando quien es el que siempre tiene que soportar tus berrinches de niño pequeño.
Yun se sintió mal, otra vez la había cagado. ―Lo siento...
―Deja de sentirlo y comienza a hacer algo para arreglar tus mierdas Yun, ya eres un adulto y debes actuar como tal ¿O también necesitas que te cambien los pañales? ―Juanjo ahora sí parecía estar molesto, tenía razón. ―Te lo dijo Armando y te lo diré yo también, sigue de esa manera y te quedarás solo, aunque si quieres de compañero a Tonet supongo que eso no pasará.
―¡No lo quiero a él! ―Gritó, tomando el tazón de palomitas a lado del omega mayor y metiéndose un puñado a la boca. ―¿Pero cómo le pido perdón a Armando? No me contesta las llamadas, no sé cómo buscarlo.
―¿En serio? ―Se burló Junjo. ―¡En casa de Gustabo, menso! ―Dijo, como si fuera lo más obvio.
Yun bufó. ―No iré a casa de ese grosero, la última vez me cerró la puerta en la cara, que fea persona. ―Se quejó, dejando el tazón nuevamente junto a su hermano y levantándose para ir al baño. ―Pero Armando espera por mí y ahí estaré. ―Se animó. ―Iré a darme un baño, tú sigue viendo tus series clichés.
―Como tu vida.
―Cállate.
Ahora estaba parado frente a la casa de Gustabo, con la mirada fija en la puerta, como si ésta pudiese abrirse mágicamente. No se movía, estaba paralizado, porque estaba acostumbrado a que le pidieran perdón a él y ahora que le tocaba hacerlo, había entrado en pánico.
Estiró su mano derecha para dar tres toquidos suaves, con la esperanza de que Armando se encontrara ahí y no en otro lugar.
La puerta se abrió, el alfa rubio parecía acabar de despertar. ―¿Otra vez tú? ¡Siempre interrumpes mis sueños! ―Gritó, limpiando la poca baba seca que estaba en su mejilla izquierda. ―No sé cómo Nadando te soporta. ―Susurró, cosa que Yun obviamente no escuchó.
Yun negó, un poco molesto. ―Buenos días ¿Está Armando? ―Muy directo para el gusto de Gustabo.
―¡Armando, ven ahora antes de que le cierre la puerta en la nariz a tu omega! ―Las mejillas rellenitas del omega se pintaron de un color carmín, sintiendo como la timidez que muy raramente sentía, estaba ahí. ―Adiós. ―Se despidió el alfa mayor.
Se escucharon algunas voces en el interior, y Yun por mera curiosidad asomó su cabecita para ver que sucedía, lo que vio lo dejó con la boca un tanto abierta.
Armando tenía una toalla alrededor de sus caderas, tapando sus partes íntimas, algunas gotas de agua bajaban desde su pecho hasta su abdomen y su cabello mojado y desarreglado le daba un toque sensual que Yun se empeñó en ignorar en años. Pero con las hormonas alborotadas por el embarazo, ahora resultaba imposible no excitarse por una persona tan ardiente como lo era Armando. Dios santo, estaba para chuparse los dedos de lo bueno que estaba.
Con dificultad apartó la vista e ignoró lo caliente que sus mejillas se sentían en ese instante y la gran necesidad y acorralar al jaguar y restregarse en él. Era el pecado mismo ver a Armando en esa forma. ¿Cómo alguien como él podía verse tan caliente todo mojado y con una toalla tapando parte de su piel? Solo Dios lo sabía.
A Grúas pareció no importarle salir de esa manera y se colocó en el marco de la puerta. ―¿Qué haces aquí? D-digo, no me molesta pero estoy algo ocupado. ―Trató de sonreír, Gustabo le había dicho que se hiciera aún el más difícil y no le pusiera las cosas tan fáciles a Yun, porque aunque en esos momentos lo que más deseaba era abrazar a Yun y esconderse en la curvatura de su cuello; debía ser fuerte. ―No tengo mucho tiempo, voy a salir.
―¿Con la misma chica con la que te besaste ese día? ―Sonó celoso y la verdad es que lo estaba, pero fue algo que Armando no entendió. ―Supongo que es más importante ella que yo.
Armando frunció el entrecejo. ―¿Viniste a hablar de ti? ―Dio dos pasos adelante, saliendo completamente de la casa y acercándose a Yun. ―Y esa chica era Michelle.
―¿Michelle? ¡Dijiste que no te gustaba! ―Se cruzó de brazos, estaba por hacer un berrinche.
Sonrió levemente. ―¿Y qué si la besé o me gusta? Eso no te importa. ―Solo quería ponerle más drama a la situación.
―Me importa. ―Susurró no tan bajo y el jaguar de Armando pareció alzar las orejas, prestando atención. ―Me importas tú y por eso vine, para pedirte perdón por mi actitud tan infantil, no sé llevar las situaciones como las demás personas quisieran. ―Se acercó más al alfa, sin importarle la apariencia del castaño. ―Tampoco quise aceptar que el padre de mi cachorro seas tú, siento que no merezco a un alfa como tú a mi lado, no quiero arruinar nuestra amistad por algo tan loco como esto, porque sé que tus ojos no están fijos en mí y si pudiera cambiar eso, créemelo que lo haría. ―Suspiró, aspirando el aroma que Armando estaba soltando para él, se sentía más tranquilo. ―Yo comprenderé si no quieres que este tema se vuelva a mencionar, si no quieres ser parte de mi bebé, lo entiendo porque aunque fue producto de los dos, no quiero atarte a una familia que no deseaste.
―Melón...
―Espera, no es todo, también lamento las cosas feas que dije de ti, es solo que estaba asustado porque las cosas se salieran de control, que pasara algo de lo que después te arrepintieras y me dejaras, quiero lo mejor para los dos. ―Jugó con la manga de su sudadera, estaba nervioso, solo un poco. ―Podemos olvidar esto y tú puedes seguir acostándote con quién quieras y yo puedo conseguir a un alfa que esté dispuesto a tener una familia conmigo...
Grúas envolvió en sus brazos al omega, importándole poco que lo mojara un tantito. ―No asumas lo que siento y pienso, no soy esa clase de alfas Yunnie, no pienses que esto fue un error para mí. ―Besó los suaves y pelirrojos cabellos de Yun. ―Yo acepté desde un inicio ser parte de ustedes dos y no pienso echarme para atrás, yo he soñado con tener una familia y aunque no fue planeado, estoy feliz con que las cosas hayan resultado de éste modo.
―Tengo miedo... Los alfas cambian mucho de parecer. ―Se quejó, separándose del alfa y fingiendo no tener una taquicardia ahí mismo. ―¡Y ponte ropa que la gente te observa!
―Solo me importa la mirada de un omega pelirrojo. ―Coqueteó, fingiendo que se quitaría la toalla ahí mismo.
―¡No lo hagas!
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