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Capítulo XII

Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. BinWoo.

Jun saboreó sangre cuando Minghao lo golpeó en la mejilla con una expresión de ira en su rostro, lejos de todo el mundo. Chenle no estaba con ellos, para fortuna de ambos, sino que estaba junto al resto de niños en el lugar siendo cuidados por dos profesores, para que así interactuaran entre ellos a pesar de todo.

Minghao le escupió, asqueado.

—¿Creías que no iba a darme cuenta? — gruñó Minghao furioso —. Soy tu maldito omega, Wen, y eso significa que estoy conectado a ti. ¿Creías que no me daría cuenta de tu corazón acelerándose cuando ves a Dongmin?

El alfa bajó la vista cuando llegó la segunda bofetada en su mejilla mientras Minghao comenzaba a sollozar, sus hombros sacudiéndose por el llanto.

—Te odio — escupió Minghao —, fingiendo que todavía me amabas...

—Te quiero —dijo Jun con seriedad —, te lo prometo. Esto por Dongmin es una estupidez, tú eres mi omega, eres tú a quien amo.

Minghao dejó salir un bufido de burla, sacudiendo su cabeza con incredulidad.

—¿Sabes qué es lo peor? — dijo Minghao — Que Dongmin no tiene la culpa de nada, sólo has sido tú el... el idiota que se ha enamorado mientras yo...

—Mi amor...

—¡Vete a la mierda!

Minghao se volteó, marchándose de allí con paso enojado, limpiando su rostro furiosamente, y Jun no le siguió, pues sabía que el omega sería capaz de darle otro golpe.

Acarició su mejilla adolorida, siendo consciente de que se merecía todas esas bofetadas, porque lo que hizo era imperdonable. No sólo se acostó con Dongmin para ayudarlo con su celo, sino que también generó sentimientos que rozaban lo romántico, y eso, en definitiva, era cruel y vergonzoso. En especial, ya que fue durante la época en la que Minghao no estuvo por cumplir con esa horrorosa condena que le impusieron.

Minghao se dio cuenta antes que nadie, por supuesto: Jun dejó de visitarlo todos los sábados, hablando poco sobre lo que ocurría y evitando mirarlo a los ojos. Y cuando llegó con el olor a celo de Dongmin encima...

Antes de ese encuentro, por su buen comportamiento, dejaban que las visitas fueran en el comedor, sin una ventana de por medio, pero Minghao enloqueció y se lanzó a golpearlo, dejando su mejilla rasguñada y sangrante por la herida que alcanzó a hacerle. Desde ese día le prohibieron a Minghao aquellas visitas, teniendo que ver a la gente que le visitaba sólo por medio de un ventanal y un teléfono.

Jun sabía que Minghao estaba alejando a Dongmin a propósito y algo dolía en su interior, porque antes de eso, ellos dos fueron buenos amigos. Dongmin fue a cenar muchas veces a su casa cuando lo invitaban en las fiestas como Navidad o Año Nuevo (sobre todo cuando Jun se dio cuenta de que Dongmin pasaba aquellas festividades sin compañía alguna, ya que no tenía a nadie allí), fue una de las primeras personas en enterarse del embarazo de Minghao, estuvo a su lado cuando fue el día del parto y conoció a Chenle desde el día que nació, cuidándolo con dedicación cuando ellos salían a cenar o querían pasar un tiempo juntos.

Él sabía lo mucho que les dolía, tanto a Minghao como a Dongmin, toda esa situación, pero no sabía cómo arreglarlo.

Ni siquiera sabía cómo ahogar esos tontos sentimientos que tenía también, que no correspondían, que no tenían motivo de ser.

Pero Dongmin estuvo cuando más lo necesitaba, cuando Minghao no se encontraba con él y Chenle era imposible de controlar, y cuando todo parecía ser un maldito desastre que no podía solucionar. Dongmin...

Se enderezó al sentir la presencia repentina de alguien.

—Te estaba buscando —dijo YuQi a modo de saludo —, ¿por qué soy la última en enterarme de todo el desastre que está pasando aquí? — parpadeó, desconcertado, y la mujer suspiró —. El hijo y el alfa de Dongmin, su celo...

Jun soltó una risa cansada.

—Muchas cosas en pocas horas —señaló, mirándola.

YuQi lo agarró de la barbilla, obligándolo a sostenerle los ojos.

—No te sientas culpable por cometer errores y querer llorar, Jun — dijo YuQi con dulzura —, antes que un alfa, eres un humano, ¿está bien?

Su garganta se apretó, pero se limitó a asentir antes de empezar a contarle a YuQi todo lo ocurrido en las últimas horas.

Dongmin despertó, sofocado.

Pensó por un breve instante que se debía a que su cuerpo estaba otra vez en celo, sin embargo, terminó por descartarlo cuando notó el brazo de Moonbin sobre su cuerpo. Lo envolvía en un abrazo protector, roncando profundamente.

Se revolvió, rodando sobre la cama y sintiéndose confundido un instante. De pronto, su estómago se contrajera por la dura realidad.

Taeyong. Moonbin. Celo. Omega. Alfa.

Moonbin.

Moonbin.

Observó otra vez el rostro de Moonbin, tranquilo, calmado a su lado, y su primer instinto fue acurrucarse contra él una vez más, frotar su nariz contra su cabello, dejando que el olor del alfa lo envolviera, pero terminó por descartarlo cuando pensó en lo ocurrido.

Moonbin. Hyewon. La mentira más grande del mundo inventada por la loca de su hermana. La mentira que lo arruinó por completo.

Quiso romper a llorar por todo lo que significaba.

Sin embargo, se controló lo suficiente como para enderezarse. Se sentó en la cama, agarrando una de las batas que dejaban allí torpemente, y se envolvió en la tela para luego caminar a paso titubeante hacia la puerta.

Su omega se revolvió, queriendo volver a la cama, a los brazos de Moonbin, y se sintió confundido y perdido pues todavía estaba en celo, eso lo tenía claro, pero necesitaba salir, necesitaba un poco de aire, y luego quizás podría volver, permitir que Moonbin le hiciera el amor una vez más o...

Abrió la puerta, gruñendo por el hambre, pero antes de poder dar dos pasos unos brazos se envolvieron a su alrededor y tenía a un enojado Taeyong contra su pecho. Sus piernas lo rodearon, colgándose como un mono y frotando su cabello contra su cuello.

—Hueles mal — gimió Taeyong, molesto —, no hueles a mamá. Lo odio.

Calor lo recorrió cuando su hijo –su bebé, su príncipe, su todo– lo estaba abrazando como si nada, posesivo, malcriado, justo como lo recordaba.

—Taeyongie, estoy sucio —le recordó con cariño.

Taeyong gruñó.

—No importa — dijo —, el olor de papá es malo. Apesta y te deja a ti oliendo mal — el menor le miró con falsa inocencia —. No me molestaría que huyéramos de él.

Comenzó a reírse sin poder controlarlo, recordándose catorce años atrás, cuando tuvo su celo con Moonbin, y Taeyong se volvió todo gruñón y celoso al sostenerlo en brazos, alegando que ahora olía distinto.

Cerró la puerta detrás de él.

—¿Dónde están Youngho y Dodo? —preguntó, mientras Taeyong se enderezaba.

—Se fueron a dormir —dijo Taeyong —, pero yo no pude hacerlo. Quería... Debía asegurarme que... Bueno, que papá no iba...

—Moonbin jamás me levantó la mano ni me obligó a nada, Yongie — le dijo Dongmin cariñosamente —, no tienes que enloquecer por eso.

Taeyong abultó sus labios en un mohín enfurruñado, hablando con sus mejillas infladas en actitud avergonzada:

—Lo sé —dijo, compungido —, pero es que no quiero que te alejes demasiado. Siento que... que podrías desaparecer en cualquier momento...

Dongmin parpadeó, agarrando las mejillas de Taeyong y dándole un apretón cariñoso antes de besarle la frente. Permitió que el menor volviera a acariciar su cuello con su mejilla, para así impregnarlo en olor familiar.

—No me iré —le dijo con firmeza —. No dejaré que te alejen de mí ahora que estás conmigo, mi Taeyongie — le revolvió el cabello —. Ahora ve a dormir algo, yo necesito una ducha y regresaré con tu padre.

Taeyong vaciló un instante.

—¿Lo perdonaste? — preguntó recelosamente.

Dongmin desvió los ojos.

—Mañana hablaremos — fue todo lo que dijo Dongmin, y por su tono de voz, Taeyong supo que su mamá no iba a dar el brazo a torcer.

Volvió a hacer una mueca, marchándose de allí con pasos enfurruñados, y sólo cuando no había nadie mirándolo, Dongmin se permitió apoyarse en la pared, jadeando por el celo que parecía dispuesto a atacarlo otra vez.

Se tambaleó con lentitud hacia el baño del lugar, su omega revolviéndose por querer volver a la cama, acostarse junto a Moonbin y permitirse ser mimado. Sin embargo, Dongmin necesitaba algo de soledad para poder ordenar sus pensamientos. Para poder mantener a raya al omega en su interior que se estaba saliendo de control otra vez.

Llevaba tanto tiempo sin sentirlo que le era, por muchos momentos, un completo desconocido.

Entró a la ducha, echando la bata para después abrir la llave, con su piel erizándose cuando agua fría golpeó su piel. Quizás eso era lo que necesitaba. Jadeó, aturdido, y se sobresaltó cuando sintió una presencia detrás de él.

Se volteó de golpe, encontrándose con el tenso rostro de Jun.

Parpadeó, aturdido.

—¿Jun? — preguntó un poco desorientado.

—Hueles a celo — murmuró Jun, sacudiendo su cabeza como para despejarse — y a alfa. ¿No deberías...?

—Quería bañarme — se defendió Dongmin, importándole poco si estaba desnudo, ya que no era la primera vez que Jun lo veía así.

Antes se habría avergonzado. El omega de antes se habría puesto colorado, para después tratar de cubrirse con la bata, pero aprendió –y entendió– que su cuerpo no era algo de lo que debería sentirse avergonzado. Que, muchas veces, su cuerpo podía ser un arma que todos ignoraban.

—No te ves bien — dijo Jun —¿necesitas ayuda?

Algo en sus palabras hizo que su mente se activara.

—No — dijo cuidadosamente —, es mejor si vas a dormir. Chenle y Minghao deben estar esperándote, Jun. Yo terminaré y volveré con...

—Con tu alfa —terminó de decir Jun con algo de amargura en su voz —. ¿No que habías acabado con ellos, Dongmin?

Humedeció sus labios, con su cabello pegándose a su frente, y el agua fría manteniéndolo despierto para tratar de pensar con claridad.

—Moonbin es mi alfa — contestó con calma.

—¿Alguna vez me notaste a mí? — preguntó Jun bruscamente.

Antes de poder contestar, otra persona habló:

—¿Lo hiciste, Dongminie?

Hubo un breve momento de pánico en el que Dongmin se sintió como ese torpe, asustado y aterrado joven de dieciocho años. Podía ver el momento en el que Moonbin aparecía de pronto, enfurecido, agarrando a Mingyu y golpeándolo debido a los celos, pensando que la escena iba a repetirse, que Moonbin agarraría a Jun producto del lado posesivo que tenía su alfa, pero...

Pero Moonbin sólo se quedó bajo el marco de la puerta abierta, vestido con los pantalones, medio dormido todavía, calmado pero alerta.

No había ira en sus ojos, no había celos irracionales, sólo tranquilidad.

Jun apretó su mandíbula.

—No —dijo Dongmin, sintiéndose como un extraño —, no Jun. Eres mi amigo. Nada más.

Jun sacudió su cabeza, sin decir cosa alguna y girándose en su lugar. Moonbin se hizo a un lado cuando el alfa salió del cuarto con rapidez, antes de observar a Dongmin, todavía bajo el agua, entumido.

—Te vas a resfriar — señaló Moonbin preocupado, entrando y cerrando la llave.

Dongmin quiso decir algo, ser capaz de ordenar sus pensamientos en ese momento, pero su mente se volvió como gelatina cuando los dedos de Moonbin acariciaron su helada y desnuda piel, envolviéndolo en la bata para que dejara de tener frío.

Su omega interior ronroneó por el gusto de ser tocado por su alfa, de ser su centro de atención.

—No... no estás enojado — afirmó Dongmin con torpeza.

Moonbin detuvo sus movimientos, levantando la vista, y ambos se miraron.

Dongmin sintió que se ahogaba al observar los ojos oscuros del alfa sobre él, como si quisiera devorarlo, y le asustó que una parte suya no se negaba a eso.

—Estoy furioso — admitió Moonbin con tono calmo —, me llena de rabia pensar en ese alfa tocándote o que tengas sentimientos por él —el más bajo apretó su mandíbula un segundo —. Pero tú eres libre, Dongmin. Y aunque tengas mi marca, tú renegaste de mí y puedes hacer lo que quieras.

Su aliento quedó atrapado en su garganta.

No sabía cómo reaccionar ante las sinceras palabras de Moonbin: una parte suya se alegraba de eso, de que el alfa frente a él ya no le mirara como un objeto, como una pertenencia, que no hubiera reaccionado como antes ni se impusiera a la fuerza como muchos alfas harían en esa situación. Que Moonbin pareciera entender que una relación no se trataba de «tú eres mío y debes hacer lo que yo te ordeno».

Pero había otra parte suya, ese lado omega con el que seguía luchando en ese instante, que pareció quebrarse ante lo dicho por el alfa, porque su omega quería pertenecer a él, pero no en el sentido enfermizo y celoso que tanto asustaba a Dongmin, sino en otro sentido. En el sentido de sentimientos, de cariño, de querer, de amor. Una parte de Dongmin quería amar a Moonbin, ser capaz de entregarle todo y dejar que el alfa le diera el mundo entero, que sus sentimientos pertenecieran a Moonbin, y los de Moonbin fueran de él, de nadie más.

Así como antes, como cuando todo parecía ir bien y se sentía amado.

No dijo cosa alguna mientras el alfa continuaba cerrando la bata sobre su cuerpo, tomándole la mano y llevándolo de vuelta al cuarto. Una vez en él, Dongmin se recostó sobre la cama, en tanto Moonbin ordenaba las prendas de ropa.

—¿Por qué no... no marcaste a Hyewon? — preguntó de forma repentina con voz temblorosa, viendo como Moonbin se detenía —. Eres un... un alfa. Tienes ne... cesidades...

El alfa se volteó con una expresión confundida.

—Porque te amo.

Tan honesto, tan certero, tan seguro, como si no hubiera duda alguna en sus palabras.

Humedeció sus labios.

—O a otro omega. Pudiste hacerlo — su propia voz salió estrangulada, ahogada por el dolor —. Pudiste olvidarme. Pudiste... amar a cualquier otra persona.

Moonbin arrugó el ceño.

—¿Por qué debería hacerlo? — preguntó Moonbin, suspirando.

Dongmin se sentía débil, febril, luchando por mantenerse concentrado y no dejar que su omega lo domine por completo. Su desesperado, asustado, casi muerto omega.

—Porque te abandoné — sus ojos se llenaron de lágrimas —. Porque renegué de ti. Porque te dejé de lado con mi bebé a cargo. Porque... — su garganta se apretó —. Porque te odié, Bin, te odié cuando tú no... tú no hiciste nada malo. Y a pesar de eso yo...

Dongmin no sabía cómo demostrárselo, cómo decirle con palabras todo lo que estaba sintiendo, ya que temía volverse blando y débil y sumiso como antes. Temía que Moonbin le mirara otra vez como ese tonto, estúpido omega que estaba desesperado por afecto, tan desesperado que era capaz de entregar todo por nada a cambio.

Dongmin no quería ser otra vez un omega que proteger y cuidar. Dongmin quería que Moonbin lo mirara como un igual, como alguien a quien tener a su lado y no de rodillas.

—Ni siquiera te escuché — Dongmin quería alcanzarlo, rodearlo con sus brazos, pero era un cobarde, un maldito cobarde —. La última vez que... que estuvimos juntos, ¿ya lo sabías?

Moonbin ladeó la cabeza, reflexivo y suavizando la mirada en sus ojos.

—Eso no es importante — contestó impasible, pero suspiró cuando Dongmin lo observó con insistencia —. Sí lo sabía, Dongmin. Fui a verte para contarte, pero las cosas no se dieron y luego...

Recordó esa tarde, a Moonbin haciéndole el amor, tocándolo como si fuera un objeto precioso, con la esperanza brillando en sus ojos, y cómo él trató de desviar la atención a otro lado para que el alfa no pudiera convencerlo de perdonarlo, de seguir juntos cuando todo estaba mal y arruinado.

Dongmin pensó durante catorce años que Moonbin lo engañó. Creyó durante todo ese tiempo que el alfa se acostó y folló con su hermana, que ese hijo que ella esperaba era de él; y no sólo eso, alimentó su odio, su desprecio, su ira, en base a ese hecho, en base a esa horrible mentira.

Y ahora que sabía la verdad, ¿qué le quedaba?

Con el odio ahora extinto sólo quedaba el dolor, la pena, la tristeza y desesperación de haber sabido que pasó catorce años lejos por... por....

—¿Por qué no...? — su voz se quebró y antes de poder detenerlo, lágrimas escaparon de sus ojos — ¿Por qué no me... me buscaste, Moonbin? ¿Para... para de-decirme la verdad?

Moonbin lo vio roto, llorando entre jadeos y gemidos bajos, con lágrimas derramándose por sus mejillas, y quiso moverse para abrazarlo, para sostenerlo, para llenarle el rostro de besos.

Pero permaneció en su lugar porque sabía que ese dolor pertenecía sólo a Dongmin, que Dongmin necesitaba llorar para sacar todos esos sentimientos de su interior y que, durante tanto tiempo, lo carcomieron.

—Porque tenías razón — dijo, llamando su atención en tu carta —. Y Sejeong, tu amiga, también tenía razón cuando me dijo si realmente creía que el amor sería suficiente para esto — Moonbin se sentó a su lado, pero no hizo amago de acariciarlo. — Me dijiste que entendías a Hyewon, que podías comprender su desesperación por actuar para tener todo lo que deseó, y que sabías que ella no se detendría. Ella no se habría detenido por nada del mundo. Si te lo hubiera contado, ¿qué habría cambiado, Dongmin?

—Yo no... Podría haber...

—Taeyong, legalmente, ya no te pertenecia, ahora era mío — le interrumpió con amabilidad Moonbin —, y si decidías llevártelo, Hyewon no habría dudado en contarle a todo el mundo que Taeyong no era hijo mío para que así lo mataran. Y si no lo hacías, pero te quedabas, ella no habría estado satisfecha sabiendo que ambos estábamos tan cerca todavía, así que habría buscado a algún alfa de mala muerte para que te forzara y así marcara, rompiendo nuestro enlace. No, Dongmin, tenías que irte, era la única forma de que tú estuvieras a salvo y Taeyong también lo estuviera. Tú supiste primero que todos que ella no iba a detenerse.

Dongmin sollozó, asintiendo, pero eso no aminoraba el dolor. Eso no lo hacía más soportable. Tal vez, más adelante, podría comprenderlo mejor y asumir que no se equivocó, sin embargo, en ese instante sólo dolía.

—Te odié — admitió Dongmin —, durante... tanto tiempo, yo... yo te odié, y tú no... no lo merecías... Yo lo... lo arruiné todo, ¿no es así? Tú no... No hiciste nada malo y yo me fui y... y los dejé, ni siquiera fui... fui capaz de...

—No digas esas cosas — Moonbin lo agarró de las mejillas, obligándole a sostenerle la llorosa mirada —. Te decepcioné. Te agredí. Te dije cosas horribles y humillé porque me sentía con el derecho de hacerlo — tomó aire — Te dejé solo. Te mentí. Te oculté lo ocurrido con Hyewon. No te protegí — Moonbin le dio un beso pequeño —. Los dos fuimos culpables de esto, Dongmin. Puede que yo tenga más culpa que tú o viceversa, pero somos culpables, al fin y al cabo.

Dongmin sollozó, asintiendo, con su frente apoyándose en la de Moonbin, y permitió que los labios del alfa le acariciaran el rostro por todas partes, le besaran de mil formas que no creía posibles.

—Te quiero, te amo — murmuraba Moonbin con cada nuevo toque —, y sé que duele todavía, Dongminie. Sé que todavía duele.

El omega no podía ponérselo en palabras. No podía hablarle sobre lo mucho que sentía lastimado a su omega, lo herido que parecía, cuánto sufrimiento parecía tener en su interior, pues parecía que nunca sería suficiente. Sólo sabía que todo eso hacía que doliera algo en su interior.

—Si tú... si me dieras la oportunidad de sanarte... — continuó Moonbin, acariciándole el rostro.

—¿Después de todo, lo harías? —preguntó con voz triste.

Moonbin lo miró.

—¿No hacen eso las personas que se aman, Dongminie? — preguntó con pena.

Dongmin se arrimó a su lado, dejando que el alfa lo abrazara por la cintura, apoyando su cabeza contra su pecho. Le importaba poco que fuera más alto que él, que tuviera que encogerse.

—¿Cómo puedes amarme luego de todo? — dijo, con su voz ahogada —. Yo me odio.

Moonbin le sonrió, revolviéndole el cabello, y le dio un beso en la frente.

—No digas esas cosas — regañó suavemente —, no puedes odiarte, Dongminie — le dio otro beso —. Sanha dice que no puedes odiar ni a Hitler, ¿por qué te odiarías a ti?

Dongmin se atragantó con su saliva, incrédulo, y comenzó a reclamar. Moonbin sólo se rió, aliviado de ver esa sombra de dolor fuera, esa mirada triste lejos, y se prometió que haría lo posible para no volver a verlo así otra vez, porque Dongmin no debía estar nunca triste.

Dongmin nació para ser feliz, no para estar lleno de dolor.

Me causa gracia ver que varias personas que leen esta historia solamente esperaban el reencuentro de Dongmin y Taeyong, otras el de Dongmin y Moonbin o incluso se quedaron sólo por el drama de la historia... Bueno, sea cual sea su razón para leer, lo agradezco mucho <3

Si ven algún error ortográfico o de nombre pueden decirme.

Nos vemos en el siguiente capítulo

¡Muchas gracias por leer!

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