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Capítulo X

Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. BinWoo.

Capítulo largo, lean con calma.

Dongmin despertó, adolorido.

Apretó sus labios, confundido por no saber dónde se hallaba producto de la desorientación del sueño, y frotó sus ojos, reconociendo el vagón donde todo el mundo dormía. Tomó un suéter, abrigándose mientras se ponía de pie para salir del lugar, queriendo despejarse porque se sentía extraño y perdido y triste.

Se sentía demasiado triste y quería llorar, pero no sabía por qué.

Aunque no fue una buena idea salir, por supuesto.

—Mami.

Se volteó, viendo a Minghao, delgado y pálido, sentado alrededor del fuego que mantenían encendido en todo momento para poder tener algo de calor durante las comidas. Su sonrisa, por supuesto, era hermosa, era feliz, contenta, y llena de un infinito amor que algo pareció romperse en su interior.

—¿Qué ocurre, mi vida? — preguntó Minghao, ajeno a él y sosteniendo en sus brazos a Chenle.

El pequeño también estaba feliz, sonriendo, mientras sus manitos se cerraban alrededor de la ropa de Minghao y frotaba su cabecita contra el cuello de su mamá.

Se vio a sí mismo catorce años atrás, sosteniendo a Taeyong contra su pecho. El bebé le sonreía, mostrando sus dientecitos en crecimiento, queriendo ser impregnado por su aroma, y el dolor en su corazón estalló otra vez.

—Te estanieeeeee muuuuuchioooooo — canturreó Chenle antes de comenzar a reír cuando Minghao le hizo cosquillas en el estómago.

Dongmin tropezó, con sus ojos llenos de lágrimas.

Minghao se volteó ante el ruido repentino, pero Dongmin se obligó a bajar la vista, fingiendo estar recogiendo algo para poder limpiar su rostro. No podía quebrarse, no podía derrumbarse frente al mundo, no podía permitirse que todos supieran que, en el fondo, a pesar de que no necesitara a un alfa, si necesitaba a su bebé en sus brazos, aunque hubieran pasado catorce años.

Dongmin tenía que seguir aguantando por mucho que doliera.

—Tío Dongminie — llamó Chenle.

Tragó el nudo en su garganta, levantando la vista para componer una sonrisa en su rostro.

—Hola Chenle — saludó, acercándose e inclinando su cabeza hacia Minghao — Hola, Hao.

El omega le observó en helado silencio.

—Deberían ir a dormir — dijo Dongmin con amabilidad —, ya es tarde y–

—Estoy esperando a Jun — le interrumpió Minghao bruscamente, y le miró con rabia contenida en su rostro.— ¿Tú también lo esperas, Dongmin?

Bajó la vista otra vez.

—No — contestó —, tuve un sueño malo.

—¿Suenio malo? — preguntó Chenle con sus ojos arrugados. — ¿Abazo, tío Dongminie?

Sonrió con más ganas, abriendo su boca para contestar, pero Minghao se le adelantó: se puso de pie, sosteniendo a Chenle con más fuerza contra sí.

—Ahí viene papá — le dijo a Chenle, llamando su atención.

Observó cómo Minghao se alejó, ignorándolo y llevándose a Chenle, y mordió su labio inferior con fuerza hasta sacarse sangre. El rostro cansado de Jun se iluminó al notar a Minghao y Chenle, pero terminó por poner una expresión compungida cuando el omega no lo besó, sólo le pellizcó la nariz en señal de regaño.

Dongmin se volteó cuando los ojos de Jun se dirigieron hacia él, observando el fuego en silencio, y su marca pareció arder de pronto.

La acarició distraídamente, pensando en la caliente boca de Moonbin sobre la suya, en un beso posesivo y reclamador.

—¿Qué estás haciendo tan tarde despierto? — le preguntó Dongmin a Jun, cuando el alfa se acercó con Minghao a regañadientes.

Jun se encogió de hombros.

—Yiren volvió hace un par de horas — dijo Jun —, pero no pudo traerte ropa, Dongmin — asintió en silencio. — Se encontró con... Había gente en tu departamento y la obligaron a traerlos aquí, así que tuve que hacerme cargo.

Dongmin frunció el ceño.

—¿Los mataste? —preguntó con dolor en su estómago.

Jun parpadeó, dándole un coscorrón.

—Claro que no, ¿quién crees que soy? — bufó, sacudiendo su cabeza —, Bueno, Yiren logró avisarme con su código de número, ya sabes, me envió un uno y luego un cinco y al inicio no lo entendía...

—Uno significa «estoy atrapada» — recitó Dongmin —, y cinco es «voy obligada».

El alfa lució indignado ante el hecho de que Dongmin pudiera recordarlo sin problema alguno, así que el omega soltó una risa baja, que murió al notar la mirada molesta de Minghao sobre él.

—Entonces, me avisó eso y Yiren llegó horas después con estos chicos, uno me atacó y los otros estaban asustados, así que los trajimos. Están encerrados en la sala de monitores, mañana los interrogaré y veré qué hacen aquí — se encogió de hombros. — Aunque eran coreanos, tal vez tú podrías hablar con ellos...

Movió su cabeza, asintiendo, aunque siendo honesto hablar con espías era lo último que quería hacer en su vida.

—Chenle quiere dormir, Jun — dijo de forma repentina Minghao, llamando la atención del alfa.

Y así el interés del alfa hacia Dongmin desapareció.

Dongmin miró el fuego ardiente, fingiendo no escuchar los arrullos de Jun hacia su hijo que se arrimó en sus brazos, despidiéndose para entrar al vagón que servía cómo dormitorio.

—Gracias por cuidar de Chenle — dijo Minghao detrás de él, pero Dongmin no se volteó.— No hay forma de agradecer todo lo que has hecho por él.

—Tú habrías hecho lo mismo — contestó Dongmin tranquilamente.

—Por supuesto — respondió Minghao, e hizo una pausa. Dongmin cerró sus ojos para poder soportar el golpe siguiente —, así que supongo que entenderás si te pido que te alejes de Chenle y Jun, ¿cierto? Porque es mi hijo y es mi alfa. Ellos son míos, así como yo soy de ellos.

El nudo en su garganta pareció crecer.

—Sí — se obligó a decir, mientras fingía estar bien —, no te preocupes, Hao, mantendré mis distancias.

Con los ojos cerrados sus lágrimas no iban a salir tan fácilmente.

—Eso espero — fue lo único que dijo Minghao, antes de girarse y entrar al vagón.

Estaré bien. Siempre estoy bien, se repitió mientras se abrazaba, enterrando su rostro entre sus rodillas una vez estuvo solo, y tomó aire para contener el llanto que moría por salir de su boca.

Puede que no ahora. Puede que no pronto. Pero, tal vez, en algún momento estaría bien, ese era su único consuelo.

Moonbin iba a asesinar a Taeyong apenas lo tuviera frente a él.

Lo iba a descuartizar, a arrancarle la piel en tiritas y a gritarle lo tonto que fue por actuar de esa forma, a pesar de que él le ordenó que no lo hiciera. Y después, lo abrazaría por lo malditamente preocupado que lo tenía.

Soltó el aire que contenía mientras llamaba al celular de Taeyong por número treinta y cinco en el día, siendo enviado al buzón de voz, y miró la hora también. Las dos de la mañana.

Un gruñido quería escapar de su garganta por la rabia, pero también por la preocupación que sentía, pensando en la tonta pelea que tuvo con Taeyong horas atrás y lo molesto que se vio el menor. Podía comprenderlo, por supuesto, porque Taeyong se sentía perdido y solo y nervioso, y él tampoco reaccionó de la mejor forma ya que, maldita sea, su hijo tenía razón.

Moonbin estaba aterrado.

Pensar en ver a Dongmin hacía que su estómago se encogiera de nervios, con mariposas asesinas revoloteando por la anticipación, pero también sentía pánico, miedo y susto de ver a Dongmin y no ver nada más que indiferencia allí. Ver que Dongmin seguía conservando su marca, pero no sus sentimientos, que ya no eran más ellos dos y debía renunciar por completo al omega.

Moonbin no sabía cómo iba a soportar eso, porque estaba seguro de que, si su lazo se rompía, su marca desaparecía, algo dentro de él iba a morir para siempre.

Y sumado a todo eso, ahora Taeyong no contestaba su maldito celular.

Sanha lo iba a matar.

Mordió su labio inferior, tomando su móvil, y titubeó un instante, sin saber si activar el GPS que tenía en el celular de Taeyong para estos casos, y decidió que era necesario, sólo necesitaba saber dónde estaban los tres mocosos que más de una vez le sacaron de quicio.

Aunque si algo les pasaba...

Suspiró, exasperado. Echó a andar el auto mientras el GPS indicaba el lugar dónde estaba Taeyong, sin importarle si era de noche, pues un montón de cosas podían pasar en pocas horas. Lo que necesitaba era saber si el tonto mocoso que tenía por hijo estaba bien, para así poder pegarle cuando lo viera.

Horas atrás habló con Yujin, preguntándole si estaba bien en la casa de Sanha y si su madre apareció en el colegio para buscarla. Quedó un poco aliviado cuando la chica le aseguró que todo estaba bien, que tío Sannie y tío Minhyuk la estaban cuidando y que Wonyoung y Jisung la trataban como una hermana más.

Luego, por supuesto, tuvo que mentirle a Sanha diciéndole que sus hijos estaban a salvo, siendo cuidados por él. Además, inventó una excusa de que fueron a comprar y dejaron sus celulares en el hotel, antes de despedirse rápidamente cuando percibió que Sanha quería hablar con ellos.

No sólo mataría a Taeyong, sino también a Youngho y Doyoung por acompañarlo. Se supone que eran los mayores, ¡deberían cuidar de Taeyong, no seguirlo como unos idiotas!

Arrugó el ceño cuando condujo por calles de barrios que lucían algo peligrosos para él, rezando por no encontrar a los mocosos muertos en una zanja.

Una punzada de dolor sacudió su corazón.

Dongmin estaba triste.

Mordió su labio inferior, siendo consciente que, desde que aterrizaron, su alfa parecía estar dando vueltas en su interior como un animal herido. Parecía saber que estaba más cerca de su omega que nunca en esos catorce años, ansioso por encontrarlo, rodearlo con sus brazos y nunca dejarlo ir. Y su enlace, aquello que todavía los mantenía unidos, se sentía arder, dando tirones y sacudidas en anticipación.

En todo ese tiempo, los estados de ánimo de Dongmin estuvieron bloqueados para él, ya que el omega así parecía quererlo. No sólo por la distancia, sino porque Dongmin aprendió, con toda probabilidad, a controlar sus sentimientos, mantenerlos a raya y manejarlos para que así los demás no los usaran en su contra, así que le fue dificil sentir al omega esos años.

Pero ese día, en especial, Dongmin parecía más sensible, más entristecido que nunca.

Sin pensarlo, envió una ola de tranquilidad por el enlace.

Estoy aquí. Estoy aquí, Dongminie, y todavía te amo.

No hubo respuesta.

Estacionó el auto fuera de la entrada de una estación de trenes subterráneo y frunció el ceño, pues el GPS le indicaba que Taeyong estaba a poco menos de un kilómetro. Sin embargo, según el mapa que tenía, en esa zona sólo habían viejas construcciones derrumbadas o a medio caer.

Supuso, entonces, que los rumores que muchos empresarios le dijeron y con los que habló durante la tarde debían ser ciertos. Al parecer, en las viejas vías de los trenes estaban los grupos rebeldes.

Contempló el mapa que le entregó un viejo amigo, XiaoXiang, cuando le habló sobre aquellos rumores y que debía buscar a alguien que quería, para poder hablar una última vez. XiaoXiang no hizo más preguntas, aunque vio la curiosidad en sus ojos, y le entregó una serie de mapas de las estaciones de trenes abandonadas donde trabajó años atrás para que no terminara perdiéndose.

Pero, ¿qué tan sensato era meterse allí solo?

La respuesta llegó sola.

Te extraño.

Parpadeó, quedándose quieto cuando la voz de Dongmin pareció hablar a través del enlace, y recibió una sensación de más pena y dolor en su corazón.

Era la primera vez que Dongmin le contestaba de esa forma luego de tanto tiempo.

Si esa no era una maldita señal, entonces no sabía qué era.

Resoplando, cerró su abrigo mientras tomaba el mapa que correspondía a esa estación, palpando de paso el arma cargada en su bolsillo por si debía usarla en caso de emergencia, y bajó del auto. Volvió a resoplar cuando el frío caló en sus huesos.

Dio unos pasos, observando la envolvente oscuridad.

Yo también te extraño, Dongminie.

Pensó en la sonrisa brillante de Dongmin, en sus labios sobre los suyos, en sus ojos alegres y felices mirándolo, en su cuerpo encima de él, y en el terrible miedo que le tenía Dongmin a la oscuridad.

¿Me sostendrías esta noche, Bin?

Avanzó, decidido, entrando a ese desconocido lugar, pero sabiendo que no saldría de allí a menos que Dongmin estuviera con él.

Te sostendré siempre, mi amor.

Taeyong despertó con un punzante dolor de cabeza y escuchó un suspiro de alivio seguido de unos brazos rodeándolo con fuerza. Parpadeó, sus ojos enfocándose en el preocupado rostro de Doyoung contra su pecho antes de enfocarse en Youngho, su cara sobre la suya mientras su cabeza yacía recostada en las piernas del mayor.

Trató de hablar, pero su boca estaba seca.

—Atacaste a ese hombre — explicó Youngho ante su silenciosa pregunta —, y la mujer, Yiren, te pegó en la cabeza con un arma. Luego nos trajeron aquí, supongo que habrán pasado unas horas, no sé.

Trató de enderezarse con ayuda del omega, mirando la habitación medio abandonada en la que estaban, con una mesa en el centro y dos sillas.

—¿Qué te pasó? — preguntó Doyoung, llamando su atención —. Taeyong, has estado... — el chico apretó su boca unos segundos.— Mierda, no tuvimos que venir.

El menor lo miró.

—¿De qué... hablas...? — preguntó con la voz ronca.

Doyoung frunció el ceño y Youngho pareció querer intervenir, pero una mirada del omega le dijo que se mantuviera al margen. Para su sorpresa, el alfa obedeció.

—Eso — la voz de Doyoung era grave y se veía serio, para nada juguetón — Todas estas decisiones, todo lo que has hecho, lo hiciste sin pensarlo, actuando por puro... puro capricho, porque no puedes controlar tus propias emociones. Entiendo que quieras encontrar a tu mamá, Taeyong, pero eso no justifica todas tus acciones.

Taeyong miró a Doyoung y soltó un ruido despectivo. Ni siquiera lo pensó, sólo lo dijo ya que no podia controlar sus emociones:

—Claro, porque a ti te dijeron desde el inicio que tus padres no te quisieron, y eres sólo un niño al que abandonaron en un orfanato — respondió Taeyong.

Doyoung no lo dudó, por supuesto: volteó su rostro con una bofetada.

Youngho sostuvo al omega, que parecía dispuesto a lanzarse para darle otro golpe. Taeyong saboreó sangre, con su labio roto por el golpe.

—Estás siendo cruel a propósito porque sabes que tengo razón — gruñó Doyoung, enfurecido —, ¿y sabes qué más? ¡Vete al diablo!

Taeyong abrió la boca para decir algo más, pero en ese instante, la puerta se abrió. Jun, seguido de Yiren y otra chica, miraron la escena con sorpresa.

—¿Van a pelear? —preguntó Jun en un fluido coreano que Taeyong no notó en su debido momento. — Pueden hacerlo luego de comer algo. No es mucho, pero es todo lo que tenemos.

La chica que lucía más joven dejó una bandeja sobre la mesa con tres tazas de té y sándwiches de jamón y queso.

Ninguno de los tres adolescentes se movió, sorprendidos por la voz amable de Jun.

El alfa se sentó en la silla detrás de la mesa, frente a ellos, y Yiren con la otra chica se apoyaron en la pared, sin moverse.

—¿No van a comer? — preguntó Jun —. No está envenenado, saben — al ver que ninguno de los chicos hacia algo, el alfa suspiró —. Bueno, me gustaría hablar con el omega. ¿Por qué no te sientas frente a mí?

Doyoung parpadeó, aturdido, y apretando el brazo de Youngho sin saber qué hacer.

—Ellos no tienen–

—El omega es el único que tiene permiso para hablar — le interrumpió Jun a Taeyong con dureza, para después suavizar su expresión. — No te haremos nada, chico, ¿está bien? Y no tienes que hacerles caso si no quieres, aquí tienes tu propia voz.

Doyoung tragó saliva, atónito todavía, para sólo asentir y ponerse de pie con torpeza. Caminó hacia la mesa, sentándose en la silla frente a Jun. El alfa le sonrió, ofreciéndole una taza de té con un sándwich, que el omega agarró con vacilación.

—¿Cuál es tu nombre? — preguntó Jun.

—Park Doyoung — contestó el menor, agarrando la taza con sus dos manos.

—Doyoung — asintió Jun —, y estás marcado, ¿no es así? ¿Por cuál de los dos alfas aquí?

Mordió su labio inferior, sintiendo la presencia de sus dos compañeros detrás.

—Por Youngho — respondió nervioso, sobresaltándose cuando la mano de Youngho se posó en su hombro.

—A Doyoung no le gustan las presencias desconocidas —dijo Youngho con voz grave —, lo ponen incómodo y se cohíbe con facilidad, ¿por qué no...?

Jun soltó un bufido de burla.

—Bueno, ¿es que acaso ustedes no están acostumbrados a que alguien los ignore? — preguntó Jun con enojo en su tono —. Le estoy preguntando a Doyoung, no a ustedes — el alfa volvió su vista al menor — ¿Los estás acompañando por obligación, Doyoung?

Hubo un pequeño silencio en la habitación.

Youngho y Taeyong se miraron, sin saber qué decir, mientras Doyoung parpadeaba en señal de desorientación.

Ellos sabían que, en los procesos de interrogación llevados a cabo por la policía, si se veían involucradas dos razas, se le preguntaría primero al alfa lo que había ocurrido y su versión de los hechos se daría por verídica enseguida. Era así como, en los casos de violación, de marca forzada, nunca se hacía nada a favor del omega, pues si el alfa decía que el omega lo provocó, lo deseó en el fondo, se humedeció durante el acto sexual, entonces el omega ahora le pertenecía.

Así que no tenían que ser muy inteligentes para saber lo que estaba pasando allí.

—Si no estás aquí porque quieres, Doyoung — prosiguió Jun en voz baja —, puedes decirnos y te sacaremos de este cuarto enseguida para que podamos hablar con más calma y sin presiones.

—¡Esto es una estupidez! — gruñó Youngho, enfurecido —. Si estamos aquí es...

—Yo no quería venir.

Youngho enmudeció cuando Doyoung habló con su voz quebrada.

Taeyong miró al omega, que sorbió por su nariz con sus ojos repentinamente llorosos. Sintió su estómago contraerse cuando tendió una mano para agarrarlo por el hombro, y el omega de pronto chilló en señal de miedo.

¿Qué demonios...?

Doyoung se puso de pie, alejándose de Youngho y Taeyong como si sintiera verdadero terror de ellos dos.

Jun también se levantó.

—No sé... yo no sé qué planean ellos — lloriqueó Doyoung —, pero Youngho me trajo con él y se reían diciendo que cuando... cuando salieran ellos iban a compartirme y yo no quiero, no...

—Hey, tranquilo, Doyoung — dijo Jun, tomándolo del hombro y alejándolo para voltearse a la chica joven y hablar en chino — Tzuyu, llévalo fuera, ¿sí? Salgo enseguida.

—¡Doyoung! — Youngho dio un paso causando que Doyoung volviera a encogerse por el pánico. — ¿Qué demonios...?

Taeyong miró al omega, aturdido por la situación, pero luego helada comprensión apareció en su mente cuando Doyoung le dirigió una mirada fugaz con ojos tranquilos.

Métete en tu papel, idiota, parecían decir los ojos del omega.

Taeyong tragó saliva.

—¿Qué estás haciendo, estúpido omega?! — gritó Taeyong, tratando de lucir enfurecido — ¡¿Cómo te atreves...?!

Jun lo retuvo mientras Youngho abría la boca, todavía sin entender lo que estaba ocurriendo, y Doyoung salió de la habitación con la chica sosteniéndolo.

—Volveré cuando los dos se hayan calmado — dijo Jun con voz fría, girándose, en tanto Yiren también abandonaba el cuarto.

La puerta se cerró con un portazo y Youngho lo miró.

—¿Qué mierda acaba de ocurrir? — preguntó, molesto.

—Doyoung buscará a mamá — le susurró a Youngho —, pero necesitaba salir y....

Youngho entendió, apretando sus labios por la situación en la que estaban, y a Taeyong sólo le quedó rezar a cualquier dios inexistente que el omega pudiera actuar rápido antes de que perdiera la cabeza.

Doyoung ni siquiera sabía qué era lo que estaba haciendo mientras era escoltado por la otra chica (¿Tzuyu?) fuera de la habitación, caminando en silencio por los pasillos de la estación de tren hasta salir a la zona del andén principal. Si no fuera por las constantes fogatas de seguro todo habría estado a oscuras, pero gracias al fuego pudo ver a muchas personas conversando, comiendo e incluso a algunos niños jugando como si nada.

Tzuyu lo agarró del brazo.

—Por aquí — dijo la chica, en un torpe coreano que pudo entender.

Siguió a Tzuyu en silencio, buscando entre la multitud de personas el rostro conocido de Dongmin, pero no lo vio por ninguna parte. Aunque, por supuesto, podía estar también al otro lado del andén, donde los trenes obstaculizaban su vista.

Eso sería más difícil de lo que pensó.

Tzuyu se metió a un vagón que estaba lleno de ropa limpia.

—Puedes escoger lo que quieras — dijo Tzuyu con voz amable —, estoy segura de que quieres ducharte, ¿no?

Doyoung se sintió algo culpable entonces, porque todos allí lo trataron con amabilidad, sin importarles si era de otro país, que hubiera tratado de entrar a su territorio, porque era un omega y creían que lo estaban obligando a eso. Si actuaban de esa forma, significaba que, tal vez, todos allí tenían un pasado desagradable con alfas.

Recordó brevemente a Jinhwa, un chico alfa que estuvo en su clase cuando tenía dieciséis años, y que solía molestarlo –e incluso acosarlo para que se convirtiera en su omega–. Jinhwa, muchas veces, se ponía muy intenso e incluso agresivo cuando él lo rechazaba y le decía que se fuera al diablo, llegando al punto de pegarle en partes que no fueran visibles para que así no le preguntaran nada.

Doyoung tampoco se lo dijo a Youngho, pensando que él podría detenerlo en caso de ser necesario, pero cuando fue esa tonta fiesta en casa de Jungkook y su celo estalló de forma repentina, Jinhwa fue el primero en agarrarlo y forzarlo. Youngho apareció antes de que pudiera penetrarlo, para su propia fortuna, golpeándolo y echándolo de la habitación, pero en el pasillo había más alfas peleando por entrar. Youngho cerró con llave, sin embargo era sólo cosa de tiempo para que abrieran la puerta con fuerza, y estaban en un segundo piso, y él estaba demasiado caliente y–

—Oye, hey, no llores — dijo Tzuyu con voz preocupada, acercándose mientras sacaba un pañuelo de su bolsillo y le limpiaba la nariz —. Aquí estarás a salvo, eh... Doyoung, ¿no es así? — asintió, sin ser capaz de hablar. — No pasará nada malo, no permitiremos que te hagan más daño.

Volvió a asentir, aturdido, antes de sonreírle minúsculamente. Tzuyu le devolvió la sonrisa y le pellizcó la mejilla con cariño.

—¿Ves? Así está mejor — se rió, sorbiendo por su nariz —. Todos aquí te caerán bien, puede que Jackson no tanto, habla hasta por los codos y cuando tenemos gelatina se la roba porque le fascina comerla. No lo entiendo muy bien pero bueno, así hay que quererlo, y aunque sea un ladrón de gelatinas nosotros...

Doyoung volvió a reír al escuchar a la chica hablar atropelladamente para distraerlo, y se volteó, comenzando a buscar ropa limpia de su talla, agarrando finalmente un pantalón junto con una camisa blanca que se veía de su gusto. Luego, Tzuyu lo llevó hasta los baños, entregándole una toalla junto con una bolsita pequeña de champú, y lo esperó fuera mientras se bañaba.

Tzuyu se apoyó en la pared, escuchando al omega silbar en tanto el agua corría, para enderezarse cuando Jun llegó.

—¿Todo bien? — preguntó Jun en chino.

Tzuyu asintió.

—No me ha dicho nada importante — comentó Tzuyu —, pero si paso más tiempo con él, quizás...

Jun sacudió su cabeza.

—Me haré cargo yo, no te preocupes, ¿por qué no vas a la reunión de YuQi? Luego me dices qué tal todo — dijo Jun con tono tranquilo.

Tzuyu volvió a asentir con la cabeza, despidiéndose del alfa, que imitó la posición de la chica segundos antes.

—Tzuyu, esto... Oh — Doyoung se quedó repentinamente callado cuando abrió la puerta y vio a Jun frente a él, poniéndose tímido enseguida.

Cuando estaba rodeado de gente que conocía, Doyoung solía ser expresivo y hablador, incluso bromista. Sin embargo, en estas situaciones, solo y con personas desconocidas, se cohibía con facilidad y apenas era capaz de formar una oración completa sin ruborizarse.

Jun le miró, poniendo su piel de gallina cuando notó la mirada seria en sus ojos.

—Cuando Yiren golpeó a tu amigo — dijo Jun con cuidado —, tu alfa lo llamó Taeyongie... ¿es acaso un apodo o diminutivo para Lee Taeyong?

Doyoung rascó su brazo.

—Sí — contestó, bajando la vista.

Jun entornó los ojos,

—Y están buscando a Lee Dongmin — prosiguió Jun.

El omega sentía como si estuviera en la cueva del lobo en ese instante y miró a ambos pasillos, como queriendo buscar a alguna persona que lo salvara.

—Ajá — asintió, titubeante.

Escuchó el suspiro de Jun.

—Te lo diré en palabras simples — Jun se enderezó —, esta noche, cuando todo el mundo esté durmiendo, los sacaré de aquí y tú te asegurarás de que no regresen, ¿entendido?

Ahora levantó los ojos por el pasmo, sorprendido por las palabras del alfa que lucía tranquilo.

—¿Qué? — balbuceó.

—Eso — Jun volvió a suspirar — Conozco a Dongmin, ¿está bien? Y lo conozco bien, y él me ha hablado de su alfa y de Taeyong, porque era yo quién enviaba las cartas estos últimos años, pues las cartas a otros países estaban prohibidas y las hacía pasar por aduana sin que nadie se enterara — Jun se acercó —. Así que, si te digo esto, es porque ahora estamos en medio de un jodido conflicto y necesito a Dongmin concentrado en la situación, no en su hijo que nunca le contestó por catorce años y ahora se aparece para... ¿para qué? — Jun dejó salir un ruido despectivo —. Ustedes tres van a irse, le puedes decir a Taeyong que te encontraste con Dongmin, pero él no quiere verlo, no ahora, por lo que–

—No — le interrumpió Doyoung a Jun con enojo en su voz —. No, no lo haré, no le diré eso a Taeyong — muy bien ellos dos podían haber peleado horas atrás, pero eso no significaba que Doyoung le iba a mentir de tan cruel forma —. Lléveme con mi tío Dongminie, no quiero hablar con usted, alfa tonto.

Jun parpadeó por las palabras del omega, arrugando las cejas por el disgusto que le provocó, pero Doyoung trató de no amedrentarse.

—Podría obligarte — amenazó Jun..

Doyoung soltó una risa carente de diversión.

—¿Qué clase de horrible líder es para defender los derechos de los omegas delante del resto, pero hacer eso cuando le conviene? — escupió Doyoung, empujándolo.

—No quiero hacerlo — gruñó Jun, enfadado —, pero si lo debo hacer por el bien de Dongmin, entonces lo haré.

—¿Su bien? — espetó Doyoung — ¡Está velando por sus propios intereses, no por su bien!

Antes de que Doyoung pudiera seguir avanzando, Jun lo agarró del brazo deteniéndolo y volteándolo para que lo mirara a los ojos. El omega se estremeció al ver su rostro enojado.

Jun se obligó a suavizar su expresión.

—Doyoung, sólo... — Jun frotó su frente —, eres omega, ¿por qué no lo ves? Dongmin... A él le costó mucho llegar hasta donde está, ¿entendido? Y ha sabido mantener gran parte de sus emociones personales a raya por el bien de nuestra lucha, y si llega a ver a Taeyong, puede... Él puede abandonarlo todo por su hijo sin dudarlo, ¿no ves que eso nos afectaría enormemente a nosotros?

Doyoung se quedó quieto, pensando en su propia condición como omega, como todo el mundo solía verlo como una criatura frágil y necesitada de protección. Lo consideraban incapaz de tomar sus propias decisiones y de hacer algo por él mismo. Pero pensó también en todo por lo que estaban luchando los omegas de ese país. Y si aquello triunfaba en China, si salía bien, quizás los omegas de otros países podrían decidir imitarlos.

Sin embargo, pensó también en el llanto de Taeyong cuando leía sus cartas, y la noche en que decidió leer alguna para poder saber qué decían. Su propio corazón se rompió al leer las palabras de tío Dongminie, y quizás eso sólo era una décima parte de lo que Taeyong debía sentir.

Miró a Jun.

—¿Usted se considera amigo de tío Dongminie? — preguntó Doyoung, viendo a Jun asentir —. Debería saber cuánto le duele a él no poder estar con Taeyong. ¿Es capaz de hacerle esto sabiendo lo mucho que ha sufrido?

Jun permaneció un momento en silencio.

—Si es por nuestro movimiento, entonces sí.

Doyoung apretó sus labios.

—Entonces usted no es su amigo — inclinó su cabeza —. Si trata de obligarme, lo haré pagar, se lo prometo. Nos vemos, señor Jun.

Caminó sin voltearse hasta salir al andén, sobresaltándose cuando, de forma repentina, Jun lo agarró del brazo y tiró de él.

—¡Oiga! — se quejó.

—Te llevaré donde Dongmin — espetó Jun entre dientes —, que luego no ande diciendo que no le doy regalos sorpresa.

Doyoung no supo qué responder.

Moonbin despertó con un gruñido, maldiciendo por el frío que sentía, y frotó sus ojos en completa oscuridad. Buscó el encendedor que llevaba en el bolsillo, que usaba además como linterna. Luego buscó su celular, observando la hora, y maldijo en voz baja: las tres de la tarde.

Durmió bastante tiempo para haberse acostado contra una helada pared, aunque no le extrañaba demasiado, pues siempre fue capaz de dormir en los lugares más inusuales, todo con ganar un poco de sueño.

Se puso de pie, chistando mientras limpiaba su ropa, con su estómago gruñendo por el hambre, y miró el mapa en la oscuridad. Gracias al papel en sus manos logró avanzar por los pasillos más abandonados de la estación, pues sabía que el camino central estaría siendo vigilado, y no quería que le dispararan por accidente o algo así. Esperaba llegar a una salida de emergencia que existía, buscar a los idiotas mocosos y salir de allí sin ser visto, aunque conociendo su suerte, con toda probabilidad, todo iba a terminar siendo un desastre.

Suspirando, Moonbin siguió caminando.

Dongmin rascó su nuca, sintiéndose extraño mientras su omega en su interior parecía removerse por anticipación. Sabía que no se debía a un celo, el último que tuvo fue semanas atrás, así que ¿qué estaba ocurriendo?

Tal vez se debía a que, de alguna forma, conectó con Moonbin a través del enlace en la noche, algo que llevaba sin hacer en todo ese tiempo.

Su corazón se aceleró irremediablemente ante el recuerdo. Cuando estaba observando el fuego, sintiéndose patético y miserable, de pronto una sensación de tranquilidad pareció llenarlo junto con un susurro quedo en su mente, un susurro titubeante que reconoció como el alfa de Moonbin.

No quiso contestarle al inicio, sorprendido y asustado, pero no pudo evitarlo: su lado omega enloqueció al sentir a Moonbin al otro lado del enlace, y cuando hubo respuesta, su corazón pareció calmarse un poco a pesar de todo el dolor.

Mordió su labio inferior mientras se inclinaba ante Yanan, curando la herida en su labio roto, y el alfa le sonrió a través del dolor.

—Tu rostro todo guapo ha quedado arruinado — bromeó Dongmin, tratando de aligerar el ambiente.

Minutos atrás había llegado Yanan dentro de un grupo de desertores alfas, betas y omegas, con una nueva triste noticia: decretaron una ley de emergencia donde los omegas podían ser marcados en su primer celo si un alfa así lo deseaba, y la gente salió a quejarse, siendo reprimida brutalmente por Fuerzas Especiales.

Las cosas ya estallaron, ahora sólo era cosa de tiempo para saber dónde iban a terminar.

—Sí, bueno, tuve que meterme antes de que se llevaran a FeiFei — suspiró Yanan, hablando de su hermanita menor.

Dongmin asintió en señal de comprensión, poniéndose de pie.

—Descansen, ¿está bien? — dijo Dongmin, girándose.

Yanan lo tomó de la mano, deteniéndolo.

—Dongminie... —dijo Yanan con tono dulce.

Dongmin miró los dedos de Yanan alrededor de su piel y su omega se removió en señal de necesidad.

Yanan sería un buen alfa. Lo conoces desde hace años. Yanan te respeta. ¿Y si...?

Se sobresaltó cuando la puerta del vagón, que servía como enfermería, se abrió, y se alejó tratando de no lucir culpable.

Observó el rostro de Jun, que le observaba sin entrar por completo.

—¿Qué ocurre? — preguntó Dongmin, desviando la vista.

—¿No quieres ver a los chicos que querían infiltrarse anoche? — preguntó Jun como si nada.

Arrugó los labios, disgustado.

—Estoy ocupado, tengo que ir donde YuQi ahora — le dijo.

Jun vaciló unos segundos.

—Dongmin — dijo, llamando su atención —, ¿te suena el nombre Doyoung?

El frasquito con desinfectante que sostenía cayó al suelo de forma estrepitosa.

A Dongmin no le importó en ese momento. Se volteó hacia Jun, que seguía sin moverse.

—No, no me suena — mintió con la garganta apretada, porque eso no podía estar pasando ahora.

Jun entró al cuarto, tirando sorpresivamente de un chico omega con su brazo.

Dongmin retrocedió, con su omega enloqueciendo cuando el muchacho levantó la vista y lo miró con enormes ojos exigentes. Enloqueciendo cuando su olfato reconoció dos olores alfas sobre el muchacho.

—¿Tío Dongminie? — preguntó Doyoung, atónito.

Dongmin saltó cuando el muchacho habló en coreano y, por un breve instante, vio a un niño más pequeño frente a él. A un Doyoungie tan pequeño como lo recordaba.

Tío Dongminie, ¿dónde está Taeyongie?

Bilis subió por su garganta.

Dio otro paso atrás, chocando con la mesita donde estaban algunos materiales de primeros auxilios, echándolos al suelo, y Yanan se puso de pie, preocupado.

—Dongmin, ¿qué pasa? — preguntó Yanan, acercándose.

Su estómago se contrajo.

—¿Do... Dodo? — preguntó, vacilante.

Doyoung asintió, soltándose del agarre de Jun, que seguía sin moverse.

—Tío Dongminie, yo estoy... — Doyoung parecía haberse quedado callado de pronto, sin dejar de moverlo, observando su rostro desencajado y alterado —, estamos en...

Dongmin agarró el basurero para vomitar.

— Oh dios — escuchó el murmullo de Jun —, ¿pueden salir un momento?

No levantó la vista cuando la puerta volvió a cerrarse y Jun tuvo que obligarlo a levantar su rostro para mirarse a los ojos. El alfa lucía pálido y preocupado, pero Dongmin apenas podía procesarlo, aturdido, sin entender un poco lo que estaba ocurriendo.

Doyoung, él...

¿Qué estaba...?

—Dongmin — llamó su atención Jun —, ¿quieres que llame a YuKhei?

—No — Dongmin agarró un paño, limpiando su boca y poniéndose de pie — Doyoung... trae a Doyoungie, necesito...

Su estómago volvió a agitarse cuando pudo pensar en el hecho de que Doyoung estaba allí, lo que podía significar.

—¿Está...? — ni siquiera fue capaz de formular la pregunta entera, porque temía ver una negativa, temía que todo fuera sólo una cruel casualidad y que esa idea que tenía en mente podía no ser cierta.

Si llegaba a ser mentira, Dongmin apenas sería capaz de tolerarlo.

Jun bajó los ojos un momento.

Cuando los levantó, había ternura y cariño en sus ojos.

—Taeyong está aquí, Dongminie.

Dongmin rompió a llorar.

Taeyong se sobresaltó cuando los labios de Youngho se posaron en un lado de su cuello y sus dientes mordisquearon de forma superficial.

—¿Qué te pasa? —preguntó, golpeando las manos del alfa que se deslizaban por su cintura.

—Estoy enfurecido contigo —le gruñó Youngho —, le gritaste a Dodo cuando tiene razón, has estado actuando como un niño malcriado.

Taeyong le devolvió el gruñido, removiéndose para quitárselo de encima, pero Youngho era más grande que él.

—Estoy asustado — gimoteó Taeyong —, ¿y si mamá no quiere verme? ¿Si sólo enviaba las cartas por cumplir, si ahora tiene otro... otro bebé y se olvidó de mí?

Youngho permaneció un momento en silencio.

—¿Estás celoso de un bebé? — se burló Youngho, aunque había cariño en su voz.

—Mamá me pertenece — se quejó Taeyong —, no es de papá ni de ningún otro alfa o bebé, es mío.

Ni siquiera sabía de dónde sacó aquella idea infantil y tonta, pero las palabras salieron de su boca antes de poder controlarlas. Nunca trató a Hyewon de esa forma, siempre fue solamente mamá, pero cuando se trataba de Dongmin, su lado posesivo parecía salir a flote.

Mami mía, mami mía, papá feo — imitó Youngho con voz infantil —. ¿Te suena eso?

Soltó un bufido, aunque sus mejillas se colorearon de rojo.

—No sé de qué estás hablando — le dijo, para luego cambiar de tema. — ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Y si le hicieron algo a Doyoung?

—Taeyong...

—Hablo en serio — insistió Taeyong —. No tuvimos que mandarlo allí, ¿qué tal si...?

Su voz desapareció cuando ambos sintieron el seguro de la puerta siendo removido, poniéndose de pie.

Doyoung se apresuró a entrar con expresión aturdida y agitada, siendo seguido de Tzuyu.

—¿Qué ocurre? — preguntó Youngho.

Doyoung agarró la mano de Taeyong, sentándolo y diciéndole con la mirada a Youngho que se quedara en silencio.

—Taeyongie — le dijo Doyoung al contrario, llamando su atención —, él... Tío Dongminie...

—¿No quiere verme? — lloriqueó Taeyong, con la garganta apretada.

Doyoung mordió su labio inferior, indeciso un instante.

—Está llorando como desquiciado, ¿quieres verlo? —preguntó Doyoung.

Taeyong le miró.

—¿Qué clase de tonta pregunta es esa? — soltó sin poder evitarlo.

Youngho le dio un coscorrón, mientras Doyoung le pellizcó la mejilla, sacándole un quejido.

—Ven — murmuró Doyoung, tirando de su mano.

Taeyong se puso de pie y se dio cuenta de que sus piernas temblaban, su garganta estaba repentinamente seca y quería vomitar.

Dios, ¿iba a vomitar?

Tzuyu camino por el pasillo, nerviosa también, deteniéndose pocos metros después frente a otro cuarto, y abrió la puerta. Pasaron unos segundos y Jun abrió.

Taeyong le miró, con sus palmas sudando, su estómago apretándose por la ansiedad, y definitivamente iba a vomitar, de eso estaba seguro.

Doyoung limpió su nariz, preocupado, mientras Youngho le besaba la nariz.

—Tienes que verte guapo para él, Taeyongie — regañó Youngho.

Quiso reír, pero estaba demasiado entumecido para hacerlo, comenzando a jadear por el pánico, y se dio cuenta de que no podía hacerlo, joder, no podía entrar allí y ver a Dongmin y verlo con otro bebé y otro alfa y ver que él ya no formaba parte de su vida y que Dongmin aceptó juntarse con él por pena y que le pediría que se fuera y que–

Jun pareció adivinar la línea de sus pensamientos porque entrecerró sus ojos, agarrándolo del brazo y tiró de él.

Cayó al suelo y el primer instinto de Taeyong fue gruñirle, pues recordó que el olor de Jun estaba en la almohada de su mamá, así que se puso de pie para golpearlo y dejarle un ojo morado y luego sacarle los dientes y tal vez después...

—¿Taeyongie?

Se quedó quieto cuando una vacilante voz habló en el interior del cuarto.

No se giró.

La puerta se cerró por completo, nadie más en el interior, y Taeyong miró el suelo, quieto cuando esa dulce voz habló, feromonas maternas inundando el aire de pronto, y se sintió como un niño de cinco años.

Dongmin se removió en su asiento, sin levantarse, con su mano temblando mientras limpiaba su nariz, y mordió su labio inferior al notar que la figura de un chico de cabello negro frente a él no se movía.

Su corazón latía desbocadamente, sin control, aterrado.

—¿Eres... eres tú, Taeyongie?

Pudo notar como los hombros del muchacho se crispaban, sin obtener respuesta alguna.

Hipó, nervioso.

Taeyong quería salir huyendo de allí, acurrucarse en una esquina y hacerse bolita, desaparecer de ese lugar, hacerse pequeñito y que nadie le mirara.

—¿Po... podrías... girarte...? — jadeó Dongmin, pero añadió con timidez —: Aunque... es-está bien si... si no quieres, bebé...

¿Puedes responder, mi amor? Aunque está bien si no quieres...

¿Podrías enviarme una foto, mi vida? Pero no pasa nada si no quieres...

¿Puedo viajar para verte, Yongie? Pero si no quieres, está bien...

¿Puedes viajar para que estemos juntos unos días, bebé? Aunque si no lo deseas, no importa...

Taeyong sintió cómo algo dolía en su interior, muy profundamente, y se volteó.

Observó el rostro lloroso de Dongmin frente a él, a unos metros, su sonrisa vacilante, sus ojos brillantes, su cabello desordenado, y pensó que su mami era mucho más bonito cuando lo tenía a unos pasos de él que cuando lo veía a través de una pantalla.

Dongmin soltó un ruido extraño al abrir su boca, tomando aire, y limpió sus lágrimas, poniéndose de pie.

—Estás... estás muy precioso, Taeyongie... — lloró Dongmin, sin poder evitarlo —, más... más bonito de lo que pensé — caminó un poco, levantando su mano antes de bajarla. — Eres un... un príncipe, mi hermoso príncipe...

Taeyong entreabrió su boca, sin saber exactamente qué decir, notando en ese instante que también estaba llorando.

—¿Tú...? ―su voz salió rota y limpió sus mejillas con furia — ¿Tú me... me quieres, mami?

La expresión de Dongmin se quebró.

Antes de darse cuenta, los brazos de Dongmin lo estaban rodeando con fuerza y Taeyong estaba llorando en su pecho sin control alguno, sintiendo como algo parecía encajar finalmente ahora que estaba siendo abrazado por la persona que más quería en el mundo, por la persona que se marchó, pero no lo olvidó, por la persona que le entregó todo de sí para protegerlo y cuidarlo, a pesar de que eso significara hacerse daño.

Y Taeyong lloró por todos esos años en los que no lo hizo, gimiendo cuando Dongmin lo estrechó con fuerza. Sus labios le dieron un beso cálido en el cabello, y le devolvió el abrazo sin dudarlo un poco, el olor de Dongmin rodeándolo, sintiendo cómo revivía una parte que no creía que existía.

Mamá, mamá, mamá..., murmuró su alfa, contento, y sintiéndose más protegido que nunca en esos catorce años, porque si era Dongmin quién le sostenía, entonces todo iba a estar bien.

—¿Qué dices, Taeyongie? — sollozó Dongmin, retrocediendo pero sin soltarlo. — Te amo más que a mi vida misma, bebé hermoso.

Taeyong lloró con más fuerza mientras Dongmin se sentaba en el sofá, atrayéndolo contra su cuerpo, y se acurrucó en su pecho y hombro. Sin dudarlo un poco, comenzó a frotar su cabeza contra su piel para dejarlo así marcado con su olor, gruñendo y berreando como un bebé.

Dongmin se rió entre lágrimas, sin atreverse a soltarlo por temor a que todo eso no fuera más que un sueño, porque creer que Taeyong, Taeyongie, su pequeño bebito, estaba ahora con él tras catorce años lejos, era algo demasiado bueno como para ser realidad.

Y si llegaba a despertar, si era mentira...

Le volvió a dar otro beso mientras Taeyong no dejaba de hipar y lloriquear en su hombro, para luego notar algo que pasó por alto al principio.

Parpadeó.

—Yongie — le murmuró, llamando su atención, y Taeyong levantó la vista, mirándolo directamente. Dongmin se sintió derretir cuando sus ojos lo observaron, tan bonitos y brillantes —, eres un alfa.

No fue una pregunta, sino una afirmación, porque su claro olor demostraba a qué raza pertenecía.

La expresión de Taeyong se volvió vacilante e incluso temerosa.

—¿Es... eso un pro-problema... mami? — preguntó, con real miedo en su voz.

Dongmin le miró antes de sonreír, agarrándolo de las mejillas y dándole un apretón.

—Por supuesto que no — le dijo sin duda alguna —, ahora, ¿dónde quedó mi chico gordito y de mejillas rechonchas?

—Mamá...

Taeyong bajó la vista, avergonzando mientras escuchaba la risa de Dongmin, y hubo un pequeño silencio en el cuarto, sólo sus respiraciones oyéndose. Pero eso estaba bien en aquel instante, sólo ellos dos, nadie más.

—Te extrañé tanto — le susurró Dongmin —, estos catorce años han... han sido horribles sin ti — le sonrió, haciéndolo sentir culpable, pues Taeyong no supo la verdad hasta hace poco — ¿Cuánto tiempo estarás aquí, Taeyongie?

Taeyong alejó su rostro lo suficiente como para observarlo, notando el temor en los ojos de Dongmin, y sus labios se curvaron en una sonrisa.

—Para siempre — dijo con seriedad —, me voy a quedar contigo, mamá. No voy a volver a menos que sea contigo.

Dongmin enmudeció.

—Yongie, ¿de qué estás hablando? — preguntó Dongmin, sorprendido.

—¿No me quieres aquí? — refunfuñó Taeyong.

Dongmin sacudió su cabeza.

—No es eso — Taeyong hizo un puchero — pero... ¿y Hyewon? ¿Ella te trata mal? — Dongmin apretó su mandíbula — ¿Y tu papá?

—Papá...

Y Taeyong recordó a Moonbin.

¡Oh, mierda!

¡Su papá!

¡No lo llamó y apagó su celular!

¡Estaba muerto!

Se puso de pie, repentinamente asustado, ya que sabía que Moonbin lo iba a agarrar del cuello para ahorcarlo con dulzura por lo que hizo, y caminó hacia la puerta para exigirle su móvil, pero antes de poder hacerlo, Dongmin lo detuvo.

—Taeyong — le dijo con tono serio —, ¿tu padre sabe que estás aquí? — mordió su labio inferior —¿Moonbin te dio permiso para venir?

Se removió, incómodo, bajando la vista.

—Papá vino conmigo.

Dongmin ladeó la cabeza, pestañeando atónito y sintiendo otra vez ganas de vomitar, lo que era totalmente desagradable en ese momento pues su estómago estaba vacío.

—Estás bromeando — afirmó Dongmin, forzándose a sonreír.

Taeyong se removió.

—No — rascó su brazo —, lo obligué a viajar conmigo y peleamos y vine a buscarte con Youngho y Doyoung, pero papá está aquí, en China, está en la... la ciudad.

Dongmin tuvo que sentarse porque sentía que iba a estallar pronto.

Moonbin... Oh, Bin...

Entonces eso explicaba su enlace tan vivo en ese instante, tan cercano, como si Moonbin estuviera sólo a unos metros de distancia, y quiso romper a llorar otra vez, pues se sentía vulnerable, asustado y sensible por la situación.

Ya que no estaba listo para verlo. Quizás nunca iba a estarlo.

Recordó su último encuentro, los besos, los toques, los labios de Moonbin sobre su piel, calor recorriendo su cuerpo mientras el alfa lo hacía suyo una vez más, los jadeos contra su oído, y su omega pareció arder ante esas viejas memorias.

Mierda, y ese último día se sintió tan alterado que no podía explicarlo, pero ahora...

—Papá te ama — soltó Taeyong, acercándose —, él ni siquiera ha tocado a Hyewon o a otra persona, él todavía...

—No Taeyong — le interrumpió Dongmin bruscamente —, no quiero hablar de él.

El menor parecía dispuesto a replicar, sin embargo, en ese momento, la puerta fue abierta y Jun se asomó.

El primer instinto de Taeyong fue gruñirle con enojo, colgándose de Dongmin como un koala, apretujándolo contra su cuerpo mientras el omega soltaba un ruido por la sorpresa.

Jun miró a Taeyong con una ceja enarcada, cómo burlándose de él. Sin embargo, Taeyong no se avergonzó pues él no le caía bien y no le gustaba su olor alrededor de su mamá, así que frotó otra vez su cabeza contra el cuello de Dongmin.

—Mío — murmuró posesivamente.

Dongmin comenzó a reírse de forma descontrolada y Taeyong volvió a gruñirle a Jun, atónito ahora.

Jun dio un paso, pero se detuvo cuando Taeyong soltó un nuevo gruñido amenazador.

—Tranquilo, cachorro, no te lo quitaré por mucho tiempo — se burló Jun — Tenemos que ir a ver a YuQi para explicarle todo esto, Dongmin.

—Oh — la sonrisa de Dongmin desapareció mientras asentía, acariciándole el cabello a Taeyong de forma distraída.— Taeyongie...

—No — gimoteó Taeyong—, no, no te vayas, no hemos... no hemos hablado de nada, tengo tanto qué decirte, y puedes irte y no volver y...

—Oye, oye, calma bebé — susurró Dongmin, tomándolo de las mejillas y obligándolo a sostener su mirada. — No va a pasar nada de eso, ¿está bien? ―le besó la punta de la nariz —. No tardaré mucho, te lo prometo, y volveré enseguida a ti.

—No...

—Yo tampoco quiero separarme de ti — afirmó Dongmin —, pero ahora que estás conmigo, nadie te volverá a alejar, ¿entendido? — asintió, titubeante. — Quédate aquí con Youngho y Doyoung, y apenas termine volveré contigo, ¿te parece?

Volvió a asentir, hipando por el pánico, y con lentitud se puso de pie, soltándolo en tanto sus amigos entraban a la habitación. Dongmin no tardó en saludarlos, con Taeyong conteniendo sus impulsos de volver a colgarse de su mamá por la espalda para que no lo dejara, sintiéndose como un niño de cinco años, y mordió su labio inferior.

Tal vez se debía a que su alfa seguía siendo un niño de cinco años, ya que, muy en el fondo, nunca reconoció a Hyewon por completo. Y, ahora que estaba con Dongmin, sólo quería que el omega se quedara a su lado y no lo soltara nunca más.

Antes de salir, Dongmin se volteó a mirarlo.

Y le sonrió con tanta dulzura que algo pareció sanar en su interior.

—Vuelvo enseguida — prometió. — Te amo, Taeyongie.

Taeyong le sonrió, titubeante.

—Yo también te amo... mamá — contestó.

El rostro de Dongmin se iluminó y Taeyong estaba seguro de que las cosas ahora irían bien. Por fin iba a estar bien.

Moonbin se volteó, apoyándose en la pared de forma distraída mientras fingía observar algo en su muñeca, mientras dos guardias alfas pasaban a su lado. Agudizó el oído, escuchándolos hablar sobre el nuevo grupo de personas que llegaron hace unas horas, suponiendo que esa era su momento para moverse por todo el lugar sin ser descubierto.

Avanzó por entremedio de la multitud, sorprendiéndose de la cantidad de personas que había allí. Se dirigió a los vagones con la vista baja, sabiendo que debía pasar desapercibido para que nadie le hablara. Moonbin entendía y podía comunicarse en chino, sin embargo, su acento no podía ocultarlo.

Miró de reojo a cada persona con la que se cruzaba, esperando encontrar algún rostro reconocible pero no tuvo demasiada suerte, y mucho menos mientras trataba de buscar algún aroma conocido, como el de Taeyong, Youngho, Doyoung... o incluso el de Dongmin.

Aunque no sabía si iba a poder controlarse si veía al omega a pasos de distancia.

Ingreso al primer vagón en donde unas personas salieron, encontrándose con un lugar lleno de estantes y ropa. Fingió buscar algo que ponerse, agarrando unas prendas para salir con ellas.

—Hola, ¿está perdido? — preguntó una beta con una expresión preocupada. Se detuvo, negando con la cabeza — ¿Busca el baño? — asintió, tratando de sonreír, para luego murmurar unas gracias cuando la chica le indicó dónde quedaba.

Mierda, eso iba a ser más difícil de lo que pensaba.

Suspiró, caminando al baño, cuando se quedó quieto.

Olisqueó el aire.

Olía a...

Tuvo que cubrir su nariz con sus manos para que el olor de Dongmin no le pegara con tanta fuerza, retrocediendo en sus pasos y metiéndose al vagón de ropa como si se le hubiera quedado algo.

Se asomó por la puerta.

Allí, entremedio de personas caminando, al lado de otro alfa (ese alfa que estaba junto a él en una entrevista), estaba Dongmin.

Su respiración se cortó.

Dongmin pareció detenerse un instante, con el ceño fruncido y sus ojos buscando por la multitud algo. Sin embargo, terminó por voltearse hacia el otro alfa que le seguía hablando, asintiendo a sus palabras.

Dios, Dongmin estaba...

Dongmin seguía siendo precioso.

Aún con el tiempo, con el pasar de los años, con su rostro más duro, con su cabello brilloso y una expresión algo lejana, Dongmin seguía siendo ese omega del que se enamoró. Quería llegar a él, quería tomarlo entre sus brazos, llenarle el rostro de besos y rogarle que le diera una nueva oportunidad, que se quedara a su lado, que ambos podían estar juntos otra vez.

Rogarle que lo aceptara como su pareja otra vez, a pesar de todo.

Su alfa se removió, desesperado por alcanzarlo, pero tuvo que controlarse para no correr hacia él, pues sabía que estaba con mucha gente, podía asustarlo,

Vio cómo se volteaba, marchándose por una puerta con el otro alfa, y no pudo evitarlo.

Moonbin lo siguió.

Doyoung estaba recostado contra Youngho, sobre el sofá, medio dormido mientras el alfa despeinaba sus cabellos, y Taeyong saltó cuando la puerta del cuarto fue abierta. Dongmin entró con una sonrisa algo asustada que se relajó al verlo allí.

El menor no tardó en ponerse de pie, abrazándolo otra vez, escuchando su risa, y Taeyong le gruñó a Jun por sobre su hombro cuando notó el olor del alfa sobre su mamá.

Dongmin llamó su atención, sentándose en el sillón, y Taeyong, básicamente lo abrazó por el cuello, sin querer separarse de él mientras sentía como las feromonas maternas lo rodeaban. Eran feromonas tranquilas, dulces y suaves que lo envolvían en un ambiente de total calidez que no sintió nunca antes.

Frotó su cabeza contra el cuello de Dongmin, escuchando la risa de su mamá producto de las cosquillas que le estaba haciendo, y sonrió ampliamente, contento, feliz, sintiéndose tan natural que ni siquiera le importaba si lucía como un bebé necesitado de atención.

Esas acciones se sentían bien.

Youngho parpadeó.

—Vaya — comentó el alfa como si nada, sin dejar de acariciar el cabello del omega en su regazo ya dormido —, es la primera vez que te veo sonreír como antes.

Como antes.

Mostrando sus dientes, sus ojos cerrándose, en señal de completa alegría y placer.

—¿Eso es cierto, Taeyongie? — preguntó Dongmin, volteándose con una expresión de preocupación.

—No importa — contestó, arrebujándose más a su lado —, no importa ahora que estoy contigo, mamá.

—Taeyongie..

Pero antes de poder añadir algo más, se escuchó un desorden fuera de la habitación, gritos y chillidos en señal de pelea.

Dongmin se tensó mientras Taeyong se enderezaba, arrugando el ceño.

La puerta se abrió de golpe.

—Dongmin.

Moonbin chocó con la vista del omega.

Y el celo de Dongmin estalló.

Juro que no podía esperar para subir este capítulo ahdbsjkskss

Este capítulo tiene más de ocho mil palabras así que es muy probable que tenga errores ortográficos o en los nombres, así que si ven alguno pueden decirme


Nos vemos en el siguiente capítulo

Muchas gracias por leer <3

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